Svante Pääbo Premio Nobel de Medicina «Los humanos modernos tenemos más en común con los neandertales que entre nosotros»
Svante Pääbo es el nuevo premio Nobel de Medicina... como lo fue su padre. ¿Un gen investigador tal vez? no, por desgracia, no lo hay, dice este experto en genética. Lo que sí hay es un gen neandertal que hoy puede ser letal para los humanos. En la pandemia se cobró un millón de vidas.
Viernes, 28 de Octubre 2022, 10:50h
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A sus 67 años, Svante Pääbo es uno de los investigadores más respetados por sus hallazgos en el campo de la evolución humana. Se lo considera el fundador de la paleogenética, que se ocupa del análisis de la información hereditaria extraída de fósiles o restos prehistóricos. De origen sueco, Pääbo dirige desde hace 25 años el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania).
XLSemanal. Enhorabuena por el Nobel. ¿En qué idioma le habló su interlocutor desde Estocolmo?
Svante Pääbo. En sueco. Y eso me escamó un poco. Aquí, en el Max Planck, tenemos un empleado sueco, y pensé que podría haberle pedido un amigo que me gastara una broma. Pero enseguida vi que no, que la llamada era auténtica.
XL. ¿De verdad no se la esperaba?
S.P. No, no me la esperaba. No hay un Nobel de Investigación Evolutiva, así que ya me había hecho a la idea de que a mí no me lo darían nunca.
XL. ¿Qué significa este galardón para su disciplina?
S.P. Es una noticia estupenda para la paleogenética, que empezó casi como un pasatiempo, un hobby que al principio me valió algunas burlas. Pero ahora hay muchos grupos de investigación en todo el mundo estudiando el ADN antiguo.
XL. ¿Sus investigaciones representan un beneficio para la humanidad, como exige el testamento de Alfred Nobel?
S.P. Admito que lo que impulsa nuestro trabajo es la curiosidad. Lo que hacemos es comparable con una excavación arqueológica, solo que excavamos en el genoma. Aunque nuestro trabajo sí que puede ser de alguna utilidad.
«Los neandertales y los humanos modernos coexistieron en paz durante 60.000 años. Y ocurrió en Oriente Medio. ¡Qué aleccionador!»
XL. ¿En qué sentido?
S.P. Por ejemplo, el estudio de los genes de los neandertales nos ha permitido confirmar que estos aumentan el riesgo de desarrollar un cuadro grave de coronavirus.
XL. ¿Cómo concluyeron eso?
S.P. Al comienzo de la pandemia, un consorcio internacional investigó qué variaciones genéticas del ser humano podían influir en el nivel de riesgo de los contagiados. Enseguida se vio que el cromosoma 3 tenía un papel muy destacado. Una variación concreta en una región de ese cromosoma duplicaba el riesgo de fallecimiento de la persona infectada y, cuando lo estudiamos a fondo, nos sorprendió constatar que procedía de los neandertales.
XL. ¿Así que los genes de los neandertales pueden resultar letales 40.000 años después de su extinción?
S.P. Exactamente. En torno a un millón de los fallecimientos durante la pandemia van a la cuenta de esta variante neandertal.
XL. Aunque el Premio Nobel se entrega en Suecia, raramente se le concede a un científico sueco. La penúltima vez que un compatriota suyo recibió el de Medicina fue hace 40 años... y el galardonado era precisamente su padre, Sune Bergström. ¿Fue un incentivo?
S.P. No. Mi padre nunca fue un factor especialmente importante en mi vida. Tenía dos familias, y nosotros éramos la secreta, no la oficial. Me crie con mi madre, mi padre solo se pasaba un rato de visita los sábados, a su otra familia le decía que se iba a trabajar.
XL. ¿Cómo recuerda la entrega del galardón a su padre?
S.P. Cuando se lo dieron, me alegré de estar estudiando en Uppsala y no en el Instituto Karolinska, donde él trabajaba. No llevaba su apellido y muy poca gente sabía que éramos familia.
XL. ¿Le costó ocultar sus vínculos familiares?
S.P. No, en realidad, no. Lo que me costaba era aceptar que su hijo oficial no supiera de nuestra existencia. Tuvimos varias discusiones fuertes sobre el tema. Una vez llegué a amenazarlo con buscar a su otra familia y contarle la verdad. Mi padre dijo que de acuerdo, que les hablaría de nosotros, pero nunca llegó a hacerlo.
XL. ¿Que un padre y un hijo reciban el Nobel no le hace pensar que hay algún tipo de causa hereditaria, una especie de gen del Nobel?
