El 31 de mayo de 2018, José Luis Ábalos -traje azul marino, corbata celeste, talante entre trascendente y desprejuiciado- subió a la tribuna del Congreso en un día grande para las hemerotecas. De pie, a pocos pasos del escaño de un Pedro Sánchez ... con el que se fundió en un abrazo al terminar sus 42 minutos de intervención, el entonces secretario de Organización del PSOE flageló con la sentencia del 'caso Gürtel' a Mariano Rajoy, que lo escuchaba, sin mirarlo, sabedor de que los socialistas y sus socios de ocasión, transformados en estratégicos seis años después, le iban a ganar la moción de censura sobre la cabalgadura argumental de la lucha contra la corrupción. Fue un canto, el de aquel Ábalos, a la «ejemplaridad», al «patriotismo» sin mácula, al sentido «de Estado» y al «respeto institucional» que incluyó una aseveración contra el PP que ha acabado siendo premonitoria para él y el partido de su vida hasta el pasado y funesto 21 de febrero en que estalló el 'caso Koldo': «Hemos vivido en la presunción del delito y en la presunción de la inocencia».
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La campanuda retórica de quien más mandaba en el sanchismo tras el secretario general ha terminado por describir, involuntariamente, estos ocho meses en los que la causa instruida por el juez Ismael Moreno en la Audiencia Nacional constituía una amenaza presente, pero de consecuencias aún latentes, para el Gobierno, la familia socialista y una legislatura políticamente atascada que se sazona ya con la corrosión de las corruptelas en el ejercicio del poder. Ábalos, el escudero del Sánchez defenestrado y resucitado; Ábalos, el dirigente ungido para controlar un partido centenario; Ábalos, el titular del ministerio -Transportes- de las inversiones multimillonarias destituido, sin mayor explicación, en la tajante remodelación del Gobierno efectuada por el presidente en julio de 2021; Ábalos, el nieto de guardia civil -se enorgulleció en la moción de censura-, ve ahora cómo su quijotesca autodefensa queda entrampada en la putrefacta tela de araña que detallan los 233 folios de investigación de la Unidad Central Operativa. La temida UCO.
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El, en estos momentos, diputado raso en el Grupo Mixto del Congreso está a punto de ser imputado ante el Supremo en su condición de aforado. El voluminoso dossier de la UCO ha hecho que el 'caso Koldo García' -el «portero del puticlub de toda la vida de Pamplona» investido en mano derecha, para lo público y para lo privado, del exministro- mute en el 'caso Ábalos'. Con Sánchez jurando cero impunidad ante las prácticas «rayanas en la corrupción» de su antiguo lugarteniente, el interrogante es hasta dónde se extenderán las redes pelágicas del «binomio Ábalos-Koldo» -así lo define la Guardia Civil- en conexión con el vórtice que encarna Víctor de Aldama. El conseguidor que enlaza las subtramas -el 'Delcygate', el rescate de Air Europa y la causa judicial contra Begoña Gómez- de la red destapada hace ocho meses que detonó el jueves en una 'semana horribilis' para el Gobierno.
El día que iba a estar marcado por el viaje del presidente a Marruecos reventó, en la legislatura de los sobresaltos, por un flanco inesperado: una operación contra un presunto negocio fraudulento de 53 millones con la compraventa de mascarillas en lo más crudo de la pandemia. Una veintena de detenidos y 26 registros en ocho capitales. Grave, mucho. Pero no tanto hasta que se destapó que el cabecilla de la red era Koldo García Izaguirre, esa sombra gigantesca -por su corpulencia y la envergadura de su función- adherida a Ábalos desde que Sánchez recobrara Ferraz tras las primarias de 2017 contra la guardia pretoriana del PSOE-; y que los tejemanejes salpicaban a los ministerios de Transportes e Interior y a los gobiernos de Baleares y Canarias, todos en manos socialistas en los días de 2020 en que la covid mataba a cientos de ciudadanos. La presidenta balear era Francina Armengol, hoy al frente del Congreso; el canario, Ángel Víctor Torres, vigente ministro de Política Territorial.
