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Miguel Bosé Por Juan Manuel de Prada «Creían que iban a anular mi carrera. ¡Qué ingenuos!»

Son grandes amigos y los une una admiración mutua. El escritor entrevista al artista con motivo de la publicación del libro Historia secreta de mis mejores canciones. Esta es una entrevista «a calzón quitado», confiesa Juan Manuel de Prada. Una conversación sobre la banda sonora de varias generaciones.

Viernes, 07 de Octubre 2022

Tiempo de lectura: 15 min

Tras sorprendernos con El hijo del Capitán Trueno, unas memorias de infancia y primera juventud maravillosamente escritas, Miguel Bosé nos desvela en su más reciente libro, Historia secreta de mis mejores canciones (Espasa), secretos de su biografía que dormían escondidos en la letra de hasta sesenta de sus composiciones. Asomándonos a la intrahistoria de esas canciones, que han sido la banda sonora de varias generaciones, podemos radiografiar la verdad humana de un artista total que, disfrutando de la gloria, ha tenido el coraje de aceptar el papel de maldito ante los biempensantes. Mil veces expuesto en la picota, Bosé sigue demostrándonos que, al ser vulnerable, es invencible. Tal vez porque, pese a los desengaños y las magulladuras, mantiene abierta una pequeña puerta, allá en los desvanes del corazón, dispuesta a seguir amando.


Juan Manuel de Prada. La primera canción que comentas en este libro, Mi libertad, de 1977, está llena de la expectación propia de aquel momento. ¿Crees ahora, tantos años después, que podemos decir que hemos recuperado la libertad? 

Miguel Bosé. Mi carrera nace con la Transición, soy bandera adolescente de un cambio político y de una España en un momento crucial. Toda una generación buscaba sus ídolos y en mí encontró ese lenguaje, esa actitud para arrancar a vivir. Esas pequeñas libertades que suman una gran libertad, y que están explicadas en la canción. Que en el fondo, cuando lees la letra, son cosas muy ingenuas, pero que había que peleárselas: la libertad de relacionarse, de tener las primeras relaciones sexuales… De admirar, en mi caso, a las señoras de avanzada edad. A todos los chicos de aquella época nos apetecía mucho la idea de relacionarnos con una señora un poco ya más entrada… en carnes y en edad. En mi caso era Raquel Welch, mi mito, pero para muchos eran las amigas o madres de nuestros compañeros de clase. Eran las primeras elucubraciones mentales, que nos procuraron momentos muy agradables en nuestras soledades de baño. Entonces, todas esas libertades se ampliaron. Gozamos de una democracia y todos pensamos que jamás se iba a perder lo conquistado. Es más, que lo conquistado era un peldaño para seguir subiendo. Pero no se sabe cómo, por arte de magia, recientemente hemos visto cómo, no muchas, muchísimas de esas libertades nos han sido de nuevo arrebatadas, interrumpidas y hemos dejado de gozar de ellas.

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J.M.P. Cuando dices «creo en ti», en tu célebre canción, estás hablando de tu fe en una persona concreta. ¿Sigue Miguel Bosé teniendo fe en las personas o, por el contrario, se ha vuelto una persona más esquinada y más erizada de púas, después de haber sufridos tantos desengaños? 

M.B. Soy un tamiz, una criba por la que ya sólo pasa la arena fina. En un principio, te fías de todo el mundo y con el tiempo, después de coces, ostias y palos, te das cuenta de que no puedes ser así. Uno piensa que el comportamiento de los demás es como el de uno mismo; y no. Hoy me fío de muy pocos, cada vez de menos. Con el tiempo, los amigos, las personas cercanas que entran a formar parte de lo que yo llamo la 'familia frecuencial', los que vibran en tu misma frecuencia y los que se sintonizan de manera total con uno, son cada vez más difíciles de encontrar. Y, sobre todo, se añade un 'factor pereza'. Con 66 años, explicar mi vida es mucho más largo que hacerlo cuando tenía 25 o 32. Con lo cual muchas veces no haces esfuerzo por abrir nuevas amistades.

