MUWI bate récord de público derivando absolutamente al pop

La pandemia provocó que muchos conciertos se tambaleasen, con un público ínfimo, pero la sucesión de festivales riojanos como Holika, Rock Land, EzcaFest y Muwi con éxito de espectadores resucita la promoción musical. Y en buena medida ha sucedido porque los programadores ya no apuestan tanto por los artistas que creen que deberían gustar a los espectadores sino por los que saben que gusta, como han sido Rigoberta Bandini, La La Love You, Mueveloreina y Colectivo da Silva. La gente tiene ganas de divertirse después de dos años muy serios, y es normal. Hay derecho a eso. Pero quizá, a cambio, haya que dejar de emplear etiquetas, de alardear de ser 'indie', de no ser comercial, desinhibirse, desacomplejarse. Al fin y al cabo, la promoción musical privada es sagrada y al que no le guste la propuesta puede invertir su dinero y organizar lo que desee. Incluso pedir una subvención.

Sí que, al menos, este Muwi ha contado con pilares de música de calidad indiscutible, aunque fueran unos descafeinados Lagartija Nick, una prometedora Maren que también pudo hacerlo mejor y, sobre todo, unos indiscutibles León Benavente. Con estos ases en la manga cualquiera se puede permitir una mala carta en la mano. Y es que así, con esa coctelera inclasificable en un cartel que parece no binario, pero que ha derivado absolutamente hacia el pop, si bien con algunos afortunados anclajes al rock, la electrónica y el 'dub', el Muwi ha logrado, con diferencia, la mayor presencia de público en todas sus jornadas, logrando, en muchas ocasiones, que muchos logroñeses fuesen por primera vez al festival.

Hubo un verdadero ambiente festivalero, con el maquillaje habitual en estos eventos, camisas hawaianas y alguna despedida de soltero. Mención merece el muchacho disfrazado cutremente de Pantani, con una mala calva de goma y un maillot de mercadillo del Saeco Mercatone Uno. Que Rigoberta Bandini exhiba sus pechos como supuesta reivindicación feminista, en fin, vale –peor es Chanel–, pero con quien ostenta el récord de ascensión al Alpe d'Huez, poca broma.

En cuanto a la organización, cabe destacar que las interminables filas de años atrás se redujeron drásticamente, salvo un momento puntual en la zona de gastronomía el viernes. Por lo demás, resulta un recinto cómodo y atractivo, donde es difícil aburrirse aunque no te interese un concierto. Siempre hay una barra donde tomar algo, una exposición que ver, un DJ o, simplemente, se puede salir y dar una vuelta. La limpieza, de nuevo, volvió a ser destacada. Y los precios de las consumiciones, al límite. Solo cabe señalar dos cosas, más por sugerir mejoras que por suponer un problema: los asientos donde poder descansar resultan escasos y cuando el sol aprieta convendría rescatar los toldos de otros años para los asistentes.

En cuanto a música, el concierto de León Benavente fue sobresaliente; los de Rigoberta Bandini, La La Love You y Mueveloreina, divertidos; el de The Prussians, sorprendente; el de Los Fresones Rebeldes, nostálgico... Todos ellos hicieron bailar al público, que es algo que hacía tiempo que no se veía y que, al fin y al cabo, es la mejor muestra de que, aunque sea por un corto espacio de tiempo, la gente disfrutó y fue feliz.