Las claves
El dosier
Los 233 folios de la Guardia Civil dotan de apariencia delictiva a la vida disoluta del exministro
Bomba de relojería
El estallido de la causa pilló al presidente en Rabat, desde donde inició el desenganche del que fuera su hombre fuerte
Los arrestos descubrieron, sí, que García, natural de la localidad vizcaína de Barakaldo, ejercía de hombre para todo de Ábalos -empezó de chófer en Ferraz y acabó de asesor poco menos que plenipotenciario en el ministerio-, pero también algunas pinceladas biográficas más. Entre ellas, que fue reclutado en su paso por Navarra por el actual secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, quien ahora niega que fuera su «pupilo» ni que intimara con Sánchez desde las primeras primarias, las de 2014, que éste ganó aupado por Susana Díaz. Pero el hoy presidente sí mencionó entonces en su Facebook a Koldo García como «un titán» por su compromiso militante y valoró tanto que le custodiara sus avales, dos noches seguidas, en la campaña interna de tres años después como para alabarlo en su celebérrimo 'Manual de resistencia'.
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El pasado 21 de febrero, desde la distancia en Rabat, Sánchez inició el paulatino desenganche de la intensa historia compartida con Ábalos, del que era 'vox populi' que nunca ha llevado una vida de diputado de provincias casto y puro. Pero eso no adquiere apariencia acreditada de delito hasta que la UCO le identifica este jueves como el epicentro, por su influencia, de la trama presuntamente delictiva. Cuando estalló el escándalo, el presidente aseguró no saber nada de las supuestas corruptelas y el PSOE intentó encapsular el daño exigiendo a quien había sido casi todo en el partido el escaño -en vano- y, luego, suspendiéndolo de militancia. Seis días después, el 27 de febrero, Ábalos aguantó el tirón: se amarró al aforamiento del escaño yéndose al Grupo Mixto por lo que pudiera pasar -y que va a acabar pasando ahora con su previsible imputacion- y emprendió un pleito disciplinario aún por dirimir con la sigla a la que representaba.
La semana que subió su telón este lunes con la tempestad por la reforma legal de rondón del Gobierno para rebajar las penas a los presos de ETA termina con el reventón del 'caso Ábalos' y la autorización por la Audiencia de Madrid al juez Juan Carlos Peinado para que prosiga con el grueso de la investigación sobre las actividades profesionales de Begoña Gómez. Dos trances distintos que, sin embargo, confluyen en el informe de la UCO. Con el empresario Víctor de Aldama como omnipresente comisionista y engrasador de relaciones de interés, los investigadores anudan las presuntas maniobras delictivas de la trama con los contactos del conseguidor a sueldo de Air Europa para que el Gobierno favoreciera el rescate de la aerolínea en plena pandemia. Aquella vía caliente se activó, según el dosier policial, en las mismas fechas en que Gómez se reunía con directivos de la matriz, Globalia, quienes niegan que fuera para salvar la compañía.
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La justicia determinará si Air Europa obtuvo o no una ventaja indebida gracias a la penetración de la trama en los círculos de poder construida indiciariamente en torno a Ábalos, quien a su vez se habría beneficiado de los chanchullos para sostener una vida disoluta con piso de lujo en Madrid para su amante Jessica R. G. incluido. Si realmente hubo fraude y de qué entidad en la compraventa masiva de mascarillas. Si la mujer de Sánchez se prevalió de su posición como consorte del presidente para que su carrera cobrara impulso y si ayudó a Air Europa. Si la Guardia Civil está infectada por el caso, más allá del comandante que trabajaba para la red. Y si el clandestino viaje en enero de 2020 de la vicepresidenta de la Venezuela chavista, Delcy Rodríguez, recibida en Barajas por Ábalos, Koldo y De Aldama -el enlace con Caracas-, estaba motivado, como se sospecha, por el tráfico de oro. Pero mientras las investigaciones judiciales avanzan, la nube tóxica engorda y agudiza la zozobra sobre una legislatura que Sánchez decidió proseguir, con él al mando, tras los cinco días de abril de excepcional retiro a raíz del encausamiento de su mujer. Hace seis años, Ábalos remató su defensa de la moción de censura justificándola porque «el Estado tiene que tener un Gobierno con fortaleza y autoridad moral».
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