J.M.P. En Que no hay, la canción de tu disco XXX, te refieres a la gente maligna que se regodea en el intento de hacerte daño y destruirte. Y utilizas una expresión paradójica muy hermosa: «Al ser vulnerable soy invencible»… 

M.B. Yo creo que la humanidad, que es la potencia más divina que tenemos, es quebrantable. Un samurái tiene sus puntos débiles. La honestidad no es decir: «Yo soy tan fuerte que lo puedo todo, soy tan fuerte que resisto todo, soy tan fuerte que no me rompo». No. Nuestra humanidad es quebrantable en muchos puntos. Y la fortaleza está en las partes que uno reconoce como debilidades. Te pongo un ejemplo: la ternura, que es un rasgo masculino, exclusivamente masculino, se da cuando el hombre se rompe y es capaz de llorar y, abrazado a la mujer, se convierte en el hijo de esa madre. La ternura es un cristal muy frágil. Y como todos esos puntos vulnerables, cuando los demás los rompen, se convierten en esa fortaleza que derriba los muros.

J.M.P. Han sido muchos los que han divulgado las calumnias más monstruosas o grotescas sobre ti. ¿No has padecido momentos en los te has sentido quebrar para siempre? 

M.B. Sí, claro que me he partido en mil pedazos. Porque estamos entrenados para muchos tipos de ataques y de venenos, pero cuando  se sobrepasa un nivel de maldad se hace inaguantable. Y el nivel de maldad que yo he tenido que sufrir en diversos momentos de mi vida ha sido insoportable y me he roto. Luego me he recompuesto, porque entra en acción esa falta de autocompasión que uno tiene y que dice: «Hombre, no, no van a poder conmigo». Y te recompones; y de cenizas haces de nuevo monumento, y de tripas haces corazón. Pero yo he tenido y tengo que soportar todavía muchísima maldad. Porque las envidias se esquivan, los ataques personales se evitan, pero hay una maldad que es de una esencia demoniaca, que se complace en hacer daño gratuitamente.

«Me he partido en mil pedazos. El nivel de maldad que he sufrido es insoportable, pero me he recompuesto de las cenizas»

J.M.P. Y contra esa maldad, ¿cómo te defiendes? ¿Dónde encuentras el antídoto? 

M.B. Me aíslo. No leo cosas sobre mí, ni buenas ni malas. No tengo redes sociales. Solamente un Instagram en el cual voy colgando cosas, noticias, fotos… Pero no permito los comentarios. Con lo cual lo que tiene que ver conmigo me llega a través de mis amigos. Y me llega solo lo que es justo, ni lo muy bueno ni lo muy malo.

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Madre y musa. Miguel Bosé con su madre, Lucía Bosé, en los años setenta. La matriarca de la familia falleció en 2020 a los 89 años.

J.M.P. En tu libro hay revelaciones muy sorprendentes. Por ejemplo, descubrimos que la juguetona Don Diablo la escribiste para explicar a tu sobrina Bimba, por entonces una niña, lo que era el demonio sin atemorizarla.  

M.B. Entre Bimba y yo había mucha complicidad. Nada más nacer, en Roma, yo estaba en el hospital, y la vi recién nacida. A partir de ese momento, yo fui más que un tío para ella. Fui en momentos un padre, pero también un hermano mayor. Don Diablo tiene un tono divertido para 'desgravar' esa figura tan terrible, tan poderosa y malvada del demonio. Es una canción muy tropical. No quería asustarla y creé una especie de dibujo animado, de caricatura, explicando que era un ser que hacía muchas bromas y que le gustaba seducir a la gente, embaucarla… Le estaba contando que debía tener cuidado con él, pero no –por el momento– asustarse. Cuando el demonio empieza a preocupar es cuando empiezas a ser tú el demonio, cuando empiezas a tener parte de ese diablo. Es cuando ya sabes quién es el diablo de verdad y cuál es su potencial.

J.M.P. Tu carrera cobra una nueva dimensión a partir del disco Bandido, donde creas un estilo propio que no se parece al de nadie, aunque por supuesto tenga sus influencias. Pero las fundes de una manera extraordinaria y logras una alquimia propia. ¿Cómo llegas a cuajar este estilo?

