Harrison Ford El regreso de Indiana Jones «No me gustaría volver a ser joven. Fue estupendo, pero estoy contento con mi edad. ¡Podría estar muerto y sigo aquí!»
Harrison Ford vuelve a ser Indiana Jones… a sus casi 81 años. Y sigue siendo tan auténtico como siempre, dentro y fuera de la pantalla. Hablamos con él sobre los retos de la edad y de sus inicios, cuando se ganaba la vida haciendo chapuzas en las mansiones de los ricos.
Viernes, 30 de Junio 2023, 11:35h
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Cumplidos los 80 años, todos los trabajos son un regalo, reconoce Harrison Ford. Pero es que, en su caso, no es un trabajo puntual; es que no para de trabajar. Acaba de estrenar una nueva entrega de Indiana Jones, y después de protagonizar con Helen Mirren la serie 1923 a principios de año, ahora coprotagoniza Terapia sin filtro. «Me encanta el trabajo, la camaradería, hacer las cosas en equipo, la energía creativa, incluso la presión. Y últimamente me he topado con una mina de muy buenos guiones. Por eso estoy trabajando tanto».
XLSemanal. Señor Ford, en Indiana Jones y el dial del destino vuelve a tener el aspecto que tenía en 1981… Es un shock cargado de nostalgia para el espectador. ¿Para usted también?
Harrison Ford. No, a mí simplemente me pareció fascinante ver lo mucho que está avanzando el arte del rejuvenecimiento en el cine. Ya no resulta tan artificial como antes. No es un truco de Photoshop, es mi cara de entonces, yo era así hace 35 años. La gente de Lucasfilm recopiló todo el metraje que habían rodado conmigo en aquella época, incluso los fragmentos que nunca llegaron a revelarse, y luego hicieron que un programa de inteligencia artificial usara todo ese material para generar imágenes nuevas. Pero, en el fondo, solo funciona porque la historia lo pide. Porque visualmente no es real, pero emocionalmente sí que lo es.
XL. ¿No le gustaría volver a ser aquel tipo joven que fue?
H.F. No, no miro atrás de esa manera. Estoy contento con mi edad. Ser joven fue estupendo. Pero, maldita sea, también podría llevar ya un montón de tiempo bajo tierra y aquí sigo, trabajando.
XL. ¿Le preocupa lo que pueda pasar cuando ya no pueda controlar esas imágenes artificiales de sí mismo?
H.F. ¿Sabe lo que me importa eso a mí? ¡Me importa un bledo! [Se ríe a carcajadas, con esa inimitable risa de Indiana Jones].
XL. ¿Siente algo especial cuando vuelve a ponerse el sombrero de Indiana Jones? ¿O es solo un sombrero más...?
H.F. Por favor, cómo que solo un sombrero más… ¡Es un sombrero muy especial!
XL. ¿Y el mismo después de todos estos años?
H.F. El mismo no, digamos que solo igual. Los fabricantes han ido cambiando, los sombrereros de hoy en día tienen tendencia a ir a la quiebra a pesar de todos mis esfuerzos por hacerles publicidad. Pero no importa, en cuanto me pongo el sombrero, el personaje reaparece, está ahí al instante.
XL. Hace 15 años, usted y yo nos sentamos en este mismo hotel y hablamos sobre la cuarta entrega de la saga de Indiana Jones. Uno de los temas principales de aquella conversación fue el riesgo de lesionarse o romperse algo, un tema que seguro que no ha perdido relevancia, ¿verdad?
H.F. Mismo tema, huesos más desvencijados. A estas alturas ya me he roto casi todo alguna vez, ahora simplemente empieza un ciclo nuevo. No, en serio, esta vez me hice un desgarro en el músculo subescapular el segundo día de rodaje. Hubo que pararlo todo hasta que volví tras la operación.
XL. ¿Percibe preocupación en su familia?
H.F. Lo que percibo es otra cosa muy distinta: mi desgracia parece provocarles cierta alegría maliciosa.
XL. ¿Cuando estaba tumbado en el quirófano pensaba: esta ya sí que es la última vez, se acabó? Dicho de otra manera, ¿habrá más películas de Indiana Jones?
H.F. No sé qué pasará. Primero vamos a ver cómo va esta película. Puede ser un punto final, está en la propia historia. Pero también puede no serlo. Pero una cosa sí le puedo prometer: si hay una entrega más, le garantizo que no será dentro de otros 15 años.
XL. El creador de Indiana Jones, Steven Spielberg, no quiso participar en esta entrega. ¿Durante el rodaje estaba siempre presente la pregunta: cómo lo haría Steven?
H.F. No. Quiero decir, la influencia de Steven, su impronta, está por todas partes, la película también es un homenaje a su figura. Nos dio un montón de buenos consejos y está contento con el resultado, lo que significa mucho para nosotros. Pero Indiana Jones y el dial del destino tiene su propia personalidad, y es la de James Mangold. Es su película.
«Concibo el trabajo en el cine como el de carpintero. No hay que dar algo por terminado hasta que la parte artesanal esté bien hecha. Al final, todos somos artesanos»
XL. Sin embargo, si la cámara pudo filmar su torso de octogenario sin camisa fue solo porque usted quiso…
H.F. La idea era mostrar vulnerabilidad, y sí, cierto, fue cosa mía. De hecho, en aquel momento era vulnerable, por culpa del hombro no había podido entrenar como habría sido lo normal. Quería mostrar la vulnerabilidad de ese hombre que se despierta en un sillón, en ropa interior y con un vaso en la mano. Esa escena nos hace ver que tiene problemas, y nos ahorra seis páginas de diálogos.
