Cruise, Ford, Neeson... Hollywood no jubila a sus estrellas Héroes de acción pasados los 60: el superpoder de los abuelos
Pasan los años, pero no hay quien jubile a los grandes héroes de acción. Tom Cruise, Harrison Ford, Liam Neeson, Stallone, Schwarzenegger... abuelos casi todos ellos, pasan de los 60 y, lejos de pensar en jubilarse, están dispuestos a morir con las botas puestas.
Hasta que el cuerpo aguante, parece ser el lema de esta especie en extinción: los grandes héroes del cine de acción. Son actores, como mínimo sexagenarios, que personifican mejor que nadie un género que, sin apenas renovación, ha conseguido mantener el interés de los espectadores y los productores desde los años 80. Son, digamos, valores seguros.
Harrison Ford es el caso más longevo, al frente a sus 80 tacos de la quinta aventura de Indiana Jones, cuya quinta entrega se estrena este julio. Eso sí, con truco, ya que Disney (propietario de la saga desde 2013) ha creado especialmente para él una tecnología (Face Re-Aging Network) que rejuvenece sus expresiones faciales.
Veinte años más joven que Ford, lo que Tom Cruise sigue haciendo a los 60 tampoco es moco de pavo. Conocido por su inclinación a prescindir de especialistas que lo doblen en escenas arriesgadas, en la séptima entrega de Misión Imposible (también para julio) el actor ha rodado, con éxito, una de las escenas más peligrosas de la historia del cine. Se trata de un salto en moto al vacío y a gran velocidad para el cual Cruise –daredevil lo apodan, por su arrojo, en Hollywood– entrenó durante más de tres meses.
Ya en su película anterior, Top Gun Maverick, mantuvo en vilo a los productores al empeñarse en pilotar un F-18. A pesar de tener licencia para volar desde 1994, se impuso al final el criterio de la Armada de Estados Unidos y no lo hizo. Insistió, sin embargo, en quedarse en la cabina como copiloto durante algunas acrobacias y tomas aéreas de lo más peligrosas.
Mitos del género como Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger también siguen en sus trece. Triunfaron armados hasta los dientes en los 80, convertidos en paradigmas del 'comando de un solo hombre' en cintas como Rambo y Terminator, y llevan desde entonces –salvo durante la pausa del segundo para gobernar California– protagonizando a piñón fijo productos para adictos a la adrenalina. Y así siguen.
Hace pocos meses, Stallone, que en julio cumple 77 años, estrenó Samaritan, en la que volvía a sus viejos hábitos de repartir puñetazos y mamporros a patadas. Y Schwarzenegger, con quién el italoamericano se disputó el trono de la acción en los 80, también mantiene sus heroicas apariciones en la pantalla a pocos meses de alcanzar los 75 años.
Tras regresar a su más célebre personaje en 2019 con Terminator: Dark Fate, estrenará este año la explosiva Kung Fury 2, secuela de un oscuro mediometraje sueco de artes marciales al que Hollywood ha decidido darle color. Es decir, todo indica que jubilarse es un verbo que ambos veteranos se resisten a conjugar.
No son los únicos. El británico Liam Neeson también profundiza a sus 70 años en el cine adrenalínico, inclinación que acentuó, curiosamente, una vez cumplidos los 60. Tras años labrándose una lustrosa hoja de servicios a las órdenes de directores como Steven Spielberg, Neil Jordan, Woody Allen o Martin Scorsese, Neeson comenzó a interpretar papeles de esos que exigen dominio cum laude de todo tipo de armas y golpes de artes marciales, generando una verdadera ráfaga de títulos de esos que exageran los clichés del género. El año pasado fueron, incluso, dos de una tacada.
Por similar camino transita Denzel Washington a sus 68 años. Ganador de dos Óscar y tres Globos de Oro, el actor que ha dado vida a Malcolm X o a Rubin 'Huracán' Carter, y que protagonizó películas como Philadelphia, estrena en unos meses la tercera parte de su exitosa saga The Equalizer.
Si hasta Jeff Bridges se ha apuntado al género, a sus 73 años. Tras sobrevivir a un cáncer y al covid, su primer proyecto fue The Old Man, serie con aires de thriller en la que interpreta a un retirado agente de la CIA obligado a retomar su oficio. Unos y otros, como se ve, parecen decididos a hacer suya aquella añeja máxima que propone morir con las botas puestas antes que jubilarse.
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