Mi sargento... ¿o era mi general? Guía para reconocer los uniformes que hemos olvidado

En una sociedad cada vez más desmilitarizada, los rangos militares son una incógnita para muchas personas, pero el sistema identificativo resulta clave en la milicia

Martes, 23 de julio 2024, 09:37

Los uniformes son la segunda piel de los soldados. Un lienzo de fondo multicolor que, para los iniciados, supone una carta de presentación muy detallada de cargos, historias y méritos. Sin embargo, en una sociedad cada vez menos militarista y dos décadas después de la supresión del servicio militar obligatorio, los profanos solo pueden admirarse de una incomprensible galería cromática llena de divisas y bordados.

Pero la tela habla para el que sabe escucharla. Y, a pesar de las complejidades y especificidades de la indumentaria castrense, no hace falta acudir a una academia militar para entender un poco esos uniformes que cubren todos los ámbitos de la vida de sus portadores (de etiqueta, gala, diario…) y suponen el «reflejo externo de la pertenencia a un colectivo, que en el caso de las Fuerzas Armadas adquiere una singular importancia dado que todas las actividades de sus miembros se desarrollan vistiendo el uniforme militar». Palabra de BOE. En total hay nueve tipos de uniformes y tres modalidades (para tiempo frío, templado y cálido), como estos del Ejército de Tierra.

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Lo primero y más obvio (y que habita en el subconsciente de la sociedad habitualmente por vía cinematográfica) es que la uniformidad de las Fuerzas Armadas españolas brilla por su diversidad. Por ejemplo la Marina se asocia al azul y al blanco, el caqui es el santo y seña del Ejército de Tierra mientras que el azul y el gris se relacionan con el Ejército del Aire. También los cuerpos comunes (jurídicos, interventores, médicos, enfermeros, veterinarios, farmacéuticos...) cuentan con su idiosincrasia. Pero para eliminar las primeras dudas a la hora de diferenciar uno u otro cuerpo lo más sencillo es fijarse en el emblema. Eso no falla.

La cruz de Santiago en un águila y bajo una corona representa al Ejército de Tierra; el ancla dorada dentro de un óvalo negro es el de la Armada; las alas pertenecen al Ejército del Aire y, como cuerpo de carácter militar, cabe recordar a la Guardia Civil, con sus fasces y su espada. Eso sí, en los uniformes también pueden lucir emblemas de las diferentes armas y cuerpos. Lo que debe quedar claro es que los emblemas tienen sus lugares para colocarse: desde la gorra hasta el pasador de corbatas, por ejemplo. Nada queda al azar.

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Pero los emblemas representan solo la 'carta de presentación'. En la milicia hay escalafones: militares de tropa (soldado, cabo, cabo primero y cabo mayor), suboficiales (sargento, sargento primero, brigada, subteniente y suboficial mayor), oficiales (alférez, teniente, capitán, comandante, teniente coronel y coronel) y oficiales generales (general de brigada, general de división, teniente general, general del Ejército y capitán general). Había un viejo chiste en los cuarteles en el que se recomendaba a los reclutas novatos que no reconociesen las divisas de un superior a tratar al interfecto de general: más valía pasarse de largo que degradar. Pero eso no es más que una mala broma.

El Ejército reclama precisión y que, con un solo vistazo, los interlocutores se reconozcan el grado, puedan dirigirse el uno al otro y también sepan qué pueden esperar (quién manda y quién obedece, por ejemplo). Por eso las divisas son tan importantes: son la representación gráfica de una escalera de ascensos que lleva desde el soldado (o marinero) hasta el capitán general, cargos que en los tres cuerpos ostenta el Rey. Pero eso es otra historia a desgranar por partes.

Uniformes, símbolos, divisas, escudos... son parte de un complejo mundo que cuenta con especialistas y profundos conocedores, aunque aproximarse a sus rudimentos está al alcance de cualquiera.

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