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Justo Rodriguez
La tercera resurrección

La tercera resurrección

Los bares, otra vez abiertos ·

Los hosteleros se confiesan ilusionados por «volver a trabajar», aunque señalan su incertidumbre y su difícil situación económica

Pío García

Logroño

Martes, 23 de febrero 2021, 07:22

En la esquina de la Gran Vía con República Argentina se ven unas mesas blancas apiladas, medio ocultas por un toldo. Hace un frío insidioso y húmedo, ese frío de febrero que reblandece los huesos y se pega a los riñones. No está el día para sentarse en la calle.

Sin embargo, un poco más arriba, en la terraza de la cafetería Iris, sí que hay gente resguardada bajo la cubierta, acurrucada en torno a las lenguas de fuego que brotan de las estufas, como si todos ellos hubieran hecho la promesa solemne de que nada –ni siquiera el invierno– les impediría tomarse hoy ese primer vino al aire libre.

Pero eso no sucede en la esquina del café Glamour. Como no hay techumbre, ni siquiera merece la pena desplegar las sillas y las mesas, que siguen recogidas, esperando pacientemente el anticiclón. Por la ventana, se vislumbran dos clientes tomando café y otro más probando suerte a la máquina tragaperras. Nela Jumuga, detrás de la barra, rehúsa hacerse una foto brindando: «No están las cosas para brindis», se excusa.

Muchos hosteleros piden controlar fiestas ilegales y botellones para evitar que los contagios se disparen y tengan que cerrar otra vez

La hostelería regresó ayer a la vida después de un mes entero en coma inducido. El pasado 22 de enero, ante el embate formidable de la tercera ola, el Gobierno regional decidió decretar un cuasiconfinamiento general. Los bares y restaurantes cerraron a cal y canto. También el comercio considerado «no esencial». Aunque sin llegar a los extremos expeditivos del mes de abril, cuando las casas se convirtieron en cárceles unifamiliares, las calles volvieron a vaciarse. «El respiro navideño», por utilizar la expresión de la presidenta Andreu, había convertido la curva en una pared vertical, saturando los hospitales e incrementando el número de muertos hasta cotas insoportables.

Para la mayor parte de los locales riojanos de hostelería, fue el tercer cierre desde que comenzó la pandemia. Abril, octubre (en Logroño y en Arnedo), enero... Las tres oleadas de la pandemia han ido anegando puntualmente las esperanzas de bares y restaurantes, que han completado un año a trompicones. Un problema económico... y también mental: «Durante el primer cierre nos comimos mucho la cabeza y durante el segundo también», resume Rodrigo Martínez, del bar Tucumán, en Logroño. «El golpe económico ha sido duro, pero el que comenzaba a hacer mella era el moral», tercia Andoni Pérez desde Bar Bull de Arnedo. Y Gustavo Villaescuerna, del Bar Arizona, en Villamediana, abunda en el impacto psicológico de esta última reclusión: «Ha sido peor que en marzo, porque antes estábamos todos cerrados y ahora veías a la gente ir y venir, y tú no podías».

Las vacunas son la gran esperanza para atemperar el embate de la cuarta ola y poder seguir trabajando

La tercera resurrección les ha pillado con la ilusión atemperada por la experiencia y por la incertidumbre. Aunque casi todos hacen acopio de energía y prefieren mirar al futuro con optimismo, nadie es capaz de asegurar que esta vez puede ser la definitiva. «Yo creo que no –aventura Nela Jumuga–; pero no por nosotros, sino por las fiestas ilegales que veo los fines de semana, por los botellones...». Esta sensación de estar pagando justos por pecadores se repite entre los hosteleros. «Es que los propios datos de Sanidad dicen que los contagios de los bares son mínimos; donde verdaderamente se producen es el ámbito familiar y en las fiestas descontroladas», apostilla José Antonio Portela, desde la Cafetería Iris.

