la rioja
Logroño
Martes, 23 de febrero 2021, 07:27
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A pesar de llevar 45 años tras la barra del Soriano, Santiago Barrero reabrió ayer como si fuera el primer día de este clásico de la calle Laurel. «Tengo una alegría e ilusión tremendas», nos confiesa, posiblemente sabiéndose renacido de una pandemia que, hace casi ... un año, se ensañó con su propia salud. Despacha raciones de 'champis' con alborozo, mientras su sobrino Carlos se afana en la plancha. Menos gracia le hace el golpe económico. «Nosotros no hemos recibido ninguna ayuda. Y eso que somos dueños del local aún tiramos mejor, pero los que no tienen local propio de qué van a vivir», se pregunta. E.E.
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«Con mucha ilusión pero con un poquito de incertidumbre». Así levantó ayer la persiana del Café Moderno su responsable, Mariano Moracia (en la foto junto a su hijo, Adrián). Durante las últimas cuatro semanas ha reflexionado sobre un futuro que aventura algo incierto. «Creo que va a haber un cambio en la forma de reunirse de la gente, en sus relaciones y sus hábitos. Las cosas van a funcionar de distinta forma a partir de ahora. Y va a pasar mucho tiempo hasta que se vacune todo el mundo, pierda el miedo y volvamos a hacer vida normal». Mientras tanto, aplica escrupulosamente las medidas de seguridad en su establecimiento porque si algo tiene claro es que «la salud está por encima de todo».
Aunque la economía también afecta. A ellos les han concedido la mitad de las ayudas solicitadas. «¿Llegarán? Sí, pero cuándo. El dinero lo necesitamos ahora». En este sentido, cree que las administraciones no han estado finas en ciertas cosas. «No se puede dar la misma ayuda a todos los establecimientos, porque no todos son iguales», opina. Más aún. «En mi caso, este mes de cierre no me pagan ni ayuda ni autónomos porque el local es de mi propiedad. Tengo varios empleados, algunos en ERTE, y tengo que seguir pagando el 20% de sus seguros, además de la luz, autónomos... y cuando empecemos a remontar tampoco vamos a vender como antes».
A estas preocupaciones suma el pequeño proyecto que deberá presentar sobre el aforo del Moderno. «Eso supone un nuevo gasto, y no es momento de exigir nada sino de que los negocios intentemos reflotar con los mínimos gastos posibles». E.E.
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En la calle República Argentina, entre bufandas y fotografías de la Unión Deportiva Logroñés, el bar Tucumán ha vuelto a abrir sus puertas. Diríase que es un día normal: los clientes entran, saludan y se toman un vino o un corto, quizá con un pincho. Pero la sonrisa bajo la mascarilla de Rodrigo Martínez delata que hoy, 22 de febrero, es una fecha marcada en rojo en el calendario: «Abrimos con unas ganas terribles, como si hubiéramos vuelto a empezar. Estábamos ya un poco desesperados de no ingresar dinero y seguir pagando cuentas. Teníamos hasta nervios de volver aquí otra vez».
No tiene que resultar fácil estar tanto tiempo cerrados. Y no solo desde un punto de vista económico, sino también desde el lado anímico, mental. No han sido días sencillos: «Durante el primer cierre nos comimos demasiado la cabeza –explica Rodrigo–. Durante el segundo, también. Así que en este hemos intentado desconectar porque al final cuanto más lo piensas es peor. Así que nos lo hemos intentado tomar lo mejor posible».
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Ahora solo queda confiar en que no haya que volver hacia atrás. Rodrigo prefiere ser optimista: «Hay que empezar de cero. Espero y deseo que esta vez sea la definitiva, porque si no ya sería muy difícil de remontar. Sería un caos para todos. Pero yo creo que sí puede ser la definitiva. Por un lado están las vacunas, que van llegando, y por otro que veo que la gente se ha concienciado un poco más. Eso lo hemos notado hoy: los clientes han entrado muy bien, con respeto, manteniendo su distancia… Así que vamos a confiar en que esta vez sea la buena». P.G.