M.B. Bandido crea un antes y un después, pero no solo en mi carrera, sino en la música pop, porque de repente un artista español empieza a sonar como los grandes sajones. Las influencias, aparte del manga, de la cultura japonesa, etcétera, eran grupos como The Blue Nile, Japan o la Yellow Magic Orchestra de Ryuichi Sakamoto. Pero, por otro lado, yo tenía mi bagaje muy español. La copla no es un género menor para nada. Juanita Reina o Marifé de Triana viajaban conmigo en cassette; y me acompañaba también [toma un libro muy grueso y fatigado por el uso, de papel biblia: son las Obras completas de Lorca, en edición de Aguilar] este libro que, como ves, está muy trabajado. En mi música mezclaba esas cosas. 

«La mujer que inspiró la canción 'Nena' es la persona que más he querido en mi vida. Es costarricense y está casada»

J.M.P. Pero podrías haber hecho una música simplemente sincrética, como tantos otros. En cambio, supiste dar unidad y alma propia a esas influencias tan dispares. 

M.B. En Bandido empieza Bosé de verdad. Comienzo a componer, lo que me llevará luego a coproducir. A partir de ahí se muestra lo que yo guardaba dentro, que derivaba de toda esa educación tan exquisita que había tenido en mi casa, en el Liceo Francés y en las lecturas autodidactas. En Bandido nace y se abre una flor que va a perfumar el resto de mi carrera, una carrera visionaria, vanguardista. Y también con un fondo autobiográfico importante, pues para escribir con toda la verdad del mundo mojamos la pluma en nuestra propia sangre. 

J.M.P. ¿Cómo consigues 'sensualizar' las más diversas realidades? Es increíble que puedas escribir una canción sobre la heroína (Amapola, bésame), o sobre la pérdida del padre (Si tú no vuelves) y que parezcan canciones de amor...  

M.B. ¡Es que todo es amor! Todo lo que se hace con el corazón deriva o está acompañado por puro amor. Cuando dedico Amapola, bésame a la heroína, estoy viendo a mis amigos yonquis. Porque sólo tres de mis amigos enganchados a la heroína lograron sobrevivir. Yo veía cuando ellos estaban idos, me imaginaba que estaban agarrados al cuerpo de esta sustancia y que bailaban adormecidos. Me lo imaginé como un baile lento, letal, en el cual ellos se dejaban arrastrar, y veía como poco a poco se iban yendo. Con mi padre, cuando le escribo una canción, se la dedico no con amor, sino más allá todavía, con verdadera devoción. Y cuando hago una canción a un hermano que pierdo muy prontamente (Horizonte de las estrellas), se la hago echándolo de menos. A partir del momento que jugamos con las emociones es muy difícil dejar fuera a este ser que todo lo puede, que todo lo fabrica y que todo lo perfuma, que es el amor.  

«La ternura es un rasgo solo masculino. Se da cuando, abrazado a la mujer, el hombre es capaz de llorar y se convierte en el hijo de esa madre»

J.M.P. Junto con tu veta más intimista o autobiográfica has desarrollado a lo largo de toda tu carrera otra, digamos, 'comprometida'. ¿Cómo llegas a estas inquietudes? 

M.B. Con el tiempo, porque cuando eres muy joven, las prioridades son otras: las historias de amor, las cosas digamos más ingenuas o coloridas. Según vas viviendo, los compromisos se van despertando. Llegó un momento en que sentí la necesidad de que mis seguidores conociesen estas inquietudes. Empiezan las canciones antibélicas como son Partisano o Gulliver; o como ¡Ay!, que es una canción bellísima con el tema del terrorismo y la libertad; o como Nada particular, que habla del exilio y nace con la guerra de Yugoslavia; o como Sequía, que es una canción que hoy es muy actual, que habla de esa manipulación artificial del clima que ahora, para culparnos, llaman 'cambio climático'. Y, al mismo tiempo que compongo estas canciones, empiezo actividades 'filantrópicas' (un adjetivo que no me gusta nada, porque lo han prostituido algunos magnates) en muchos campos: el sida, los océanos, la paz. Y creo con Juanes la fundación Paz Sin Fronteras. 