Los datos nos indican que sabemos cómo acabar de un tajo con los contagios, pero aún no hemos aprendido a convivir con el virus y a mantener una cierta actividad económica sin que las curvas se disparen. Algunas voces, como la de Pedro Barrio, médico y presidente de la Academia Riojana de Gastronomía, en una entrevista reciente con este periódico, reclaman comprender mejor los mecanismos de transmisión del virus y hacer hincapié en la circulación del aire y en la ventilación. «Cerrar las terrazas, por ejemplo, es contraproducente porque si se respetan las normas ahí es muy difícil que haya contagios. Y si la gente no socializa en esos espacios, que son menos peligrosos, lo hará en interiores privados, peor preparados y con mucho mayor riesgo», sostiene Barrio. La implantación de medidores de C02 y de filtros HEPA podría ser una buena solución para garantizar que el aire se renueva en una cantidad suficiente.

Los confinamientos permiten atajar la sangría, pero asesinan la economía y no se pueden sostener durante mucho tiempo. «Está claro que nosotros no somos los culpables de los contagios, pero sí que es verdad que cuando estamos cerrados la gente no sale a la calle», reflexiona Juan Manuel García, de Carbonera Taberna. El Gobierno subrayó el pasado domingo que este mes de cierre casi total «ha podido evitar mil contagios, 23 ingresos en la UCI y hasta 27 fallecimientos por coronavirus en La Rioja». La inquietante pregunta que queda en el aire es cuántos contagios, ingresos y muertes se hubieran evitado si estas medidas se hubieran tomado en Navidad, cuando no se había dominado por completo la segunda ola y las calles comenzaron a ofrecer imágenes de pesadilla.

En cualquier caso, la incidencia de casos acumulados a 14 días –quizá el barómetro más fiel para medir la evolución de la enfermedad– ha caído a niveles que no se conocían desde mediados de agosto y eso invita a un cierto optimismo. Si las cifras continúan bajando –aunque ahora será más difícil–, podría incluso ampliarse el aforo interior permitido. Las vacunas comenzarán a poner su granito de arena para atemperar un nuevo embate de la enfermedad. «Yo creo que las vacunas van a proteger a la gente mayor y eso hará que no sea tan grave», aventura Julio Ruiz, de El Tirador. Con el nuevo sistema semafórico aprobado por el Gobierno regional, hosteleros y comerciantes saben a qué atenerse. Si los indicadores empeoran, habrá nuevas restricciones; si mejoran, se irá abriendo progresivamente la mano. Las dos desescaladas precedentes acabaron mal; se trata de que la tercera no se traduzca en un nuevo muro de contagiados, ingresados y fallecidos. Esta semana, toda La Rioja está en fase 4. En el caso de los bares y los restaurantes, eso significa que pueden abrir un 75% en la terraza y un 30% en el interior, pero siempre en mesas y para grupos que no excedan las seis personas. El consumo en barra está prohibido. Como el toque de queda sigue establecido a las once de la noche, la hora máxima de admisión de clientes se sitúa a las diez.

Fase tres

Si los datos mejoran en la línea en la que lo están haciendo ahora, es previsible que pronto se alcance la fase tres. De hecho, solo persiste un indicador (la ocupación en la UCI) que supera ese nivel de riesgo. Si se decidisese bajar un escalón, se podría ampliar el aforo en interiores hasta el 50% del total.

Con estas restricciones y un tiempo imposible para las terrazas, muchos establecimientos prefirieron no abrir ayer. Había aún muchas persianas bajadas en Logroño. La asociación de hostelería riojana de la FER convoca hoy una nueva concentración en la plaza del Ayuntamiento por considerar que siguen pagando «los platos rotos» de la pandemia. Y muchos de sus miembros siguen reclamando ayudas. «Nosotros no nos negamos a cerrar si es que hay que hacerlo –apunta José AntonioPortela–, pero si nos obligan a hacerlo tendrán que indemnizarnos».

La hostelería ha vuelto a resucitar. De todos dependerá que no vuelva a caer en coma.

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