En el bar restaurante Carbonera Taberna, en Gil de Gárate, hay clientes tomando un vino en las mesas interiores. Juan Manuel García sale de la cocina para atender a los periodistas. En este día extraño se mezcla la emoción y la incertidumbre: «Estamos aliviados por volver a poner los negocios en marcha, aunque con ael miedo de que los datos vuelvan a subir y se fastidie otra vez el invento». Juan Manuel no confía tanto en la vacunación como en que los comportamientos cívicos hayan calado: «Creo que hay más concienciación. Nadie quiere volver a cerrar y confío en que los clientes nos ayuden». P.G.
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Daniel Guzmán y Lidia García, propietarios de la cafetería Sidney y del restaurante Los fogones del Sidney, ambos en la calle Gil de Gárate, se sienten aliviados por poder abrir sus negocios, aunque no ocultan su sensación de desamparo: «El reinicio lo afrontamos con muchísima ilusión por nuestro lado y nuestros trabajadores. Con toda la ilusión del mundo, pero desprotegidos totalmente». Guzmán se queja de no poder acceder a las ayudas por las deudas contraídas en los últimos meses: «Si pasa lo que pasa y yo debo cosas de hace cinco años, es lógico, pero si lo que debo es por causa de estos seis meses de cierres, no nos pueden limitar la recepción de ayudas. Porque si no debo, no pido. Gracias a Dios, contamos con los amigos, que son quienes nos han salvado».
Ahora comienza una nueva etapa, todavía incierta: «Ni las personas que son las encargadas de controlar la pandemia saben si esta vez será la apertura definitiva. Nosotros pensamos que también depende mucho de la gente. Creo que la policía y las personas que están para controlar deberían encargarse de vigilar el cumplimiento de las normas». Entre ellas, la celebración de fiestas ilegales: «Yo creo que habría que avisarle al Gobierno porque parece que no lo sabe. Cuando se ordenó que los bares cerraran a las ocho mientras que los restaurantes podíamos estar abiertos hasta las once, a mí me caía la policía tres o cuatro veces para inspeccionar. A mí me controlaban. Pero todos sabemos dónde hay fiestas, quién vende lo que no debe vender…, y todo eso conlleva que nos vuelvan a cerrar a nosotros». P.G.
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«Volvemos con mucha ilusión y con precaución, intentando hacer las cosas lo mejor posible para favorecer esta situación sanitaria que tenemos. A ver si esta reapertura es la definitiva». En ello confía David Houngbeme, responsable del Ibiza, cuyo establecimiento dispone de un plus de seguridad: «contamos con una máquina que renueva el aire hasta doce veces a la hora».
Reconoce, eso sí, que «el palo económico ha sido gordo, sobre todo para hosteleros con plantillas, espacios amplios y rentas muy altas. Pero siempre sacamos pecho; tenemos una vida laboral muy larga porque somos jóvenes, así que hay que pelear». E.E.
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La plancha de Julio Ruiz, en el bar El tirador, ha vuelto a funcionar. En una mesa, dos clientes fieles han recuperado un sabor que llevaban un mes sin poder catar. Es la hora de vermú y se respira esa alegría que da el blanquito a la una de la tarde. «Había necesidad de beber, de comer… Y sobre todo de saludarnos y de vernos otra vez». resume Julio. Quizá esta sea la definitiva, o al menos eso quiere pensar: «Yo confió en que sea la última. Si nos portamos todos bien, sí. Vendrá seguramente otra ola, pero gracias a las vacunas, los afectados ya no van a ser la gente mayor, así que puede ser más llevadera».P.G.
«Si antes éramos escrupulosos con las medidas de seguridad –comenta Alex García– ahora somos hiperescrupulosos, sobre todo con los clientes para que se pongan la mascarilla cuando no están consumiendo y mantengan la distancia, y controlamos el aforo casi con contador». Estos últimos regresaron ayer al Umm de la calle Marqués de Vallejo con tantas ganas como García y su equipo. «Algunos hasta nos han dado las gracias por abrir, ya que hay compañeros que no pueden hacerlo todavía o no les compensa».