J.M.P. Y, en otro orden de cosas, también descubrimos entre tus mejores canciones algunas (Lento, Salamandra, Bambú, Morenamía…) del Miguel Bosé 'cachondo', en la doble acepción de lujurioso y jocoso. En tu nuevo libro, explicas sin tapujos los episodios que las inspiran, algunos de un tono muy subido. Habrá quien diga que haces exhibicionismo de tus conquistas… 

M.B. Pero son canciones elegantes, nada vulgares. Siempre hay una vena de divertimento, para que la historia se entienda de forma agradable, que no tire para atrás. Imagínate lo que hubiese sido contar Morenamía con todos sus pelos (nunca mejor dicho) y señales [ríe]. Hubiese sido un espanto. Entonces se crea este juego muy gracioso, sin quitarle la tremenda carga de sensualidad que tiene. Porque estas canciones tienen una carga de sensualidad brutal que no se esconde, pero está aligerada por los ritmos, por la manera de decir las cosas y cantarlas. 

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Tiempos lejanos. Miguel Bosé caracterizado como Femme Letal, el papel que interpreta en Tacones lejanos, película dirigida por Pedro Almodóvar en 1991.

J.M.P. ¿No crees que en este libro te descubres mucho? Cuando escribes sobre Nena y hablas de la mujer costarricense que te inspiró esa canción… ¡dejas una puertecita abierta! ¡Le estás lanzando un mensaje desde el libro, reconócelo! 

M.B. [Ríe]. Sí, sí. La verdad es que, cuando me puse a escribir el texto sobre Nena, podía rememorar aquellos momentos pasados con esta mujer, que probablemente haya sido la persona que más he querido en mi vida; y con quien mejor cama he tenido, además. Entonces, al final del texto, me dije: «¿Y por qué no mandarle un recordatorio por si acaso lo lee, por si se vuelve a animar?». 

J.M.P. Pero… ¿esa mujer sabe que te inspiró Nena? 

M.B. No. 

J.M.P. Entonces, si lee este libro, lo descubrirá… 

M.B. Está casada, muy casada, y vive en Estados Unidos. Se trata de una mujer que se ha hecho muy importante dentro de un ámbito muy diferente al que se movía en aquella época. Una mujer que sigue siendo espléndidamente guapa, atractiva, sobre todo inteligente y con una cabeza muy muy divertida.  

«A todos los chicos nos apetecía relacionarnos con una señora adentrada en carnes y en edad. Mi mito era Raquel Welch»

J.M.P. Entonces… eso que dices en una de tus canciones últimas, Libre ya de amores… ¡es mentira! 

M.B. Vamos a ver, cuando me confieso 'libre ya de amores' me refiero a un amor en concreto que fue muy asfixiante. Pero yo no olvido mis grandes amores, los tengo en la mente, los llevo en el corazón. Lo que pasa es que ya no son enamoramientos, han dejado de estar en ese capítulo de lo que te quita el sueño, de lo que te crea un arrebato que te puede llevar a perder la cabeza. Están más allá. Están en el Pabellón de la Fama, han creado hitos en tu vida y que hoy reconoces y agradeces [se queda pensativo]. Y sí, si ahora me llega 'Nena', creo que los dos volveríamos a tener un tropiezo. Estoy absolutamente seguro.  

J.M.P. En cambio, hay otras canciones tuyas, como No hay un corazón que valga la pena, en donde haces reflexiones desencantadas sobre el amor.

M.B. Cuando escribí esa canción no sé qué pasaba, pero la gente que conocía me llegaba muy tocada, con rollos familiares, de trabajo, existenciales... y entablar una nueva relación se convertía en un trabajo ciclópeo. ¿Y qué pasaba? Pues que a mí me estaba pasando lo mismo. Es decir, en el fondo, cuando tú estás en un determinado estado atraes lo semejante. Cuando te estás quejando del alma o del corazón ajeno es porque tú tienes un alma o un corazón que está pasando por los mismos momentos turbios de los que tanto te quejas. Siempre es así, es inevitable. 

J.M.P. Con el nuevo milenio, con discos como Velvetina, Cardio o Amo, exploras nuevas formas de expresión en tu música. ¿No hubiese sido más rentable y sencillo repetir Bandido, Salamandra o Bajo el signo de Caín?

