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Nathan Anderson y sus 'informes bomba' El justiciero que aterra a los ricos de Wall Street: «Cualquier basura de empresa se revaloriza un 1000 por cien»

Lo llaman ‘el último hombre cuerdo de Wall Street’. Tiene 38 años y sus concienzudos informes destapan malas prácticas y delitos de compañías hasta entonces respetables y boyantes. Nathan Anderson se ‘forra’ cuando alguno de los titanes del mercado cae. Y, de paso, hace justicia, dice.

Viernes, 02 de Junio 2023

Tiempo de lectura: 6 min

En Wall Street ya no se respeta a los tiburones. El último en caer ha sido el multimillonario Carl Icahn, un mito que hizo su fortuna en los noventa, cuando los escualos infestaban el mercado y acudían al olor de la sangre de las empresas con dificultades. Este tiburón ha sido devorado por Hindenburg Research, el fondo de inversiones cuyos informes temen los más poderosos. El mordisco que se llevó Icahn Enterprises en mayo fue de aúpa: sus acciones han caído casi un 50 por ciento. «Icahn ha estado usando el dinero obtenido de nuevos inversores para pagar dividendos a antiguos inversores», sentenció Hindenburg en un memorando.

Dicho en plata, había creado una estafa piramidal o esquema Ponzi. «Creemos que Icahn ha cometido un error clásico: asumir demasiado apalancamiento (endeudarse para invertir) ante pérdidas sostenidas; una combinación que rara vez acaba bien», concluía. Icahn se defendió diciendo que su cuenta de resultados hablaría por sí misma, pero, por el momento, el mercado no le ha creído.

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El más rico de Asia: Gautam Adani. Su pasarela de pagos Block fue criticada por falta de celo a la hora de supervisar las identidades de sus usuarios. Block amenazó con un litigio.

Icahn solo es una muesca en la culata de Hindenburg, que en 2023 ha apuntado muy alto. En marzo atacó a Jack Dorsey, cofundador de Twitter y director general de Block, una empresa de pagos a la que acusó de hacer la vista gorda ante los depósitos fraudulentos. Para probarlo, Hindenburg mostró que era posible abrir cuentas en nombre de Donald Trump y de Elon Musk, y que Block enviaba tarjetas de crédito a los impostores sin comprobar la identidad. En enero, Hindenburg puso en su objetivo al multimillonario indio Gautam Adani, al que acusó de fraude y manipulación de los mercados.

Adani llegó a ser la segunda fortuna mundial en la lista Forbes, cuando adelantó a Jeff Bezos. Hoy ocupa el puesto 24, después de ver como se volatilizaba más de la mitad de su patrimonio. Adani calificó el informe de «desinformación selectiva».

Todo comenzó con un camión

¿Pero quién está detrás de Hindenburg? Un inversor estadounidense llamado Nathan Anderson, de 38 años. 'El último hombre cuerdo de Wall Street', como lo llama la revista New York Magazine. «Actúo por curiosidad y por principios. Ningún sistema puede sostenerse con esta escala de estafas. El mercado está loco. Una empresa puede dispararse un 1000 por ciento, incluso si es una completa basura», explica Anderson, quien se considera un activista, que es como se conoce a cierto tipo de inversores que se toman la justicia por su mano.

Desde luego no es un inversor al uso, de los que ganan dinero cuando las acciones suben. Anderson es un vendedor en corto. Estos inversores toman posiciones en empresas poco sólidas o sospechosas y se benefician cuando el precio de las acciones baja. Para ayudarlas a caer, publican investigaciones en foros y redes sociales.

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El gran tiburón: Carl Icahn. Legendario tiburón de Wall Street, ha perdido casi la mitad de su fortuna desde que, en mayo, Hindenburg publicó que practica un esquema Ponzi, una estafa piramidal. Icahn lo niega.

La fama de Hindenburg comenzó a labrarse con un camión que no tenía motor. Un empresario llamado Trevor Milton lo colocó en lo alto de una colina y lo dejó rodar cuesta abajo. La pendiente era suave y un cámara avezado tomó un plano que daba la impresión de que el camión circulaba por una de esas carreteras interminables de Estados Unidos.

El vídeo fue colgado en la cuenta de la start-up de automoción Nikola, alardeando del éxito de la primera prueba de un camión propulsado por hidrógeno que iba a revolucionar la transición energética. Corría el año 2018. Miles de inversores picaron. Nikola llegó a tener una capitalización bursátil superior a la de Ford. Pero Nathan Anderson sospechó que había gato encerrado. Y comenzó a investigar.

Anderson, además de fundador y propietario, por aquella época era el único empleado de Hindenburg Research, una consultora que toma su nombre del infausto desastre del dirigible que se incendió en 1937, ocasionando la muerte de 36 personas. «Fue una catástrofe evitable. Casi cien individuos subieron a un globo lleno del elemento más inflamable del universo, a pesar de que docenas de aeronaves propulsadas por hidrógeno se habían incendiado», explica Anderson.