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Insiste Alex García en que la reapertura de su establecimiento cuenta «con todas las medidas habidas y por haber para poder luchar contra el Covid», aunque quizá el fin de semana tengan que sacar el látigo para obligar a su cumplimiento, comenta entre bromas.
Para este hostelero, el mayor problema durante esta pandemia son los intermitentes cierres y aperturas del establecimiento. «Cada cierre supone unos gastos terribles porque nosotros trabajamos con materia prima perecedera», explica.
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Durante el último mes con la persiana echada, en el Umm han aprovechado para hacer alguna mejora, como la iluminación de la terraza. También han pedido ayudas, aunque con poca fortuna. «A algunas no pudimos acceder porque las cerraron antes de plazo y esta mañana (por ayer) hemos intentado acceder a las de la Ader pero su web estaba colapsada. En esto no hemos tenido suerte, pero sobre todo lo que hay que tener son ganas de seguir adelante e intentar hacer las cosas bien todos, sin propasarnos en reuniones familiares ni en locales de hostelería». E.E.
A pesar de la deseada reapertura, Mariano Barrios no oculta su incertidumbre «porque no sabemos en qué momento pueden volver a cerrarnos con eso del 'semáforo'; no sabes a quién sacas del ERTE y a quien no; si el verano trabajaremos bien o no». Su local se ubica en la plaza del Mercado y, como dice, «en el casco antiguo dependemos mucho del turismo y hasta que no abran las fronteras esto nos mata».
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Durante el último mes ofreció café para llevar «por mantener el contacto con la gente; ha sido lo comido por lo servido». Y aunque ha recibido alguna ayuda, «con eso sólo hemos cubierto un mes de gastos», dice. E.E.
«El ánimo es grande y la esperanza, mayor todavía. Lo que queremos es que no vuelva a ocurrir», resume José Antonio Portela, propietario de la cafetería Iris, en la Gran Vía. Mientras José Antonio descubre sus impresiones, se ve a la gente en la terraza, reunida en todo a las lenguas de fuego que brotan de las chimeneas. Hace un día de perros, pero la sensación de volver a tomarse un vino en la calle vence cualquier pereza. «Todos los ramos lo hemos pasado mal –resume–, pero en la hostelería el impacto ha sido tremendo. Nosotros no nos negamos a cerrar si es que hay que hacerlo. Pero si nos obligan a cerrar, tendrán que indemnizarnos. Eso es lo que nosotros queremos. Teníamos prisa por abrir porque teníamos prisa por trabajar, por hacer frente a los pagos, por asumir todas esas abusivas cargas impositivas…, pero si a nosotros nos pasan las ayudas, no hay ningún problema. Seguiremos adelante. Somos los primeros interesados en que la sociedad esté sana».
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José Antonio confiesa su ilusión por volver a abrir, aunque lamenta el caso de aquellos bares más pequeños que aún deben permanecer cerrados. Y, si hay que adoptar medidas, pide hacerlo «con criterios científicos, no políticos»: «Hay que compaginar la salud con la economía. Y los propios datos que maneja Sanidad dicen que donde realmente se dan los focos de contagio son las fiestas familiares, las descontroladas, los botellones… El verdadero quid de la cuestión está en lo sanitario: que las vacunas lleguen, que haya más camas de UCI, que se contrate más personal sanitario». P.G.
El día no acompañaba ayer en Calahorra, pero en el bar Rioja de la calle Paletillas, sus habituales esperaban con ganas los primeros cafés y cervezas después de casi un mes con la hostelería cerrada. «El día ha salido un poco triste, pero han venido clientes de todos los días, y les damos las gracias. Todo el mundo ha venido con muchas ganas a tomarse un café, el desayuno...», decía detrás de la barra Andrea Codreano, propietaria del establecimiento.
Ella también expresaba sus «ganas por volver a la normalidad, como todo el mundo». Una sensación que a ratos se torna en desánimo por la inestabilidad laboral en la que la pandemia ha sumergido a un sector fundamental en una ciudad de servicios como es Calahorra. «Tenemos el miedo de que no sabemos qué va a pasar dentro de dos meses o tres meses, de si nos volverán a confinar, de si tendremos que volver a cerrar...», confesaba Andrea. Volver a pensar en ese escenario es una pesadilla: «Otra vez habría que dejar las cámaras apagadas, perder género y camareros.., para luego volver a preparar y a comprar para abrir de nuevo».
