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Tantas emociones. Cientos de jarreros acompañaron con el corazón encogido a la familia paterna de la niña Carolina. Era viernes, pero no un viernes cualquiera en los alrededores de la Basílica de la Virgen de la Vega. Víspera del fin de semana, pero el ... silencio imperaba entre la peregrinación de vecinos, amigos y familiares que ocupaban sus asientos bajo los frescos que pintara Francisco Zorrilla. Policía Local y Protección Civil se encargaron de cortar las calles aledañas por las que se acercaban todos aquellos que querían entrar en el templo. Flores en recuerdo de la pequeña presidían el altar. Del Ayuntamiento de Briñas, de la ciudad de Haro, de San Felices de Bilibio y 'de tu profe' se podía leer en las cintas que atestiguaban el cariño infinito que siempre acompañara a Carolina.
La ceremonia, austera y solemne, estuvo presidida por tres sacerdotes que trataron de paliar con sus palabras lo que no tiene explicación. Ya lo dijo el oficiante: «Ayúdanos señor a entender los designios que no entendemos».
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Los bancos y las naves laterales se llenaron para dar testimonio de una solidaridad infinita hacia Javier Corral, un padre que contuvo sus emociones hasta el final de la misa, momento en el que se desbordaron todos los sentimientos acumulados durante los últimos diez días. Acompañado por sus familiares más directos recibió, entre besos y abrazos, el pésame de prácticamente todos los asistentes.
En los bancos de alrededor, amigos y compañeros de trabajo mostraban su abatimiento en un momento tan íntimo.
La liturgia funeral fue breve pero sentida. El sacerdote ofreció la misa «por el descanso eterno de Carolina y rezamos por todos los niños inocentes que mueren en el mundo». «Carolina –añadió– que seas nuestra intercesora con el padre y te pedimos perdón por nuestra falta de amor. Que descanses en la paz del Señor».
El acto se celebró sin gran despliegue mediático y los rostros conocidos, entre ellos el de la alcaldesa de Haro, Laura Rivado, se confundían con los de sus paisanos en un aliento común.
Finalizada la misa y tras recibir las muestras de pésame, los vecinos fueron abandonando la basílica y se arremolinaron en el pórtico para compartir impresiones. Todavía quedan muchas dudas por resolver a la espera de la autopsia definitiva y de que las investigaciones avancen para esclarecer el papel que jugaron tanto su madre, Adriana Ugueto, como su abuela, Olga Febles, en el fallecimiento de la pequeña en la habitación del hotel logroñés Los Bracos.
No ha sido el último recuerdo a la niña. El domingo y el lunes se oficiarán sendas misas en su parroquia que completarán diez días enmarcados por el homenaje que cuatro mil jarreros le dedicaron el martes 28 de enero en la céntrica plaza de la Paz de Haro.
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