Secciones
Servicios
Destacamos
A. Azpiroz / D. Chiappe
Lunes, 26 de febrero 2024
José Luis Ábalos (Torrent, Valencia, 1959) afronta con el 'caso Koldo García', según ha admitido él mismo, el trance más difícil de una larga carrera política no exenta de ellos. Una carrera donde lo fue casi todo -secretario de Organización y ministro- sobre la ... cabalgadura de Pedro Sánchez y trabajando para el partido que ayer le repudió públicamente por contaminarse con la presunta corrupción de su ex hombre de confianza y al que él ha devuelto el golpe quedándose en su escaño adscrito al Grupo Mixto. Ábalos fue uno de los pocos dirigentes que se mantuvieron fieles a Pedro Sánchez cuando sus propios barones y la vieja guardia del partido apostaron por Susana Díaz una vez que esta, artífice de la victoria del diputado madrileño raso en las primarias de 2014, se enfrentó a él y le defenestraron de la secretaría general en el convulso comité federal del 1 de octubre de 2016. La historia posterior es conocida. El que entonces era el repudiado renunció al liderazgo del PSOE y a su acta en el Congreso, pero cogió su coche para recorrerse las casas del pueblo a lo largo y ancho del país a fin de convencer a los militantes de que tenía un proyecto de partido; aquella campaña acabó con su segundo triunfo en las primarias de 2017. Los incondicionales que le acompañaron en esa travesía fueron pocos. Adriana Lastra, Santos Cerdán, Margarita Robles... y Jose Luis Ábalos, al que los suyos acaban de enseñar la puerta de salida.
Sánchez tiró del 'Manual de resistencia' que escribiría después: primero recuperó el mando en Ferraz y, apenas un año más tarde, desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa en la moción de censura de junio de 2018. El nuevo presidente premió a sus más fieles. Ábalos fue nombrado primero secretario de Organización del PSOE y después ministro de Fomento y de Transportes (la denominación posterior), el departamento en el que se fraguó el 'caso Koldo' y que ha arruinado su carrera política ocurra lo que ocurra. Koldo García Izaguirre, el hombre de confianza del exministro, el que custodió dos días con sus noches los avales que Sánchez presentó ante el partido para enfrentarse Susana Díaz en las primarias.
Noticia relacionada
Mateo Balín
Todo había empezado tiempo atrás. Ábalos y Sánchez se conocieron en el Congreso en 2009, cuando ambos se estrenaban como parlamentarios, pero su relación se afianzó cuatro años después, con el roce personal en los pasillos de la Cámara baja. Su hoy todavía jefe era portavoz en la comisión de Cambio Climático y el que sería su escudero, el de la de Medio Ambiente». Desde que Sánchez hizo pública su ambición por liderar el partido, el exministro apostó por él con fe ciega y comenzó a organizar sus actos públicos.
«Fue un exitazo», dice una fuente que le conoce desde sus primeros tiempos en Valencia. «Ábalos tenía fama de 'aparatero', porque siempre ha tenido cargos orgánicos del partido». Desde entonces estuvo siempre acomodado a la derecha del líder del PSOE, a los mandos de aquella ejecutiva en Ferraz que acabaría dando el salto inimaginable a la Moncloa. Hasta que Sánchez perdió su confianza en él y le relevó de todos sus cargos tanto en el Ejecutivo como en el partido en medio de la crisis de Gobierno de julio de 2021. Una salida nunca lo suficientemente explicada que se ha terminado convirtiendo en munición para las sospechas de la oposición de que el presidente, frente a lo que negó según estalló el 'escándalo Koldo', sí estaba al corriente de las turbulencias en el ministerio cuando apartó a su titular.
Su mayor embrollo como ministro fue su reunión en enero de 2021 con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez. Ocurrió en el aeropuerto de Barajas durante una escala en Madrid del avión en el que viajaba la número dos del régimen bolivariano. Rodríguez tenía prohibida la entrada en el espacio Schengen. Aún así, Ábalos acudió a recibirla en un coche oficial que conducía el propio Koldo García. No obstante, el Tribunal Supremos no encontró en la actuación del exministro ningún tipo de delito tras una querella contra él presentada por Vox.
