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Nada que parecía tan simple se ha tornado más complicado. Los 15 diputados cosechados por el PSOE en las elecciones autonómicas del 26M no solo daban por hecho el cambio de presidencia a favor de Concha Andreu sino que los dos votos precisos ... para completar la mayoría socialista eran los que había obtenido Unidas Podemos. El mismo socio preferente que de inmediato expresó su disposición a facilitar el desalojo del PP del Palacete tras 24 años sin más requisito que una garantía de políticas progresistas.
Los hechos matizaron las palabras, pero ni siquiera el giro de Podemos al exigir sentarse en el futuro Consejo de Gobierno pareció óbice. La primera parte del acuerdo se selló in extremis para dar al PSOE la presidencia del Parlamento, con IU ocupando un asiento en la Mesa de la Cámara, y dejando la segunda parte del pacto rehén de una frase de Francisco Ocón al final de aquel pleno:un gobierno de coalición es un gobierno de coalición.
El divorcio entre Podemos e IU que llevó a las partes a ejercer por separado (Henar Moreno dio su apoyo a cambio de sellar medidas programáticas), la llegada desde Castilla-La Mancha de mediadores presuntamente ajenos a Pablo Iglesias, la exigencia de disponer de tres consejerías y la tensión entre los líderes nacionales para consensuar una alianza análoga a nivel estatal enturbiaron el clima hasta desaguar en el 'no' de Raquel Moreno a Andreu que frustró el intento de investidura en julio. Un fracaso trufado de acusaciones mutuas de soberbia y algo más inflamable que las críticas o el dilema entre aritmética y proporcionalidad:el riesgo de una virtual repetición electoral en noviembre donde el bloque de izquierdas podría no reeditar una mayoría suficiente.
Mientras el resto de comunidades autónomas han encontrado salida a sus propios laberintos, las partes implicadas en La Rioja se emplazaron a este ecuador de agosto para reactivar las conversaciones y dejar de ser la excepción en España. La reanudación del diálogo que se oficializó el lunes continuó este martes en una intensa jornada de trabajo en la que apenas se paró para el almuerzo y prevé prolongarse con el 16 de septiembre como fecha límite trae adjunta dos noticias. La buena: el hecho mismo de volver a sentarse a una mesa con espíritu de continuidad sin cerrar por lo tanto definitivamente todas las puertas (las negociaciones «avanzan», coincidieron ayer en decir las dos protagonistas); la mala: las persistencia del reparto del poder entre Podemos y PSOE como principal elemento de fricción.
A diferencia de las fallidas negociaciones a principio de verano en las que fueron trascendiendo a cuentagotas detalles del diálogo, el mutismo impera en esta nueva fase. Entre sonrisas forzadas, requiebros a la prensa apostada ante el Parlamento y obviedades lanzadas al vuelo durante los recesos de cada encuentro como la intención de Podemos de someter el acuerdo (si se concreta) al refrendo de sus bases, queda por ver si el PSOE accede a que el Consejo de Gobierno presidido por Andreu no sea monocolor. Si en la fotografía del futuro Ejecutivo en la escalinata del Palacete de Vara de Rey aparece algún consejero morado o su representación se limita a segundos niveles de gestión.
Este martes las convesaciones se han prolongado hasta las 21.00 horas aproximadamente y ambas partes se han citado para continuar con la negociación este miércoles.
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