S.P. No. Los factores sociales son mucho más importantes. Mi madre tuvo una influencia mucho mayor sobre mí. Era química y me inculcó estima y respeto por la ciencia. Es probable que sí que haya algún condicionante biológico para ser un buen investigador, pero lo tiene mucha gente. Y el hecho de que alguien desarrolle esa habilidad lo determina sobre todo el entorno en el que ha crecido. También podría haber sido piloto, era otro de mis sueños. Si mi madre me hubiese animado a seguir ese camino, tal vez hoy estaría trabajando en Lufthansa.
XL. ¿A lo largo de su carrera ha vivido algún 'momento eureka'?
S.P. Si tuviera que citar un momento concreto, sería aquel día de finales de 1996 en que uno de mis doctorandos en Múnich me llamó y me dijo que en el hueso de un neandertal había encontrado un ADN muy parecido al humano, pero que con toda seguridad no era de un ser humano moderno. Y de repente lo vi claro: ¡por primera vez teníamos un fragmento de material genético de un humano extinguido!
«Durante la pandemia vimos que una variación del cromosoma 3 duplicaba el riesgo de fallecimiento de la persona infectada. Esa variación procede de los neandertales»
XL. Necesitó 14 años para poder presentarle al mundo el genoma completo del neandertal. Poco antes tuvo otro momento clave...
S.P. Sí. Otra vez, uno de mis doctorandos me llamó porque había encontrado un ADN que no había visto nunca. Lo había secuenciado en un hueso de un dedo encontrado en Siberia, y todo indicaba que se había topado con una ramificación del árbol genealógico humano que se remontaba muy atrás. En principio pensamos que se trataba del Homo erectus [hasta la fecha no se ha hallado ADN de este ancestro], lo que habría supuesto una verdadera revolución, pero se comprobó que pertenecía a un individuo emparentado con los neandertales y al que hoy conocemos como hombre de Denísova.
XL. ¿El descubrimiento del denisovano, celebrado en 2010 como una sensación científica, para usted fue una decepción?
S.P. Yo no lo diría con esas palabras, pero sí, al final resultó que no era lo que nosotros habíamos pensado.
XL. ¿Qué le ha permitido averiguar el genoma neandertal?
S.P. Sobre todo, que las diferencias con el nuestro no son muy grandes. Hemos encontrado que entre los humanos actuales y los neandertales o los denisovanos hay unas 30.000 diferencias. Pero para que se haga una idea, entre dos humanos actuales, por ejemplo, entre usted y yo, hay unos tres millones de diferencias genéticas.
XL. ¿Cómo dice? ¿La diferencia entre el humano moderno y el neandertal es mucho menor que entre usted y yo?
S.P. Lógicamente, estamos hablando solo de las 30.000 diferencias con los neandertales que compartimos todos los humanos actuales.
XL. ¿Entonces son más significativas que los tres millones que nos diferencian a usted y a mí?
S.P. Exacto. O mejor digámoslo así: entre esas 30.000 diferencias probablemente se ocultan unas pocas que son realmente muy significativas. Forman la base biológica de lo que hace al humano moderno lo que es. Y nos encantaría identificarlas.
XL. ¿Qué es lo que ha descubierto sobre ellas hasta la fecha?
S.P. Hemos empezado buscando en las más sencillas. Hay en torno a un centenar de ellas.
XL. ¿Y? ¿Ya son capaces de decir lo que hacen esas diferencias con los neandertales?
S.P. Le pondré un ejemplo: hemos podido comprobar que esta modificación hace que las células madre neuronales del hombre moderno puedan multiplicarse mejor. Por lo tanto, se forman más neuronas a lo largo del proceso de desarrollo cerebral.
«Mi padre no fue un factor importante en mi vida. Tenía dos familias; nosotros éramos la secreta. Nunca le dijo a la oficial que existíamos»
XL. ¿Eso quiere decir que el ser humano moderno tiene más neuronas que el neandertal? ¿Que es el más inteligente de los dos?
S.P. No necesariamente. Para afirmar algo así, tenemos que investigar si las variaciones genéticas características del ser humano moderno implican un cambio de conducta. Para ello queremos introducirlas en ratones y observar si estos actúan de otra manera en contacto con sus congéneres, si pueden realizar mejor alguna tarea o si presentan algún otro rasgo llamativo.
XL. ¿Al final podrán decirnos por qué el ser humano moderno se impuso frente al neandertal?
S.P. Espero contribuir a la respuesta. De todos modos, no soy amigo de ese tipo de afirmaciones. Llevan a una argumentación fascistoide: el que se impone y 'gana' en la lucha por la supervivencia pasa a ser considerado 'mejor'.