XL. ¿Qué resulta más difícil a su edad: tener un aspecto 15 años más joven o caminar como si tuviera 15 años menos?
H.F. Lo de caminar, sin lugar a dudas.
XL. Robert De Niro también interpreta en El irlandés a un hombre muchos años más joven de lo que es en realidad. ¿Se siente metido en una competición con él para ver quién supera mejor la rigidez de cadera?
H.F. Por desgracia, todavía no he visto su película. Admiro mucho a Bob y adoro las películas de Martin Scorsese, pero de esta no puedo decir nada. Lo que sí le puedo decir es que desde el primer momento tuve muy claro que, para meter al viejo Indie en una aventura en la que tiene que volver a correr para salvar la vida, hacía falta el concurso de fuerzas muy poderosas. A ser posible, en forma de una mujer joven y muy inteligente.
«Tuve que esperar mucho tiempo a que la suerte saliera a mi encuentro, pero ese día llegó. Entré en un círculo de verdaderos genios»
XL. Y en la película la hay. ¿Tenía algún deseo especial sobre quién debía interpretarla?
H.F. Cuando leí el guion, se me vino enseguida un nombre a la cabeza: Phoebe Waller-Bridge. La había visto en la serie Fleabag y me encantó desde el primer momento. Así que llamé a Kathleen Kennedy, nuestra productora, y se lo comenté. Y me contestó: estuve comiendo con ella hace un par de días, ya se está leyendo el guion. Algunas ideas son tan evidentes que al final todo el mundo cree que han sido suyas. Indiana Jones tenía que renovarse a través de una relación que ya no estuviera cargada de erotismo, sino que funcionara de otra manera más profunda.
XL. Según cuenta su leyenda, de joven, el trabajo como actor no le daba para sacar adelante a su familia, así que tenía que trabajar de carpintero. ¿Qué le enseña a uno esa experiencia?
H.F. Un carpintero ve los ángulos torcidos antes de que los vea el cliente. Concibo el trabajo en el cine de la misma manera. No hay que dar algo por terminado hasta que la parte, digamos, artesanal esté bien hecha. Aunque haya que rodar una toma más o apretar a los guionistas. ¡Hagamos las cosas bien, equipo! En última instancia, todos somos artesanos, todos llegamos al rodaje con nuestra caja de herramientas. Puede que de vez en cuando se cuele algo de arte en lo que creamos, pero el nuestro no deja de ser un trabajo artesanal. Aunque admito que es el mejor trabajo del mundo.
XL. ¿Cómo se hizo carpintero?
H.F. Tengo cinco hijos. Dos de mi primer matrimonio, dos del segundo y un chico con Calista [su actual esposa, Calista Flockhart]. Los dos primeros crecieron en una casa en Hollywood Hills que compré hace 40 años por diez mil dólares de la época. Era todo el dinero que teníamos, y el sitio estaba hecho una ruina, así que me puse a aprender carpintería por mi cuenta y empecé a reformarlo.
XL. ¿Y luego?
H.F. Un amigo mío era ingeniero de sonido y trabajaba para Sérgio Mendes. El gran músico brasileño estaba buscando a alguien para transformar su garaje en un estudio de sonido. Me planté en aquella soberbia casa en Encino y Sérgio Mendes me enseñó todo de arriba abajo, pero no se le ocurrió preguntarme si alguna vez había hecho algún trabajo parecido. En fin, que me puse manos a la obra. Y ahí estaba yo, subido al tejado con un libro sobre montaje de cerchas que había sacado de la biblioteca. También contraté a varios obreros, profesionales de verdad, me enseñaron un montón. Y la cosa salió bien. Luego empezaron a llamarme otros ricachones.
XL. Entre ellos, un director de casting que estaba buscando rostros nuevos para George Lucas. El resto ya es historia.
H.F. Sí, tuve que esperar mucho tiempo a que la suerte saliera a mi encuentro, pero ese día acabó llegando. Conseguí entrar en un círculo de personas con un talento increíble, verdaderos genios, digámoslo con todas las letras. Y no me echaron de una patada a pesar de que al principio no estuve a la altura ni siquiera de mis propias expectativas. Si vuelvo la vista atrás, no hay más que agradecimiento. Muchos talentos nunca llegan a salir a la luz, lo que es un desperdicio terrible; simplemente no se da ese momento en el que todo encaja. De todos modos, cuando el momento se da, tienes que estar preparado para hacer bien tu trabajo. La suerte sola no basta.
XL. ¿Sigue habiendo en pie trabajos suyos de carpintería de aquella época?
H.F. Sí, a eso quería ir antes. Al final, en nuestra primera casa en Hollywood, construí una cocina estupenda. La casa la vendí después, una casa de diez mil dólares por un millón... Un buen negocio, ¿no le parece? Un día, uno de mis hijos vio que la casa volvía a estar en el mercado. La alquiló y se instaló en ella, en parte para darme una sorpresa. Así que, 40 años más tarde, me vi de nuevo en aquella cocina que había levantado con mis manos. Nada estaba suelto, nada se había caído, nada se había agrietado. No había ni una puerta torcida ni un cajón que se atascase. Ni siquiera la habían vuelto a pintar.
XL. ¿Su obra maestra?
H.F. No se ría, aquella cocina podría ser mi obra maestra, sí.
© Süddeutsche Zeitung
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