Aficionado a la música latina, especialmente los vallenatos, la salsa, el merengue, el tango, entre otros estilos heterogéneos, baila «si la ocasión y la persona son propicias», en confesión propia. Otra de las pasiones del exministro hoy caído en desgracia es la lectura. En su biblioteca de más de 5.000 libros, ninguno «dañado ni sucio», tiene sitio preferente la literatura también latinoamericana, de García Márquez a Juan Gabriel Vásquez, en prosa, y de Gabriela Mistral a Ida Vitale, en poesía.
Trabajó en países sudamericanos, primero como director general de Cooperación en la Generalitat valenciana (1989-1992) y después con una ONG propia (Fiadelso). «Le he visto muchas fotos ayudando a la gente a pie de terreno», dice alguien que conoce esa etapa de su vida. En una de esas imágenes aparece en una costa con peto azul y casco de obrero, con su complexión de boxeador de pesos pesados, retirado ya del ring y de los gimnasios. Así se ganó fama de «arremangarse» y de «controlarlo todo» que le encumbró a la sombra de Sánchez. Tanta amistad trazaron uno y otro que el presidente del Gobierno fue en quien confió para defender en la tribuna su moción de censura a Rajoy, una intervención en la que Ábalos reconoció haber formado parte de las Juventudes Comunistas.
«Los cambios de versión son impropios de José Luis», dijo de él hace unos años uno de sus amigos, con una definición añadida sujeta a examen a tenor del episodios de estos días de tormenta. «Esos errores no encajan con él, que suele ver venir los problemas y los evita. Con los adversarios, él no es de encararse con dureza, ni recurrir a la agresividad verbal. Nunca ha sido de buscar el cuerpo a cuerpo». Su estilo es otro, descibía entonces esa fuente, más cercano a un «particular sentido del humor». El exministro ha tirado de tablas políticas para reivindicar su honradez frente a las imputaciones que señalan a quien era, literalmente, su sombra por algo tan nauseabundo como lucrarse con dinero público mercadeando con mascarillas en lo peor de la pandemia. Ni el juez Moreno ni Anticorrupción le han acusado de nada. Pero en el partido sí le habían aleccionado de que su relación con García no iba por el buen camino.
Graduado en magisterio en la Universidad de Valencia, con su voz rasposa de fumador, Ábalos gusta de combinar la ironía («Le agradezco el tono, es lo más suave que he escuchado en todo este tiempo»), el populismo («¡Soy valenciano a mucha honra!») y el dominio del escenario: «Tengo el oído muy fino», frenó su discurso de moción de censura a Rajoy para mirar fijamente a un diputado sentado en la bancada del PP, cuyo comentario destacó del barullo y pareció molestarle.
La impronta malhumorada ante el acoso mediático sorprende a quienes le conocen, no así su rápida recuperación, con un relato pulido que sigue su propio consejo, pregonado entre la militancia: al llegar al poder, la principal obligación es «defenderlo». «Yo vine para quedarme y no me echa nadie», señaló Ábalos en una ocasión que ha acabado siendo premonitoria de hasta dónde ha llevado su órdago con Sánchez por el 'caso Koldo'.
Después de muchos años como hacedor en la sombra, el hijo del novillero Carbonerito, cuando la familia se mantenía gracias a una pequeña tienda, llegó a controlar las directrices gubernamentales y un ministerio clave en los presupuestos. Ha estado casado con tres mujeres distintas -la última, policía local en un pueblo de Valencia- y es padre de cinco hijos de edades entre los 38 y los cinco años. Nieto de guardia civil y abuelo él mismo, Ábalos, dueño de algunos secretos en una vida política dilatada y azarosa, «de tonto no tiene ni un pelo».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.