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La muerte de la pequeña jarrera Carolina Corral en la habitación 404 del hotel Los Bracos será juzgada como asesinato. Y lo será porque el Juzgado de Instrucción número 3, que investiga el caso, cree que hay indicios suficientes como para acusar de ello a ... la madre de la pequeña, Adriana Ugueto, bajo custodia desde el mismo día de los hechos, el día 27 de enero.
Hay más indicios, pero el juzgado ha tomado la decisión después de conocer el resultado de la autopsia y de los análisis químicos efectuados en el cadáver de la pequeña. Esos análisis confirman, «sin ninguna duda», que en el cuerpo de la niña había Lormetazepam, el principio activo del medicamento Noctamid, un somnífero.
Es el mismo somnífero que se encontró en el bolso de la abuela, Olga Febles, que se suicidó ese mismo día tirándose al Ebro.
Con esta decisión, las diligencias previas se convierten en un Procedimiento de Tribunal del Jurado, por lo que será un tribunal popular el que juzgue a Adriana Ugueto. La madre está en prisión incondicional.
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Pero para eso aún falta. Ahora, las partes deberán comparecer ante el órgano competente para fijar su versión de los hechos y solicitar que se efectúen las diligencias que se estimen convenientes.
Cuando se celebre ese juicio, si es que llega, se podrán empezar a contestar los innumerables interrogantes de un caso que conmovió a toda la sociedad riojana como muy pocos lo ha hecho, porque en realidad muy pocas veces ha ocurrido algo así en la comunidad.
Se sabe, por ejemplo, Adriana Ugueto y su madre Olga Febles, estaba pasando una muy mala racha sentimental y económica: acababan de tener que cerrar la tienda de ropa que regentaban en Miranda de Ebro, y la madre denunció haber sido objeto de una estafa en la que habría perdido 100.000 euros.
Adriana y el padre de la niña, Javier Corral, estaban separados desde poco tiempo después de nacer la pequeña. El padre, que tenía la custodia de la niña, denunció hasta cuatro veces ante la Guardia Civil de Haro que Adriana no entregaba a la niña a tiempo. La última, en la noche del pasado domingo, 26 de enero. Nadie, ni él ni los agentes que le atendieron, sospechaban lo que estaba pasando.
Ese día, a media mañana, Olga, Adriana y la pequeña Carolina pidieron una habitación en el hotel Los Bracos, en Logroño. En la casa que las dos mujeres compartían en Haro habían dejado unas cartas, hasta siete según algunas fuentes, en las que insinuaban su intención de suicidarse, aunque no daban indicios claros de querer llevarse por delante a la pequeña Carolina.
Olga no estuvo mucho tiempo en el hotel. Dejó Los Bracos entre las 14 y las 16 horas, y desde ahí se pierde su pista. Su cuerpo apareció en El Ebro, junto al Parque de La Ribera, en la mañana del martes. No se conoce aún la hora de su muerte, pero sobre el terreno algunos miembros del equipo de rescate especulaban con que probablemente se arrojó al río en la noche de ese mismo domingo en su bolso, un medicamento: el somnífero Noctamid, el mismo cuyo principio activo se ha encontrado en el cuerpo de su nieta muerta.
En la habitación quedaron, pues, Carolina y Adriana. Hay 20 horas de hueco en esa historia, entre la salida de la abuela y la llamada de un vecino del hotel a los servicios de emergencia, sobre las 9:30 de la mañana del lunes: en la ventana de una habitación de Los Bracos había una mujer «en actitud suicida». Los agentes que llegaron se encontraron, efectivamente, a Adriana con cortes leves en los brazos. Y a la niña muerta en la cama, tapada con una manta.
Adriana bajó hasta la ambulancia por su propio pie, justo cuando los periodistas empezaban a aparecer, atraídos por las ambulancias y los 'zetas' en la puerta. Allí se mantuvo vigilada hasta que, el mismo lunes por la tarde, la Policía decidió detenerla, aún ingresada en Psiquiatría. El alta médica llegó el jueves, y de ahí Adriana pasó a la Comisaría, al Juzgado y, finalmente, a la cárcel.
Punto y seguido, veredicto provisional: Adriana Ugueto mató presuntamente a su hija. En la cárcel, protegida contra el suicidio, la única protagonista viva de esta terrible historia espera, sabiendo ya que tendrá que enfrentarse, probablemente, a un jurado popular.
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