«Ya que no podemos salir a la cultura, que entre la cultura a casa por el ordenador»

– Ésta que estamos viviendo sí que es una historia para no dormir...

– Sí, la verdad es que es una situación que nos ha sorprendido a todos y obligado a cambiar las cosas que hacemos...

– A una escritora se le presuponen horas de encierro en casa para trabajar... Igual este nuevo escenario no ha cambiado mucho su día a día...

– Eso también es verdad, lo hemos comentado entre colegas escritores, para nosotros una gran parte de lo que hacemos como algo normal es lo que nos está pasando estos días. Pero que sea algo elegido o sea impuesto cambia mucho la situación. Aunque estamos repitiendo rutinas, ahora se hacen de otra manera. Y a veces no salen tan bien como uno quisiera, porque se da por hecho que tener más tiempo significará que escribiremos más, pero nos estamos dando cuenta de que a veces no es así, que esta situación extraña hace que no se aproveche tanto el tiempo.

– ¿Y a qué cree que se debe?

– La verdad es que no lo sé, pero sí es algo que he comprobado. La inspiración no viene cuando uno quiere, y en este caso igual hace falta también salir y hacer otras cosas, además de solo disponer de más tiempo.

– ¿Porque es un tiempo impuesto?

– Claro, porque cuando no lo tienes lo buscas con tantas ganas que cuando sacas ese rato de sentarte a escribir casi es un premio. Y todo lo que es impuesto cuesta más.

– ¿Cómo es su rutina diaria en este confinamiento?

– Aparte de intentar escribir, tengo mi tiempo de trabajo escolar y el tiempo libre es sobre todo para leer. Otro ejemplo: este año el premio Café Bretón se ha fallado en una reunión por videoconferencia del jurado. También veo cine y teatro a través de las plataformas digitales. Ya que no podemos salir a la cultura, pues que entre la cultura a casa a través del ordenador.

– ¿Le ha cogido la crisis con alguna nueva obra entre manos?

– Estoy corrigiendo la que va a aparecer pronto... bueno, los planes eran que en septiembre saliera este nuevo libro, ahora no sé qué pasará.

– ¿Y qué puede avanzar de este nuevo trabajo?

– (Risas) ¡Pues poquito! Que es una obra diferente a 'Invierno'... que es un libro de relatos... ¡y ya! (nueva carcajada).

– ¿Es más fácil o más complicado en esta situación enfrentarse al folio el blanco?

– Para mí, más difícil. Aunque parezca una contradicción, me está costando más de lo que pensaba. Aún así, la cosa va saliendo... pero no es ese escenario ideal que se podría pensar de 'Si yo tuviera todo el tiempo del mundo podría...'.

– ¿Qué título le pondría a una novela sobre lo que estamos viviendo?

– Buff... no lo sé, creo que haría referencia a la incertidumbre, porque de repente las cosas que damos por hechas, que parece que son clarísimas y que no van a cambiar, han cambiado.

– ¿Qué autores está leyendo?

– Estoy aprovechando con esa estantería que tenemos todos de lecturas pendientes. Tengo entre manos 'No entres dócilmente en esa noche quieta', de Menéndez Salmón; 'Memorias fritas', de José Luis Cuerda, y 'Gente normal', de Sally Rooney.

– ¿Y releyendo?

- Uno al que he vuelto estos días es a 'Intemperie', que viene muy bien con la desolación actual.

– ¿Utiliza el libro electrónico?

– Soy partidaria porque significa leer, y más ahora que no se puede salir a comprarlos, pero reconozco que me gusta más leer en papel.

– No puedo dejar de pedirle que recomiende alguna lectura.

- Por ejemplo, 'El peón', de Paco Cerdá, y 'La memoria donde ardía', de Socorro Venegas.