Hoy es el terror de Wall Street, pero entonces era un desconocido que trabajaba desde su apartamento neoyorquino (hoy, la sede de la compañía está en Florida), que compartía con su pareja y el bebé de ambos y al que el casero había enviado una orden de desahucio por impago del alquiler. En 2020, Anderson publicó un informe demoledor sobre el fabricante de camiones alegando que la empresa era «un fraude construido sobre docenas de mentiras».

El informe era tan detallado que la Fiscalía abrió una investigación. Y las acciones de Nikola cayeron en picado, desde 65 dólares hasta los 80 céntimos que valen hoy. En 2022, el director general de Nikola fue condenado por fraude.

"Hay que estar un poco loco"

Anderson se hizo millonario. Pero los vendedores en corto saben que pueden arruinarse con una sola operación, incluso si tienen razón y presentan pruebas sólidas de que la compañía contra la que apuestan está sobrevalorada y sus acciones deberían caer. «Después de todo, hay que estar un poco loco para apostar contra un mercado que ha demostrado ser impermeable a la inflación, a la inestabilidad de la cadena de suministro y a una plaga que ha matado a millones de personas», escribe el periodista Andrew Rice.

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El creador de Twitter: Jack Dorsey. Su pasarela de pagos Block fue criticada por falta de celo a la hora de supervisar las identidades de sus usuarios. Block amenazó con un litigio

Los inversores en corto no están bien vistos por los tradicionales, que quieren que los valores suban y la prosperidad se reparta. Anderson alega que su misión es destapar delitos y malas prácticas que, de otra manera, pasarían inadvertidos para los reguladores negligentes. Hindenburg se arriesga a demandas por difamación o a que los propios reguladores lo investiguen. También se expone a que le salga el tiro por la culata. «Muchos inversores prefieren que el mercado sea una especie de alucinación colectiva. Se ha convertido en un casino desconectado del mundo real», comenta Anderson, al que no siempre le sale bien la jugada.

Fue detrás de Tether Holdings, una empresa de criptomonedas. Incluso llegó a ofrecer una recompensa de un millón de dólares por información sobre si la criptodivisa en cuestión, el tether, estaba respaldada. Lo único que cosechó fueron mofas. También predijo que la compra de Twitter por parte de Elon Musk sería «un desastre absoluto». Musk ha hecho despidos masivos, pero no ha declarado la quiebra, como muchos preveían.

«El mercado se ha convertido en un casino. Una auténtica basura de empresa puede dispararse un 1000 por ciento. Actúo por principios»

¿Por qué Anderson va a contracorriente? Conviene bucear en su pasado. Creció en Connecticut, su padre era profesor y su madre, enfermera. Estudió Económicas. De familia judía, empezó a trabajar como intermediario en empresas que conectaban a personas adineradas con fondos especulativos. En 2014, un contacto le pidió que investigara un fondo llamado Platinum Partners.

Platinum gestionaba 1400 millones de dólares y declaraba rendimientos del 17 por ciento. Su mayor participación resultó ser una compañía petrolera investigada por una explosión en una plataforma. También tenían intereses en una aseguradora sospechosa de beneficiarse de la muerte de enfermos terminales. Anderson elaboró un documento de 67 páginas, pero sus clientes no le hicieron caso. «Estaba enfadado. Quería pararles los pies».

Buscó el consejo de Harry Markopolos, el analista que alertó sobre los tejemanejes de Bernie Madoff, que le presentó a un abogado para ayudarlo a preparar una presentación a la Comisión de Bolsas y Valores (SEC). Al cabo de unos meses, el FBI detuvo a los ejecutivos de Platinum, quienes fueron condenados por fraude.

La SEC debería haberle pagado una recompensa del 30 por ciento de las multas que recaudó como resultado de la información proporcionada, pero Anderson no recibió un dólar. Desde entonces, el primer beneficiario de las informaciones que consigue es él mismo.


¿Qué es apostar a corto?

Nathan Anderson es un inversor en corto: apuesta a que una acción se va a hundir. Para asegurarse, antes le lanza un 'torpedo' publicando un informe negativo sobre sus prácticas. No hace falta tener mucho dinero para ponerse en corto, el suficiente con el que pagarle a alguien para que te preste sus acciones, bonos… que vendes a un tercero a precio de mercado con el compromiso de recomprarlos en una fecha determinada. Si han bajado, te embolsas la diferencia. Pero, si suben, pagas el pato. La inversión en corto es más arriesgada que la tradicional, alcista, donde si inviertes 100 euros lo máximo que puedes perder son esos 100. Si alguien se pone en corto en una acción de 100 euros y la empresa se dispara en Bolsa, no hay límite para las pérdidas (por ejemplo, si sube hasta los 1000 euros, el inversor pierde 900 euros más el coste del préstamo).


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