Con este último cierre, el Rioja ha perdido a una camarera. Andrea se refiere de nuevo a la inestabilidad laboral en estos momentos de la hostelería de cara a consolidar una plantilla. «Tenía una chica contratada a media jornada. Como en el ERTE iba a cobrar muy poco, fue a buscar trabajo en una fábrica y tuvo suerte de encontrar otro empleo. Así que estoy sin camarero», relataba. Pero la esperanza no está perdida. «A ver si la cosa se anima y puedo contratar», termina mientras ponía una caña. I.Á.
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«Teníamos muchas ganas de comenzar a trabajar, aunque estamos con muchas restricciones tanto de horarios como de aforos», aseguraba Jesús Simón, desde el bar Oasis, en el paseo del Mercadal. Después de un año de cierres y aperturas en el sector, ayer confesaba que «seguimos estando desmoralizados». «Pero espero que vayamos levantando un poco la moral conforme vayamos trabajando», se animaba. «El cliente de todos los días» era ayer un gran apoyo. «Estaban deseando saludarte, tomarse un café de bar. La frase del día como ya ocurrió el 11 de mayo ha sido: Qué ganas de tomarme un café de bar», agradecía.I.Á.
«Es una vuelta a empezar». Chema Rello cogía aire ayer al abrir las puertas de la cafetería Boulevard con una sensación ya vivida por los hosteleros arnedanos. Ya estuvieron cerrados 37 días cuando el virus se cebó en especial con la ciudad del calzado, del 28 de octubre al 4 de diciembre.
En este volver a comenzar, le ronda una preocupación: «La gente va perdiendo la costumbre de ir al bar. Tenemos que recuperar clientes que han estado un mes sin nosotros, que con tantos cierres se va desapegando de esta cultura», expresa.
Eso sí, Rello muestra su gratitud «a todos los que, de una manera u otra, nos han estado apoyando desde el principio, un calor humano que nos ayuda mucho a tener la moral alta». A partir de ahí, como todo el colectivo, pide a la ciudadanía responsabilidad personal. «Por más que nosotros pongamos de nuestra parte en cumplir los protocolos, está en manos del ciudadano que esto lo saquemos adelante o no, tanto cuando están en el establecimiento como cuando están en su casa, cuando se reúne la cuadrilla… Es sano reunirse, pero cuando nos juntemos, que no tengamos miedo a decirle a un amigo que se ponga la mascarilla o mantenga distancia», invita a que todos seamos conscientes de las consecuencias de los riesgos en la cadena que forma la hostelería, los comerciales, distribuidores, comerciantes, fabricantes de calzado... «El tejido social», indica.
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En el reencuentro, la reivindicación. «Nosotros hemos colaborado y cumplido. Confiamos en el Gobierno en que íbamos a salir todos. Pero muchos se están quedando por el camino. Deben ser responsables en su parte, un rescate para todos». E.P.
Este domingo hizo un año que Andoni Pérez se hizo cargo de la barra del Bar Bull de Arnedo. Apenas ha podido disfrutarlo y no ha podido acogerse a ninguna ayuda por no cumplir los requisitos. Pero ayer rezumaba felicidad. «El golpe económico ha sido duro, pero el que comenzaba a hacer mella era el moral. Y he sentido mucha alegría por volver a ver a la gente. Ya se vive de otra forma. Hay otro espíritu en las calles», sonreía.
En esta reapertura, reivindicando que lleguen las ayudas, se mostraba optimista: «Tengo la ilusión del primer día. Quiero pensar que la vacuna va a permitir brotes verdes», asentía. E.P.
«Por lo menos no estamos en casa y ahora tenemos la cabeza en su sitio», valoraba Gustavo Villaescuerna, dueño del bar Arizona de Villamediana, en la mañana de ayer. La clientela respondió, «la gente tenía ganas de tomar un café y hablar».
