La Unesco considera «de interés mundial» tres de los códices que salieron de San Millán

Los manuscritos, copias iluminadas del Beato de Liébana, se encuentran en la Real Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y el monasterio de El Escorial

Pío García

Logroño

Viernes, 12 de abril 2024, 07:19

Cuando, según su propia confesión, Pascual de Gayangos metió los códices de San Millán en sacos y los mandó llevar en carromato a Nájera ni reparó en las Glosas. El códice 60 era un libraco de visible antigüedad, escrito en latín y con algunas anotaciones ... al margen, que no parecía especialmente prometedor: un conjunto embarullado de homilías y sermones, con un tratado sobre el martirio de los santos Cosme y Damián. Las Glosas viajaban de relleno y solo muchos años después, ya depositadas en la Real Academia de la Historia, Manuel Gómez Moreno y Ramón Menéndez Pidal descubrirían que en aquellas anotaciones urgentes y un tanto desmañadas latía el pulso de un nuevo idioma.

Publicidad

Al erudito Pascual de Gayangos le llamaría mucho más la atención otro códice, cuyo contenido seguramente reconoció a primera vista: una copia manuscrita del 'Comentario sobre el Libro del Apocalipsis', de Beato de Liébana. Al igual que las Glosas y que otros 68 libros, este Beato acabaría su viaje en 1851 en los anaqueles de la Real Academia de la Historia, previo paso por la Dirección General de Fincas. El texto, escrito en latín por el monje lebaniego en el siglo VIII, está realzado por decenas de ilustraciones de gran valor. Hay figuras de tradición mozárabe, más planas y probablemente más antiguas, y otras románicas, quizá añadidas al texto en un momento posterior, a finales del siglo XII o comienzos del XIII.

En el año 1992, la Unesco decidió ampliar la lista de bienes declarados Patrimonio de la Humanidad, en la que San Millán figura desde 1997, con la creación de un elenco paralelo de documentos que custodian «la memoria del mundo». En 2015, los expertos que integran la comisión encargada de actualizar la relación, anunciaron la incorporación de catorce manuscritos del Beato, compuestos en torno al milenio, que se guardan en diferentes instituciones de España y Portugal. Tres de aquellos códices proceden de San Millán: el de la Real Academia de la Historia, el de la Biblioteca Nacional y el del monasterio de El Escorial. «Figuran –dice la Unesco– entre las obras más bellas y originales producidas por la Civilización Occidental y Medieval». «Estas series de Beatos –asegura el informe– representan una singular transición entre el mundo antiguo y el medieval. Todas las bibliotecas europeas de cierta importancia en aquel tiempo buscaban tener una de estas copias. Todas ellas son únicos e irremplazables testimonios de la civilización occidental y suponen una de las primeras expresiones del arte iconográfico europeo».

Caminos diferentes

Ahora sabemos que Gayango cogió el Beato Emilianense y lo trasladó en 1851 a la Real Academia de Historia. Los otros dos Beatos copiados en Suso han acabado también en Madrid, pero siguieron caminos diferentes. El ejemplar del monasterio de El Escorial, con 52 miniaturas atribuidas al escriba Florentius, acabó –no se sabe cómo– en la biblioteca personal de la familia Beteta, en Soria. Jorge Beteta lo entregó como presente al rey Felipe II, probablemente en el año 1577, quien a su vez lo depositó en la biblioteca de El Escorial. «Es un manuscrito relevante, además, por ser el manuscrito miniado más antiguo producido en el contexto cultural prerrománico», señala el registro del Ministro de Cultura.

Noticias relacionadas

El tercer Beato que salió del scriptorium emilianense está mucho más deteriorado: de las 60 ilustraciones originales, de estilo mozárabe, más de la mitad fueron arrancadas. Solo se conservan 27. Este manuscrito medieval salió del monasterio de San Millán en el siglo XIX, durante uno de los procesos desamortizadores. Terminó en manos del bibliófilo Serafín Estébanez Calderón, «coleccionista compulsivo de libros», según Javier García Turza, que había sido jefe político de la provincia de Logroño entre 1835 y 1837. Pudo comprarlo o cogerlo sin mayores miramientos. A su muerte, Estébanez Calderón donó su biblioteca al Ministerio de Fomento. En 1886 fue depositado para su custodia definitiva en la Biblioteca Nacional.