M.B. Entre la composición, la maquetación, la producción y la promoción de un disco (con su gira correspondiente) te puedes tirar fácilmente tres años. Así que terminas harto y quieres hacer otra cosa. Y si la haces con honestidad, la gente te va a seguir. Aunque aciertes menos, te lo van a perdonar. Pero las discográficas lo que quieren siempre es más de lo mismo. No entienden que en el proceso creativo nosotros vamos quemando etapas. Explorar está en el espíritu del creativo. Creamos por urgencia y necesidad.  Y cada vez que lo hacemos es una apuesta, no sabemos lo que va a pasar. Si no te renuevas, si no inventas, si no buscas, si no te retroalimentas de otras cosas, poco a poco te vas muriendo, te vas apagando y dejarás de creer en ti. No permitiré jamás, a lo largo de mi vida y de mi carrera, que nadie me diga lo que tengo que hacer. Yo necesito hacer esto, porque si no lo hago me muero. Y hacer algo que complazca muy pocas veces me ha satisfecho. Y va a pasar siempre así porque mi vida y mi carrera son la misma cosa. Si yo no hiciera lo que mi creatividad demanda, mataría la persona de Miguel.

«Cuando te quejas del alma ajena es porque tú estás pasando por el mismo momento turbio. Atraes lo semejante»

J.M.P. En los últimos años, tú has alzado la voz en ciertas cuestiones espinosas sobre las que la mayor parte de la gente calla cobardemente, o asume el discurso oficial de forma acrítica. ¿Qué es lo que conduce a un artista como tú, consagrado y celebrado, a asumir la posición del maldito, sabiendo que vas a ser escupido y demonizado? 

M.B. Yo no sabía que iba a ser demonizado, no sabía que iba a ser escupido por emitir hoy miércoles unas opiniones que eran las mismas que emitía hasta ayer martes. Lo que no me di cuenta o no supe a tiempo es que la mañana del miércoles se despertó con otro paisaje. No sé qué pasó, en apenas veinticuatro horas, esa libertad de expresión de la que gozábamos todos se acotó. Pasó la medianoche y al día siguiente nadie había avisado de que no iban a aceptar discursos que se saliesen del oficialismo. Entonces yo emití una opinión que pasó a ser disidencia radical y que había que machacar. Punto y se acabó. ¿Por qué la emití? Pues porque está en mi naturaleza pronunciarme ante cosas que son importantes. Y en ese momento me llegaron palos por todos los lados.

J.M.P. Pero te podrías haber retractado. Preferiste, en cambio, mantenerte firme. 

M.B. Cuando me di cuenta de que íbamos a entrar en una época en la cual no se iba a permitir otra cosa más que el oficialismo y que cualquier otra visión de estos temas iba a ser demonizada, me radicalicé y dije: «Por aquí no paso». Y me mantuve firme porque estaba convencido de que iban a contar a la gente una sublime mentira. Fue una necesidad de coherencia con mi actitud y planteamiento de vida, de creencias y de valores. Una persona que pierde sus principios o se doblega ante los ataques, es un infame. Creían que iban a anular mi carrera. ¡Pero qué ingenuos! Mi carrera está ya hecha. Mi público está ahí. Pero ¿quiénes se han creído estos que son? ¿Qué se creían que iban a destrozar? Y luego demos tiempo al tiempo. Siempre me he aliado al tiempo, que es el gran sanador, el que todo lo pone en su lugar.

J.M.P. Como dice la frase evangélica, no hay nada oculto que no llegue a desvelarse. Pero has dicho que tu carrera «está ya hecha». ¿No sería mejor decir que sigue en marcha?

M.B. Cuando digo que mi carrera está hecha, digo que el grueso en mi carrera está ya configurado. Yo podría no sacar ya (cosa que no va a pasar) ningún disco más, pero daría igual; porque hago una gira y la gente viene a verme, y si me voy habiéndoles cantado sólo las novedades y no las canciones que han sido la banda sonora de sus vidas, quemarían el recinto conmigo dentro. Por eso te digo que el grueso de mi carrera está ya hecho. Pero por supuesto que voy a seguir. De hecho, en marzo del año que viene saldrá el nuevo trabajo discográfico y habrá nueva gira. Mi carrera está hecha, pero no está acabada.


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