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Las aulas riojanas se quedaron vacías un 11 de marzo. Jonathan Herreros

El cole, un año después

Este jueves se cumple un año de la clausura preventiva de los colegios por la pandemia. 80.000 alumnos desde Infantil a la universidad ya no regresaron a las aulas en todo el curso

Carmen Nevot

Logroño

Martes, 9 de marzo 2021

Tal día como este miércoles hace un año, una circular del entonces consejero de Educación, Luis Cacho, corrió como la pólvora entre toda la comunidad educativa. En una decisión inédita, y con los primeros casos de coronavirus en La Rioja copando los titulares de la prensa regional y nacional, ordenaba el cierre de todos los centros educativos de la región a partir del día siguiente. El 11 de marzo del 2020, cuatro días antes de que se decretase el primer estado de alarma y el confinamiento domiciliario de todos los españoles, los alrededor de 80.000 alumnos desde Infantil a la universidad de esta comunidad no debían regresar a las aulas y lo que en principio parecía que iba a ser cuestión de un par de semanas se fue alargando en el tiempo.

Conforme se fue fraguando la pandemia en nuestra región, que en esos primeros días de marzo se había convertido en el epicentro en España del que entonces todavía se llamaba virus de Wuhan, profesores y estudiantes fueron conscientes de que había que convivir con aquella situación extraña, inédita y desconcertante. Lo que todavía no sabían era que, salvo para refuerzo, los colegios no volverían a abrir ese curso.

Transcurrieron los días y el caos inicial que supuso el traspaso forzado de la enseñanza presencial a la 'on line' dejó de ser un caos, en algunos centros más que en otros, y tabletas, ordenadores, móviles, 'Meeting', 'Zoom'... se fueron normalizando como herramientas habituales para lograr un punto de encuentro entre alumnos y profesores. Esas eran las nuevas aulas virtuales que tristemente evidenciaron la brecha digital. No todos los alumnos eran iguales o mejor, no todos los alumnos tenían la misma oportunidad de seguir el curso por falta de medios. Administración y centros se encargaron en muchos casos de paliar ese déficit y con la ayuda de Cruz Roja repartieron a domicilio dispositivos, como tabletas, para al menos intentar que nadie se quedara atrás. Las jornadas laborales de los docentes eran interminables y los equipos directivos se embarcaron en el diseño de planes de contingencia específicos para cada colegio que tuviera en cuenta las medidas necesarias para contener la entrada del virus. Distancia de seguridad, gel hidroalcohólico, toma de temperatura a la entrada, mascarillas a partir de los 6 años, acceso escalonado para evitar aglomeraciones... Una obra de ingeniería.

Desde Madrid se diseñó un plan de desescalada y el 26 de mayo, un día después de que se pusiera en marcha la fase II, reabrieron las aulas para los alumnos a partir de cuarto de Primaria, no antes, y solo para refuerzo. Faltaba un mes para un fin de curso, las exigencias para el aprobado se relajaron y, salvo excepciones, nadie repitió.

Tras el verano, que permitió cierto respiro, el 7 de septiembre abrieron los colegios para iniciar un nuevo curso. Se priorizó la presencialidad y así sigue, y hoy docentes y directores reconocen que aquellos meses han pasado factura a un buen puñado de estudiantes riojanos que sufren las secuelas académicas y emocionales de un cierre que llegó como la pandemia: como un tsunami.

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