Para Gustavo Villaescuerna el reciente cierre de la hostelería lo ha llevado «peor que en marzo, de cabeza, porque antes estábamos todo el mundo cerrado, pero ahora estabas en casa, veías a la gente ir y venir, que iba a trabajar, que estaba en la plaza, donde se hace la vida, y tú no podías». Eso unido a que «te pilla en invierno». Por contra, intentando ser positivo, el responsable del bar Arizona consideraba que «se ha pasado rápido». D.M.A.
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«La sensación es divina», sonreía Francisco Rodríguez al volver a abrir las puertas del bar Pakyto de Alfaro. Su público respondía. Comenzaban a darse los primeros brindis a la hora del almuerzo, otros recogían para llevar… Reencuentros después de un mes cerrado en el que habían alzado la voz para reclamar su derecho a trabajar.
Ante esa satisfacción por la reapertura, Rodríguez pone voz a los bares que no tienen cerrada: el «inconveniente» del aforo al 30% en interior. «Nos adaptaremos mientras tanto, a ver si el semáforo cambia, logramos que nos quiten alguna restricción más y, a primeros de marzo nos dejan, tener el 50% en interior», expone.
Después de este mes cerrado, en el que Rodríguez puso voz al sector alfareño en la protesta 'Platos rotos', ayer llamaba a los compañeros a «seguir haciéndolo lo mejor posible». Y mantiene reivindicaciones hacia el Gobierno de La Rioja o los ayuntamientos: «Que nos ayuden en la medida que deberían -expone-. No pedimos ningún sueldo, pero sí que haya exenciones en impuestos o en la cuota de autónomos».
Agradecido a la fidelidad del público, también pide «tomarlo más en serio», frenar a los irresponsables y evitar tener que llegar a situaciones como el cierre vivido este mes, con las consecuencias que supone para tantas familias que viven de la hostelería y el comercio. «Está visto y comprobado que la hostelería y el comercio no tenemos culpa de nada. Hay irresponsables que se han reunido en cocheras y otros lugares, pero la gran mayoría se ha portado de maravilla», valora. E.P.
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Tras la reapertura, Iuliano Costa pide medidas específicas para la hostelería, ya que «la forma de trabajar no es igual en todos los sectores», y que se tengan en cuenta sus horarios propios. Afirma que «nadie tiene comprobado que seamos un foco del virus», y cree que la hostelería puede ser la solución, no el problema. «Tomamos todas las precauciones y controlamos a la gente», dice. Por ello, pide que se deje de «machacarnos tanto» y «más ayudas». Se confiesa tocado, también psicológicamente, por la incertidumbre. «No tenemos visión de futuro, necesaria para trabajar, invertir y seguir bien. Acabaremos todos deprimidos», dice. J.Albo
Alberto León y Raúl García son socios del bar y restaurante El Patio de mi Casa, de Lardero, que ayer, a las 7 horas abría al público de nuevo para servir los primeros y madrugadores desayunos. «Hemos continuado funcionando sirviendo para llevar ('delivery' y 'take away') menús muy económicos, a 6 euros, intentando apoyar a la sociedad», explica Alberto León. Y es que el fin del establecimiento hostelero es «que no sea solo un sitio donde venir a tomar un vino o una cerveza, sino poder ayudar, en nuestra justa medida, cuando hay un problema como este; nos gustaría hacer menús gratuitos pero en estos momentos, después de todos estos meses, nuestra economía es ya muy precaria», reconoce Alberto León.
Eso sí, después del último y obligado cierre debido a las restricciones sanitarias, Alberto León reconoce que sus clientes tenían ya «muchísimas ganas de venir, ha venido gente a desayunar y almorzar, así que, poco a poco, esperamos remontar. Hoy [por ayer] ya tenemos una comidita con menú degustación». La carta del establecimiento de Lardero es atractiva, tanto como su espacio, amplio, con restaurante, sala de juegos... lo que ofrece mayor sensación de seguridad.
En El Patio de mi Casa tienen «mucha ilusión de que esto se estabilice y que vayamos a mejor, porque España somos un país de barra, de disfrutar de nuestros amigos o familias pudiendo tomar un café o un vino, y poder volver a esa rutina es lo que hace que seamos tan diferentes a Europa». Para brindar por ello ayer a mediodía servían un vino a uno de sus clientes habituales, feliz porque le había tocado la lotería. D.M.A.
