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Viernes, 31 de Enero 2025, 11:40h
Tiempo de lectura: 4 min
Sensores infrarrojos que predicen caídas antes de que ocurran; sistemas de inteligencia artificial que detectan el dolor analizando 'microexpresiones faciales'... La IA ha comenzado a implantarse en las residencias geriátricas del Reino Unido y abre un debate que se extenderá al resto de Europa. Por ahora, solo está al alcance de las residencias de alto standing, donde una habitación cuesta unos 7500 euros al mes.
Pero los expertos se preguntan si la atención automatizada es el camino que deberá recorrer la Seguridad Social, desbordada por la escasez de personal y el envejecimiento de la población. De ahí que las start-ups hayan convertido el Reino Unido en un banco de pruebas. La británica Ally Cares, la noruega RoomMate y la belga Nobi han desarrollado sistemas de monitorización en las habitaciones. Si detectan que un residente se levanta de la cama o muestra un movimiento inusual, envían una alerta al personal. Ya han logrado una reducción drástica de las caídas.
La detección del dolor es otro de los retos: cuatro de cada cinco residentes lo sufren, pero no pueden comunicarlo si padecen alguna demencia. Hasta ahora, el personal ha dependido de listas de verificación, que evalúan signos como susurros, gemidos... Pero es un sistema subjetivo y, a menudo, un mero ejercicio burocrático. Aplicaciones de IA como PainChek cuantifican el dolor mediante el análisis facial.
España también se enfrenta a un desafío demográfico: según el Instituto Nacional de Estadística, de los 48 millones de habitantes actuales, casi 10 millones tienen más de 65 años. Para 2030, con la llegada masiva de los baby boomers a la jubilación, esta cifra se disparará por encima de los 14,5 millones.
En algunas residencias, las gafas de realidad virtual ya se aplican a la rehabilitación: los ancianos mueven un pedalier con las manos mientras reman en un lago; esta misma tecnología permite transportarlos a los pueblos de su infancia, lo que estimula la memoria. Y la plataforma española Kwido ha exportado sus herramientas de teleasistencia, valoración automática y estimulación cognitiva a una docena de países.
¿La experiencia británica solo es un anticipo del futuro? «La tecnología nos permite ser más humanos, no menos», argumentan los defensores. Los críticos, sin embargo, se lamentan de que no se deje elección a los mayores. Si normalizamos la vigilancia algorítmica y el cuidado automatizado en residencias, ¿qué nos impide extender este modelo a otros grupos vulnerables? Como señala Henry Collingham, investigador de la Universidad de Northumbria «Una buena manera de evaluar la ética de estas tecnologías es preguntarnos: ¿cómo nos sentiríamos si se usaran en una escuela? Si tu hijo estuviera en una excursión y hubiera un robot supervisándolo por la noche, en lugar de profesores haciendo rondas, ¿estarías conforme?».
Sensores infrarrojos monitorizan el sueño y detectan cualquier movimiento inusual, desde levantarse a deshoras hasta la inmovilidad prolongada en la cama. RoomMate ha desarrollado estos sistemas de vigilancia que evitan que los cuidadores tengan que hacer rondas nocturnas.