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Estados Unidos ha empezado 2025 con una preocupación del pasado. El atentado terrorista que sufrió el 1 de enero Nueva Orleans, donde murieron 14 personas en un atropello múltiple, ha devuelto al país el temor a las acciones de Estado Islámico -al que el autor ... de la matanza juró lealtad aunque el grupo aún no ha reivindicado el crimen- tras casi siete años de silencio. Pero la masacre perpetrada por Shamsud-Din Jabbar, abatido por la Policía, ha abierto también un gran interrogante: ¿Cómo gestionará Donald Trump la seguridad nacional en su regreso a la Casa Blanca? Los elegidos por el republicano para ocupar puestos clave en la materia (Inteligencia, FBI, CIA...) representan, por ahora, la única pista al respecto, y el magnate parece que ha preferido la lealtad de los nominados hacia su figura frente a la experiencia.
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Trump, en plena cuenta atrás para la investidura, que se celebrará el 20 de enero, tiende a reducir los desafíos de seguridad nacional -y otros problemas- a la «epidemia» de inmigración ilegal y sin control que, según él, soporta el país. La prueba es que el pasado día de Año Nuevo, de manera apresurada, sin apenas datos, responsabilizó a los migrantes del atentado, que luego se supo había sido cometido por un exmilitar estadounidense. Habrá que ver si los nominados para acompañarle en la próxima legislatura -pendientes todavía de ser ratificados- siguen su estrategia o se desvían de su camino al asumir sus respectivos cargos.
Uno de los principales puestos desde donde abordar las amenazas exteriores, y también domésticas, que sufre EE UU es la secretaría de Seguridad Nacional. El republicano se ha decantado por Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, para estas funciones. Se trata de una mujer, ganadera de profesión, que en 2021 anunció el envío de la Guardia Nacional a la frontera con México por la «crisis» migratoria pese a que su Estado no comparte territorio con el país azteca. Tomó la misma medida otras dos veces más. Con ello se ganó la atención de Trump, quien ha asegurado que utilizará estas tropas para ayudar en las deportaciones de migrantes.
Con todo, Noem es vista como la figura más moderada entre los representantes del ala más radical de los republicanos que formarán parte del nuevo Gobierno de Estados Unidos. Ella tendrá entre sus manos una secretaría de gran calibre, que incluye la protección fronteriza y costera del país y el servicio de inmigración -unas de las obsesiones de su jefe-, pero también la defensa nacional y civil.
El presidente electo ha pensado también en una mujer para otro de los pilares de la seguridad estadounidense: la dirección de Inteligencia. La excongresista demócrata de Hawái y teniente coronel en la reserva Tulsi Gabbard se pondrá al frente de las 18 agencias que manejan, tal vez, el material más delicado, incluidos el FBI y la CIA. Se trata en realidad de un Estado dentro del propio Estado. Su simpatía declarada hacia Rusia, su rechazo a la ejecución de intervenciones militares y operaciones encubiertas sin supervisión gubernamental y sus llamamientos para la reforma de las entidades que conforman la Inteligencia nacional han despertado cierta animadversión hacia ella. De hecho, diversas organizaciones han instado al Senado a que vete su designación.
Pero quizás lo que más preocupa de Gabbard es su falta de experiencia para gestionar un área gigantesca como Inteligencia, conformada por más de 100.000 funcionarios y un presupuesto que supera los 500.000 millones de dólares (unos 485.000 millones de euros). Pero si hay un personaje polémico en el organigrama de la seguridad nacional de la segunda 'era Trump', este es Kash Patel, antiguo fiscal y exasesor de Inteligencia durante el primer mandato del magnate, que ha sido elegido ahora para encabezar el FBI. Acólito incondicional del presidente electo, sus detractores señalan que instrumentalizará la Oficina Federal de Investigación para perseguir a los adversarios de su jefe, deseoso de rendir cuentas con quienes le han mostrado su antipatía durante los últimos cuatro años.
100.000 funcionarios
forman parte de la gigantesca área de Inteligencia en Estados Unidos, cuyo presupuesto supera los 500.000 millones de dólares (unos 485.000 millones de euros al cambio).
Al frente de la CIA -como en los otros casos, siempre que el Senado dé luz verde a la nominación- estará el abogado John Ratcliffe, cuya designación tranquilizó dentro y fuera de la agencia por su experiencia, aunque poca, de apenas unos meses, como director de Inteligencia en el tramo final de la primera etapa de Trump en la Casa Blanca. Es considerado más parte del 'establishment' que un 'outsider', y eso ya es bastante en comparación con otros nombramientos.
El magnate no oculta su desconfianza hacia los organismos de Inteligencia, cuya labor es esencial para alertar de cualquier amenaza al país, incluidos posibles atentados como el ocurrido hace cuatro días en Nueva Orleans. Sin embargo, en su opinión, la prioridad en estas agencias es su reforma -o la «limpieza», según sus propias palabras- para acabar con su «politización». Trump tiene una fijación especial con el FBI, después de que lanzara una investigación sobre su campaña electoral de 2016 -la que le llevó por primera vez a la Casa Blanca- por la supuesta injerencia rusa.
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