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Rafael Villanueva, propietario de la tradicional Cafetería Virginia, de la plaza de la Paz, mostraba una satisfacción muy contenida y pesimista. Aunque el tiempo no acompañaba por la intensa lluvia, de vez en cuando entraba algún cliente a por café.
«Ahora mismo no puedo valorar nada, acabamos de abrir; a ver en una semana o dos cómo responde la gente».
Además, se lamentaba del aforo de un tercio establecido para los establecimientos de hostelería: «Sí, podemos abrir, pero en estas circunstancias no sale muy rentable». En su caso, regenta un local de 130 metros cuadrados, «pero según las medidas solo pueden entrar 21 personas», explica. «Yo porque ya estoy solo y vengo más porque me aburro en casa que por otra cosa. Los clientes que entren, bienvenidos, pero con ese aforo no sale rentable en absoluto».
Además, recuerda la importancia que tiene el turismo para la hostelería de Haro, y lo señala como otra de las razones por las que muchos establecimientos no abrirán.
«Y yo no me puedo quejar, porque mi establecimiento es grande, pero hay varios en la plaza que no van a abrir porque, por espacio, y ante la falta de turistas, no les compensa. Y en la Herradura ya veremos».
Villanueva confía en la llegada del buen tiempo para poder sacar la terraza. «Podemos utilizarla al 75%, pero mira qué tiempo tenemos ahora en invierno. En primavera será diferente, pero para poder disfrutarla, los niveles de contagio tienen que ser bajos, debemos ser responsables y esperar que no haya más cierres, y así la cosa mejore». M.CARO
«Con mucho entusiasmo y, a la vez, poca ilusión», confesaba ayer Quique López, propietario del bar Chester de Lardero, reabrir su establecimiento del barrio Entre Ríos. «No creo que vayamos a cambiar la situación, nos dicen muchas palabras y vemos pocos hechos, no hay ayudas y abrir así supone cubrir gastos, no generar beneficios», exponía Quique López. El problema -consideraba López-, es que «somos gente de calle» y la realidad es que hosteleros como él están «muy desanimados y eso se palpa en el ambiente». Así, lo que se pregunta ahora el propietario del bar Chester es: «¿Hasta cuándo nos dejarán abrir ahora? Tenemos ganas e ilusión de abrir, pero muy poquita ya». D. Marín
Las hermanas Teresa y Marta Pascual, que regentan el bar Talismán, situado en la plaza de España de Nájera, se mostraban ayer «aliviadas» por la reapertura de su establecimiento hostelero. «Llevamos un año muy duro», aseguraba la primera, quien insistía en que este último cierre de la hostelería «ha sido muy complicado».
A su juicio, los profesionales del sector «estamos enfadados, desmotivados… pero, a la vez, con ganas, con muchas ganas de poder volver a atender a nuestros clientes. Hay que tirar para adelante porque esto de la pandemia es así, y nosotras pondremos todo de nuestra parte para que todo salga bien». Según indicaba, en los últimos días, cuando ya se podía vislumbrar la reapertura, «hemos aprovechado para prepararlo todo y hacer una limpieza más a fondo de lo que ya es habitual en este negocio y estando a la expectativa para ver cuando nos dejaban abrir».
De cara al futuro, consideraba que «será muy complicado», pero con la esperanza de que la gente vuelva al Camino de Santiago, «porque aquí, en Nájera, los peregrinos suponen mucho para nuestros negocios», además de «que la gente se siga portando bien, para que no nos vuelvan a encerrar».
