La anomalía riojana (y española)

En el caso navarro, Chivite se dispone a recuperar para el PSOE el Ejecutivo foral no sólo porque añade el solitario escaño de la franquicia navarra de Izquierda Unida y agrega los dos diputados de Podemos: también ha necesitado, para que le salieran las cuentas, agregar a sus 11 parlamentarios los 9 que aportan los nacionalistas de Geroa Bai, las siglas que defienden en Navarra el ideario del PNV, adaptadas a la singularidad de este territorio. En total, 23 escaños que superan en cuatro los que obtuvo la candidatura ganadora de las elecciones: Navarra Suma, que aglutina a las tres formaciones de la derecha (UPN, PP y Ciudadanos). La abstención de Bildu, la fuerza heredera de Batasuna que encarna al independentismo vasco, facilitaría un nuevo Gobierno foral.

Una componenda semejante a la registrada en Aragón. Allí, el PSOE fue la lista más votada el 26M, pero con sus 24 diputados se situaba lejos de la mayoría absoluta y veía cómo la alianza de las tres fuerzas de la derecha (PP, Cs y Vox) sumaba 31 escaños. Necesitaba por lo tanto el PSOE incorporar el apoyo no sólo de las fuerzas situadas a su izquierda (Podemos-Equo e IU, que suman seis escaños), sino también de las dos formaciones regionalistas: CHA y PAR, cada cual con tres diputados. Gracias a su respaldo, Lambán será de nuevo presidente.

Y La Rioja, ¿para cuándo? Se ignora. Los negociadores, tal y como anunciaron, se han ido de veraneo. Dejarán que madure un acuerdo a escala nacional entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, verán cómo evoluciona el caso de Madrid (la otra región sin Gobierno) y volverán en septiembre. Si traen los deberes hechos, quedará contestada esa pregunta.