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No se puede negar que Zahara lo dio todo en su concierto de Actual, con el que finalizó su gira 'Reputa'. Cerca de dos horas y media duró su actuación, que tuvo de todo, momentos extraordinarios y otros no tanto, muchos estilos, vaivenes ... de intensidad y hasta una invitada a mitad del directo. Al principio Zahara ofreció una versión confusa de su música, una faceta electrónica con batería, teclados y sintetizadores en la que no se escuchaba bien, el sonido era difuso, farragoso, pero exhibió una potencia con voz femenina que no se veía desde Dover y que recordó a Hole.
La electrónica siempre es un riesgo y al músico responsable de disparar las bases se le escapó una antes de tiempo en un instante de caos. No fue no el mejor momento ni el mejor arranque, pero pronto se enderezó la actuación, como si amainara la tormenta, para dar paso a un pop-rock mucho más limpio y estable, ya con cuatro músicos sobre el escenario vistiendo de rojo y que interpretaron las once canciones del último disco. Anunció entonces Zahara que iba a ser un «concierto esquizofrénico», definición bastante acertada por la amalgama de géneros que se tocaron, como si fuera una reunión familiar de hijos de la misma madre pero distinto padre. «Vamos a pasar por muchos estilos, así que no os preocupéis si no os gusta uno, en 20 minutos empieza otro», advirtió con tino.
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Mediado el concierto, en la faceta más comercial y reconocible, dejando a un lado de la electrónica, Zahara presentó a su invitada, María José Llergo, para contar a dúo, solo a la guitarra, la canción 'Sansa', pues con ella la ha regrabado en la reedición de 'Reputa'. Los prolegómenos, eso sí, se alargaron porque las dos artistas se echaron a llorar, emocionadas, antes de cantar. El público despidió a Llergo aplaudiendo de pie y aquello fue un punto de inflexión y también un tercer extremo del concierto, el de cantautora. «Poneros de pie ya, hasta aquí hemos llegado. Ahora pensareis que lo que estamos cantando tampoco es tan movido, pero ya veréis...», advirtió Zahara. Lo cierto es que pareció animar al público antes de tiempo porque lo siguiente que cantó fue la copla 'Dolores', con la que nadie bailó.
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Todo el universo de Zahara es una música reivindicativa, que ofrece una alternativa artística al machismo, con canciones frágiles, confesionales, críticas y valientes, que hablan del maltrato, de la depresión, del miedo desde una perspectiva de superación, inteligente. Como recta final, el auditorio de Riojaforum se convirtió en una discoteca atronadora. Zahara se desprendió del aura angelical para ostentar otra más agresiva, iniciando esta parte con una desconcertante y perturbadora remezcla de 'Toxic' (Britney Spears). Si la artista quería volver loco a quien clasifique los discos de una fonoteca, lo consiguió.
Aparecieron entonces dos bailarinas en el escenario que otorgaron más plasticidad a la actuación y sonaron las canciones más célebres de Zahara en el momento más atronador y enérgico del directo, 'Merichane', 'La bestia cena en casa' y 'Berlín U5'. Entonces sí, bailó todo el mundo. Pero lo hizo con una puesta en escena camaleónica que convirtió el palacio de congresos en Fabrik. Fue un esprint final enorme y fuerte, tal vez lo que no se esperaba, sorprendente, pero no se puede negar que Zahara estaba ahí.
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