Eso sí, no creía que las cajas puedan ver una remontada este año. «No, porque a lo de este año se suma lo del pasado, que fue un desastre; en números, un desastre total. Hay muchos pagos, tenemos una empleada, alquiler, luz, gas y demás». Como final dejaba un mensaje positivo: «hay que tener esperanza y tirar para adelante, porque de esto vamos a salir, seguro». F. Domínguez
Es uno de los veteranos hosteleros najerinos. Carlos Espinosa, junto con su empleado Adrián Pirtac, se ocupan de que el bar Náxara siga siendo un referente comarcal. Según afirmaba, «este cierre lo hemos vivido aguantando el temporal como viene, porque, claro, otra cosa no podíamos hacer». Eso sí, «teníamos ganas de abrir y volver a atender a nuestra clientela, y sacar dinero, que es lo que más necesitamos». En cuanto al futuro, señalaba que «hay que ser positivos y pensar que con la llegada de las vacunas la gente se irá vacunando y se animará más a salir y volver al comercio y la hostelería». F. Domínguez
Después de un año 2020 muy duro y del último cierre, Francisco Jiménez afrontaba ayer la apertura del bar con mucha ilusión. Cree que la solución del problema de la pandemia está en la vacuna, pero también considera esencial la concienciación ciudadana. «Si es para que termine todo esto, acepto el sacrificio pero si no sirve para mejorar la situación...», comentaba Paco y explicaba que durante esta crisis sanitaria se han tenido que acoger al ERTE, trabajando como han podido, con muchas limitaciones pero evitando que afectase a la plantilla, familia compuesta por cinco personas (a turnos de horas). S. Sainz
Martina López lamentaba lo desastroso que ha sido el año pasado y abría el bar este lunes con muchas ganas de trabajar. El último mes de cierre ha sido la puntilla y espera que con la vacuna mejore la situación. Ayer estaba en el establecimiento con su hija, Elena Forcada, que tiene una peluquería.
«No es justo que se trate igual a zonas como Cervera y su comarca con apenas casos de COVID-19, que a otras poblaciones de La Rioja que sí han tenido bastantes contagios. Tendrían que tener en cuenta la situación de cada lugar», comentaban madre e hija con cierta desilusión.
«El aforo de los negocios se reduce pero los gastos no. Solo esperamos que después de Semana Santa no vuelvan a cerrarnos otra vez», decían ayer temiendo lo peor.
Tienen claro que hay que fomentar la economía y consideran necesario vacunar lo antes posible a los que trabajan de cara al público y también a los jóvenes, porque son los que más se mueven. No ven un futuro halagüeño en este 2021, sin fiestas ni eventos a la vista.
«El 2020 fue criminal, de lo peor y hubo que tirar de ahorros. Este es un negocio familiar y como sigamos así, con cierres y restricciones no sabemos qué va a pasar», lamentaban.
Elena, respecto a su establecimiento de peluquería, considera ilógico que haya tenido que cerrar un mes la atención en el local y, mientras tanto, sí se le permitía ir de casa en casa. Además que con ello se provoca que los clientes se acumulen antes del cierre y en la reapertura. «Se crea un problema que tenemos que solucionar nosotros», terminaba. S.Sáiz
Sonia Ibarguren, del Bar El Granero (Villamediana de Iregua)
«Lo único que nos faltaba es que se pusiera a llover», lamentaba Sonia Ibarguren, responsable del bar El Granero de Villamediana en el primer día de reapertura de su establecimiento. «Después de un mes cerrados, con el interior al 30% y la terraza imposible de montar por la lluvia, el día de hoy ha sido muy flojito», valoraba la hostelera que tiempo atrás fue alcaldesa de la localidad e, incluso, diputada regional. No obstante, y a pesar de la mala climatología, Sonia Ibarguren confesaba tener «muchas ganas», de la misma forma que también reconocía tener «cada vez menos fe en el género humano».
«Espero que esta sea la última vez que nos cierran, pero todo depende de nosotros mismos, como usuarios, porque los que damos los servicios los procuramos dar con toda la seguridad posible», explicaba Sonia. A ella, este parón le ha restado clientela incluso después de reabrir. Cuenta, como ejemplo, que a los trabajadores de la obra de ampliación del CEIP Gonzalo de Berceo que tiene enfrente les servía cafés a diario, pero «después de tanto tiempo cerrados, se han comprado una cafetera porque no hay otro bar cerca». «Está yendo muy despacito, y esperamos que sea por el tiempo. Es desesperante estar un mes en casa viendo el sol desde la ventana y hoy, que volvemos a trabajar, que salga lloviendo», lamentaba Sonia.
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