Nueva Orleans recupera la normalidad mientras el FBI alerta de más atentados

Allí, en la primera noche de 2025, el exmilitar estadounidense Shamsud-Din Jabbar arrolló a decenas de viandantes antes de ser abatido por la policía. Lo hizo en nombre del Estado Islámico y actuó solo, según el FBI. Y pudo ser peor. El presidente de EEUU, Joe Biden, desveló que el terrorista portaba un transmisor –que no activó– con el que planeaba detonar dos artefactos ocultos en neveras que había colocado en las cercanías de Bourbon Street. Mientras las autoridades investigan este suceso y también la explosión provocada horas después en Las Vegas por otro militar, que se suicidó, Nueva Orleans recoge a sus muertos y se prepara para el carnaval. Recupera su energía, ese ritmo chispeante que mezcla su pasado colonial francés y español con la memoria del esclavismo. Apenas dos días después de la matanza, el jazz tapó el eco de los gritos. «La gente ha demostrado así que no nos van a vencer», destacó Biden.

Bourbon Street amaneció con flores y velas en recuerdo de las víctimas. En las calles cercanas, la policía había colocado barreras de color amarillo para evitar ataques similares. La zona se llenó de agentes de seguridad, artistas callejeros y aficionados al fútbol americano que iban a acudir al partido de la Sugar Bowl entre la Universidad de Georgia y Notre Dame suspendido por la masacre. Cerca de 80.000 personas guardaron en el estadio un minuto de silencio. Luego volvieron el ruido y la emoción deportiva. Nueva Orleans empezó a recuperar la normalidad. Los bares y lugares de ocio del centro de la ciudad reabrieron pese a que a los vecinos aún les cuesta procesar lo sucedido.

El reloj no se detiene. Ni espera. El lunes está previsto el desfile de Juana de Arco en el Barrio Francés, antesala del Mardi Gras, el inicio de la temporada de carnavales. Antoinette de Alteriis, una de las organizadoras, declaró en la agencia AP que confía en reunir «a miles de personas». Nueva Orleans, urbe de calor pegajoso y gente divertida, se prepara también para la gran cita de febrero, la final de la SuperBowl. Intenta alejarse de la pesadilla desatada por Jabbar. Su hermano menor, Abdur-Rahim, confiesa que nada de lo sucedido le parece real. «Nunca hubiera creído que podía hacer algo así. Era tranquilo y educado», se extraña. Al parecer, atravesaba problemas económicos tras varios divorcios.

El FBI desbroza el camino que condujo a Jabbar a la radicalización islamista. El antiguo sargento mayor del ejército de EE UU, nacido en Texas, «se inspiró al cien por cien en Estado Islámico (ISIS)». Pero lo hizo sin despertar sospechas. No estaba incluido en ninguna lista de simpatizantes de grupos terroristas. Su metamorfosis es todavía un misterio. Según el periódico 'Times Picayune', de Nueva Orleans, se había convertido al Islam hace unos años. En 2024 subió a una plataforma digital varios mensajes en los que calificaba a la música como la «voz de Satán».

En la camioneta Ford con la que arrolló a los transeúntes portaba una bandera del ISIS y el detonador que no llegó a utilizar. Según el FBI, no era su plan inicial. En los vídeos que había colgado en las redes sociales antes del atentado, Jabbar desveló que se había planteado matar a su propia familia y a varios amigos. Pero lo desestimó porque los medios de comunicación iban a presentarlo como un «incidente entre creyentes e infieles», informó Christopher Raia, subdirector de la división antiterrorista del FBI.

Poco más se sabe de Jabbar. Un funcionario de la Administración estadounidense desveló que el exmilitar había viajado a Egipto en 2023 y que estuvo en El Cairo durante varios días. El pasado 31 de diciembre se trasladó desde Houston, donde residía, hasta Nueva Orleans al volante de la camioneta alquilada con la que acabó con la vida de 14 personas. Ahora, en paralelo a la investigación y sin olvidar la alarma lanzada por el FBI sobre el peligro de más atentados, la ciudad se recompone y vuelve a llenar de música y gente el escenario de la masacre.

El FBI insiste en que esta acción no tiene ningún vínculo con la explosión de un vehículo Tesla, fabricado por la empresa de Elon Musk, frente a la entrada del hotel de Donald Trump en Las Vegas. Como Jabbar, el autor de este atentado no había despertado sospechas. Matthew Livelsberger era un soldado de élite en activo que pertenecía a las fuerzas especiales de lucha antiterrorista. Cinco veces condecorado con la Estrella de Bronce. ¿Por qué alquiló un Testa, recorrió buena parte del país y se detuvo frente a la entrada del hotel del presidente electo en Las Vegas? «Era un tipo normal», le define una de sus vecinas, Cindy Helwig.

Durante el pasado verano colgó un fotografía con su hijo recién nacido. Sonreía. Varios medios estadounidenses aseguran que era simpatizante de Trump. Y aunque no había presentado ningún problema de conducta en sus casi veinte años de servicio, según 'The Wall Street Journal', en una de las últimas entrevistas sí que se detectó que atravesaba una crisis en la relación con su esposa. La motivación de su último viaje es una incógnita. Aparcó, accionó el proceso de detonación retardada de los explosivos que llevaba en el maletero y se pegó un tiro en la cabeza con una pistola recién adquirida.