XL. Cuando el ser humano moderno salió de África hace 120.000 años y se adentró en Eurasia, se encontró con los neandertales o los denisovanos. ¿Cómo fue el encuentro?
S.P. Lo que podemos decir con toda seguridad es que las distintas formas humanas se mezclaron entre ellas y que los niños con un progenitor humano moderno y otro neandertal se integraron con éxito en la comunidad. Cada vez hay más indicios de que los neandertales solo desaparecieron porque fueron asimilados por unas poblaciones mucho mayores de humanos modernos.
XL. ¿Qué indicios son esos?
S.P. Hemos comprobado que un número sorprendentemente elevado de los humanos modernos que vivían en Europa hace 40.000 años eran parientes muy cercanos de los neandertales. Por lo tanto, todo apunta a que los humanos modernos se emparejaron con neandertales con frecuencia. Es probable que a lo largo de los milenios fueran llegando constantemente nuevos emigrantes procedentes de África, de tal manera que al final los neandertales fueron absorbidos genéticamente.
XL. ¿Eso quiere decir que los neandertales no se extinguieron, sino que siguen entre nosotros?
S.P. Sí, en cierto modo es así. Si tomamos el conjunto de la población mundial, al menos la mitad del genoma neandertal, incluso el 60 o el 70 por ciento, sigue presente en algún lugar de los humanos actuales. En ese sentido, es cierto que los neandertales no se extinguieron, están en nosotros. Se habla de extinción porque la morfología del neandertal, esto es, su constitución esquelética típica, ya no existe.
XL. ¿De verdad fue un proceso pacífico o fue sangriento...?
S.P. Sobre eso, los genes no nos cuentan nada. Pero si nos fijamos en la brutalidad con la que los seres humanos se masacran en los conflictos actuales es difícil no pensar que se cometió un genocidio contra los neandertales. Por otro lado, hay indicios de que se dio una coexistencia pacífica. En el Levante, por ejemplo, se han encontrado huellas de la presencia del humano moderno de hace 120.000 años, mientras que las últimas huellas de los neandertales son de hace 60.000. Eso sugiere que coexistieron en paz durante 60 milenios... y en Oriente Medio, qué aleccionador.
XL. ¿Ha reflexionado sobre cómo le va a cambiar la vida el Nobel?
S.P. No, pero sí puedo decirle que en estos primeros días me la ha trastocado completamente.
XL. Es probable que ahora le pidan opinión sobre multitud de temas fuera de su campo...
S.P. Intentaré resistirme. Si te piden tu opinión constantemente, al final acabas pensando que vale más que la de los demás. Espero evitarlo.
XL. Su trabajo se centra en qué es lo que hace humano al ser humano. Eso debería permitirle responder a la pregunta de por qué somos tan proclives a la guerra...
S.P. Quizá pueda aportar algún elemento para la reflexión, pero es importante insistir en que la biología solo aporta un armazón sobre el cual construimos nuestra cultura y nuestra sociedad. Si de lo que se trata es de afrontar los grandes desafíos de nuestro tiempo, debemos buscar respuestas políticas, éticas y culturales. Siempre les digo a mis estudiantes que, si queremos impedir que los coches atropellen a nuestros hijos, no deberíamos esperar a que surja una mutación nueva que haga que los niños tengan miedo de los coches. Mucho mejor es enseñarles que tienen que mirar a ambos lados antes de cruzar la calle.
@Der Spiegel
El ADN por descubrir
430.000 años. Este es, hasta ahora, el ADN más antiguo que se ha podido secuenciar. Lo hizo el Instituto Max Planck, con Svante Pääbo al frente, pero los restos se hallaron en Atapuerca. «Nadie esperaba que se pudiese encontrar ADN mitocondrial y nuclear en fósiles tan antiguos», explica José María Bermúdez de Castro, codirector de las excavaciones de Atapuerca.
«La Sima de los Huesos tiene un sedimento muy muy fi no que quedó cubierto completamente por una 'lápida' de carbonato cálcico. Permaneció en unas condiciones de temperatura y humedad constantes que permitieron que se conservara el ADN. Pero normalmente no se conserva más allá de los 100.000 años».
La gran duda ahora es: ¿cabe la posibilidad de ir más allá, de encontrar restos más antiguos de especies como el Homo erectus? La esperanza está en la paleoproteómica, la rama de la paleogenómica que busca pistas en las proteínas, que necesitan de ADN para construirse. «Podría obtener resultados con restos de un millón o dos de antigüedad –recalca Bermúdez de Castro–. Y se está haciendo, pero son proyectos muy jóvenes. En cinco o seis años se avanzará muchísimo». Pero habrá que esperar un poco todavía.
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