Shirin Salehi Mujeres iraníes 2 | Artista afincada en España «Ser mujer en Irán significa arrastrar un terror psicológico toda tu vida»
La artista iraní residente en España rememora su infancia y lo que significa ser mujer en la tierra de los ayatolás, una huella —dice Salehi— que «te provoca pesadillas aun cuarenta años después, aunque vivas en otro país».
Viernes, 14 de Octubre 2022
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Aún no había cumplido los 6 años cuando mi madre tuvo que colocarme un velo largo que me cubría el cuerpo sobre el uniforme de la escuela y así me volví invisible ese primer día del colegio. La recuerdo vistiéndome con mucha tristeza. Ella misma había tenido que cubrirse desde el cabello hasta los tobillos, desde que ocho años antes habían impuesto la obligatoriedad del velo al mes de la llegada del ayatolá Jomeini a Irán en 1979.
Aún no había aprendido a multiplicar cuando, jugando en el parque con mi padre, un policía de paisano se nos acercó y le reprochó que ya era lo suficientemente mayor para cubrirme fuera de casa. No había terminado la primaria cuando comenzaron las interrupciones en nuestras clases para revisarnos físicamente y llamar a nuestros padres si llevábamos algo de color bajo el velo, algún zapato llamativo o algún objeto inmoral como casetes de música o revistas occidentales.
Todavía estaba en primaria cuando supe que la herencia de nuestro abuelo no se dividió a partes iguales entre sus hijos y que mi madre recibió la mitad que mis tíos por ser mujer. No tardé mucho en saber que, si me atropellaban y me moría en un accidente de tráfico, la indemnización que se pagaría a mi familia sería la mitad que la de un hermano mío. Tampoco tardé en saber que, cuando fuera mayor, mi testimonio valdría la mitad que el de un hombre en el juzgado.
Supe en primaria que mi madre no podía viajar sola sin el permiso de mi padre, no podía alquilar una casa si se divorciaba y que no podría trabajar fuera de casa si él así lo decidía. Nos habían repetido en el colegio que las niñas nos quemaríamos en el infierno si se nos veía el cabello por fuera del velo y, os aseguro, ninguna niña de 8 años querría arder en el infierno. Estábamos aterradas.
A todas estas leyes aberrantes había que añadir la omnipresencia de la 'Policía de la moral': en cada esquina, en cada barrio, un furgón acechaba para detenernos por nuestra forma incorrecta de llevar el velo y el manto largo que nos cubría el cuerpo. Eran los tiempos de la guerra contra Sadam Huseín, otro tirano criminal, y mientras el país se consumía en una guerra de ocho años, el régimen se dedicó a hacer una limpieza ideológica fusilando y ahorcando a cientos de presos políticos. Haber nacido y crecido en el Irán de los ochenta significa llevar dentro un terror psicológico que arrastras toda la vida y te provoca pesadillas aun cuarenta años después, aunque vivas en otro país.
Con los años, la sociedad iraní cambió y aumentaron las luchas y campañas por los derechos humanos, pero siempre fueron ahogadas violentamente. Mis jóvenes hermanas hoy siguen saliendo a las calles, son detenidas y golpeadas, apaleadas hasta morir.
Las cárceles de Irán están hacinadas con abogadas y activistas de derechos humanos, defensoras medioambientales, poetas, directores de cine, escritores, estudiantes, profesoras y los mejores físicos e ingenieros por no colaborar con el régimen. ¿Cómo hacer llegar la hondura de esta tragedia, de la angustia que conforma la vida de las iraníes, a quienes no conocen otra cosa que la democracia?
«En el colegio nos habían repetido que las niñas nos quemaríamos en el infierno si se nos veía el cabello por fuera del velo. Estábamos aterradas»
Masha Amini tenía toda la vida por delante. La detuvieron, la golpearon tanto que entró en coma y a los dos días murió, solo por no llevar el velo correctamente según lo que ellos dictaminan.
Durante 43 años, el régimen de la República Islámica ha robado la vida de muchísimas personas, hundiendo a la población en un duelo permanente. Raptaron no solo el espacio público, sino violando los privados: cualquier rincón íntimo les pertenece según sus leyes y normas. Hoy estamos cansadas y enfurecidas de tanto dolor, tanto miedo, tanta censura.
Desde la diáspora, con el corazón en Irán, preocupadas y desoladas, hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que estos momentos históricos de protestas no sean en vano.
Hago un llamamiento invitando a las ciudadanas y ciudadanos del mundo a apoyar a quienes luchan por la democracia y los derechos humanos en Irán.
Mujer, vida, libertad.
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