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Estela Martínez Cabezón, profesora Secundaria de Lengua y Literatura en La Enseñanza, estaba dando clase ese 10 de marzo. Sobre las 13.30 horas «entró la jefa de estudios y leyó la circular que había enviado la Consejería. Ese momento fue superdesconcertante con un ... poco de incredulidad y de sorpresa». «Los chavales -cuenta- tenían alegría porque se iban a casa, pero era una alegría muy rara, como con un poco de de miedo. Todavía me sigue costando pensar en aquel momento».
Los dos o tres días siguientes fueron de adaptación a una velocidad de vértigo. El google classroom «nos salvó -reconoce- porque era una manera de estar con ellos». No obstante, había otra gran preocupación: que nadie se quedara atrás. No era cuestión de recursos. «El mayor recurso es el emocional y el humano y aquí se han podido dar 'tablet', pero eso no suple el contacto humano y lo que necesitaban era eso. En el momento en el que se consiguió que se supieran acompañados y asesorados la cosa fue un poco para adelante».
Aquello tuvo secuelas académicas pero «nada que no se pueda solventar». Ahora bien, «a nivel emocional y afectivo, sí que hemos notado, sobre todo al principio, que era un ambiente de temor, de mucha cautela». Con el tiempo, se han acostumbrado al ritual anti COVID y «esta nueva normalidad nos está permitiendo avanzar».
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