Publicidad

Miniaturas

Las piezas salidas del scriptorium de San Millán de la Cogolla demuestran la gran potencia cultural del monasterio en la Alta Edad Media, con copistas e iluminadores del máximo nivel. No solo estos tres Beatos ofrecen ejemplos brillantes en el arte de la miniatura. En el lote de códices que acompañaron a las Glosas en su inopinado viaje a la Real Academia de la Historia, hay otras muchas piezas que dejan al espectador contemporáneo con la boca abierta.

En su estudio sobre la materia, 'La miniatura en el monasterio de San Millán de la Cogolla', Soledad de Silva y Verástegui llama la atención sobre una 'Moralia' de San Gregorio Magno (códice número uno), obra datada a principios del siglo XIII con una «rica ilustración» sobre todo en sus complejísimas y fascinantes iniciales. Pero también resultan asombrosos un 'Liber Commicum', un Antifonario, una Biblia, un Psalterio... Piezas singularísimas que, según apunta García Turza, Pascual de Gayangos encontró en San Millán en una estancia tapiada y se llevó a la Real Academia de la Historia «por cauces ilegales», sin dar parte al gobernador civil y al obispo.

Publicidad

En el siglo XVI, la familia Beteta, de Soria, donó este Beato, copiado en San Millán, a Felipe II, que lo depositó en el recién construido monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Contiene 52 miniaturas. En las imágenes, 'La trompeta del quinto ángel' (a la izquierda) y 'La adoracion de la bestia y el dragón'.
El ejemplar de la Biblioteca Nacional de España (BNE), el más dañado, que solo conserva 27 miniaturas, estaba en posesión de Serafín Estébanez Calderón, jefe político de la provincia de Logroño entre 1835 y 1837. A la BNE llegó en 1886. En la imagen, 'Los siete ángeles y las siete plagas'.
El Beato de San Millán llegó a la Real Academia de la Historia en 1851, en el mismo lote de códices en el que estaban las Glosas. Según la investigación de García Turza, fue Pascual de Gayangos quien encontró los manuscritos y ordenó llevarlos a Madrid sin dar parte a las autoridades legales, ni civiles ni religiosas. El Beato fue iluminado en dos etapas, antes y después de que Almanzor incendiara Suso. En las imágenes, tres escenas del Apocalipsis de San Juan. A la izquierda, 'El Cordero sobre el Monte Sion', con el Agnus Dei y cuatro personajes que tocan la vihuela de arco. En el centro, 'El Cordero y los Cuatro Vivientes', ilustración de corte mozárabe. A la izquierda, 'El Hijo del Hombre en la nube y el ángel con la hoz', de estilo románico.
Páginas del códice 31 y del códice 46 de la Real Academia de la Historia.. RAH

Glosarios de gran importancia filológica

Además de las Glosas, a la Real Academia de la Historia llegaron en 1851 dos glosarios, catalogados como los códices número 31 y 46. Son dos diccionarios enciclopédicos, escritos en latín, pero por cuyos resquicios asoma a veces el nuevo idioma. Así como en torno a las Glosas hay una vieja disputa en torno a su antigüedad real, el escriba del códice 46 tuvo la cortesía de apuntar la fecha de conclusión: lo acabó el 13 de junio del año 964. La investigación de los hermanos Claudio y Javier García Turza reveló la importancia de este glosario, con más de 20.000 entradas, que suponía un compendio del saber altomedieval. Las iniciales están adornadas con mimo y filigrana. En cuanto al códice 31, para los García Turza, que también lo investigaron, se trata del «diccionario enciclopédico latino más rico, más amplio y más pródigo en explicaciones» de cuantos se conocen. Aunque está incompleto, se conserva en buen estado de las letras A a la S. La mayor parte está escrito por un mismo copista en letra visigótica y debió de ser elaborado en la segunda mitad del siglo X, aunque no se puede concretar más su fecha. Además de estos códices, entre los manuscritos que custodia la RAH hay otras piezas de relevancia. Figura, por ejemplo, una copia de las célebres 'Etimologías' de San Isidoro de Sevilla –en realidad una agregación de tres libros distintos–, que también fue realizada en el año 946 y lleva incluso el sello del amanuense: un monje llamado Jimeno, que asegura haber hecho esa tarea en honor a San Millán.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad