Michael Douglas "La vida no es más que una tragicomedia"
Reconoce que ya no puede ser el galán que se lleva a la chica. Solo su padre o su abuelo. Pero a punto de cumplir 77 años, este mito del celuloide vuelve a disfrutar de un momento cumbre en su carrera. Se lo debe a la serie “El método Kominsky”, donde su personaje habla de la vejez con humor, como él mismo en esta entrevista.
Sábado, 18 de Septiembre 2021
Tiempo de lectura: 12 min
Son las diez de la mañana y un Michael Douglas en mangas de camisa blanca se sienta frente al ordenador. Está de vacaciones en España y, provisto de un humor inmejorable, no le importa interrumpir ese descanso para concedernos esta entrevista y hablar sobre El método Kominsky, la irreverente serie –sus tres temporadas están disponibles en Netflix– que le ha devuelto el brillo a su carrera con chistes sobre la próstata y los achaques de la vejez, mientras él e ilustres como Morgan Freeman o Kathleen Turner imparten lecciones vitales de hondo calado. El personaje de Douglas, de hecho, parece beber mucho del hombre que lo encarna. Sandy Kominsky es un veterano actor y profesor de interpretación aún dispuesto a aprender –«nunca es demasiado tarde», es uno de sus lemas– que mantiene esa afilada ironía con uno mismo que hace del envejecimiento algo más llevadero.
XLSemanal. Señor Douglas, pertenece a la primera división de Hollywood, ha protagonizado películas como Wall Street, Atracción fatal o La guerra de los Rose. Pero muchos críticos coinciden hoy en que su interpretación de Sandy, de la serie El método Kominsky, es el papel de su vida. ¿También lo cree usted?
Michael Douglas. En realidad, rodar una serie era lo último que me apetecía hacer. Ustedes saben mejor que nadie la de tiempo que estuve en pantalla con Las calles de San Francisco. Fue muy popular en su país. En fin, que fueron un montón de capítulos…
XL. En total, 121 a lo largo de cinco años. Lo he buscado.
M.D. Ya ve, un montón, y cada uno duraba casi una hora. No quería volver a comprometerme con nada de ese calibre. Pero Chuck Lorre me mandó el guion y estaba increíblemente bien escrito. Cuando uno lleva tanto tiempo en este negocio como yo, 55 años ya, lo que quieres por encima de todo es un guion que esté bien escrito. Además, la serie trataba de un tema que en estos momentos es muy importante para mí: envejecer.
A la izquierda: el actor con Kathleen Turner en 1985, año del taquillazo que los unió en La joya del Nilo. A la derecha: el reencuentro de la pareja en los sets, más de tres décadas después, esta vez en la serie El método Kominsky, del celebrado Chuck Lorre.
GETTY IMAGESXL. ¿Es fan de la serie?
M.D. Creo que es muy real. Consigue reflejar algo parecido a la vida de verdad, en la que pasas de reír a llorar en un segundo. Porque la vida no es más que una tragicomedia.
XL. Chuck Lorre es el responsable de series tan famosas como Dos hombres y medio y The Big Bang theory. ¿Cómo es trabajar con él?
M.D. Chuck estaba todos los días en el rodaje. Podías preguntarle cualquier cosa: cómo digo esto, si el timing es el correcto… La clave de todo estaba en los matices, era maravilloso. He aprendido más sobre el funcionamiento del humor y el timing que en toda mi vida.
"El mundo es diminuto y no tenemos ni idea de si hay vida en otro lugar del universo, pero eso no impide que aquí estemos todo el tiempo tratando de matarnos unos a otros"
XL. Su personaje en la serie, Sandy Kominsky, dice que a un actor le pasa un poco como a Dios: tiene que amar lo que crea. ¿Qué es lo que ama usted de Sandy?
M.D. Que es un profesor al que le llena su trabajo.
XL. Sandy también es un cínico que ha perdido la ilusión...
M.D. La carrera de Sandy no ha ido bien, sus matrimonios tampoco. Pero dar clases de interpretación lo conecta con la tierra, lo salva; le da un propósito, una tarea. Va al trabajo todos los días, es eso lo que le da sentido. No se parece en nada al profesor de interpretación que tuve yo, es todo lo contrario.
XL. ¿En qué sentido?
M.D. Mi profesor nunca analizaba las escenas con nosotros, nunca hablábamos sobre cómo interpretar la muerte, por ejemplo. Con él trabajábamos otras cosas; para empezar, cómo construir nuestra confianza en nosotros mismos y ser capaces de subirnos a un escenario. Yo tenía un miedo escénico atroz. A mi profesor le costó mucho conseguir que actuara delante del público. A todo esto, era un amigo de mi madre. Un día, me dijo: «Ahora ya puedes llamar a tu madre y decirle que has estado bien».
XL. Más allá de esa falta de confianza, ¿de joven estaba usted contento con su aspecto físico?
M.D. ¿Qué puedo decir? Había hombres más guapos que yo, pero esas cosas son así, tampoco se puede hacer mucho. Con las mujeres me iba bien. Y también me iba bien a la hora de conseguir papeles.
XL. ¿Cómo lleva ahora el tema de envejecer?
M.D. No hay muchas cosas de hacerse viejo que de verdad sean buenas. La mayoría va de agobiante a deprimente. En los últimos tiempos me han llegado varias ofertas para interpretar a hombres de 80 años... y de bastante más de 80 años. He respondido diciendo que todavía no estoy en ese momento. A lo que me refiero es a que ya no soy yo el que se lleva a la chica, vale, ahora es mi hijo el que se la lleva, pero de ahí a interpretar a hombres mayores que yo, lo siento, eso ya no. Pero bueno... lo de envejecer solo puedes tomártelo con humor, como hace Sandy Kominsky.
"Soy judío, pero sin ser religioso. Son personas increíbles que siempre han estado perseguidas. Ante el creciente antisemitismo, me gusta ser uno de ellos"
XL. ¿Y usted consigue tomárselo con humor?
M.D. Siempre pienso que en esta profesión no puedes tomarte a ti mismo demasiado en serio. Actuar es un juego, en realidad solo tienes que hacer como si fueras otro. Me pasa igual con esos deportistas que se toman tan en serio; cuando los veo, pienso: «Relájate, que lo que tú haces también es entretener a la gente, nada más». Respeto mucho a los deportistas, pero no son ni neurocirujanos ni primeros ministros. Pienso lo mismo de la interpretación. Claro que hay diferencias, un entretenimiento de alto nivel que estimule la reflexión me parece mucho mejor que un entretenimiento burdo, pero, vamos, no es que nos vaya la vida en ello.
XL. ¿Y en qué nos va la vida?
M.D. Hoy he leído que Arizona y Utah acaban de superar sus registros históricos de calor. No me gustaría nada irme de este planeta sin que lo hayamos arreglado lo suficiente como para que nuestros hijos puedan sobrevivir en él. Muchas veces me paro a pensar en lo pequeño que es, en que no tenemos ni idea de si hay vida en algún otro lugar del universo, pero eso no impide que aquí estemos todo el tiempo tratando de matarnos los unos a los otros. Nos enfrentamos a una crisis enorme, la del clima, pero muchos gobiernos no tienen el menor interés en resolver el problema.
XL. ¿En qué cree usted?
M.D. ¿En un plano religioso, quiere decir? Soy judío, pero sin ser religioso. Mi padre era judío, mi madre pertenecía a la Iglesia anglicana. Durante mucho tiempo no se consideraba a alguien judío si su madre no lo era, los propios judíos me decían: «Tú no eres judío». Pero, desde la reforma del judaísmo en los años setenta, a los descendientes de padres judíos también se los considera judíos.
XL. ¿Desde cuándo se siente judío?
M.D. Mire, el oficio de actor es un oficio solitario. Muchos actores vienen de familias que siempre se estaban mudando de un sitio a otro; sus padres eran militares, representantes comerciales, actores. De niños aprendieron a adaptarse constantemente a sitios nuevos, pero no pertenecían a ninguno. Yo no quería ser parte de la religión, sino de la tribu. Quería sentir que pertenecía a ella. Me gustan los rituales de los judíos, son personas increíbles que siempre han estado y estarán perseguidas, y especialmente en estos momentos, a la vista del creciente antisemitismo que hay en el mundo, me parece bien ser uno de ellos. Mis dos hijos pequeños quisieron hacer el bar-mitzvá, aprendieron mucho. Probablemente fue por la influencia de mi padre.
"Mi padre llegó a los 103 años. Hasta mi madrastra llegó a los 102. Pero a mi edad la mortalidad está mucho más presente. He estado ya en demasiados entierros"
XL. Nos hemos desviado del tema. De lo que yo quería hablar con usted es de la edad, del envejecimiento. Por ejemplo, ¿alguna vez tuvo miedo de que se le cayera el pelo?
M.D. No, solo tenía que mirar a mi padre para saber que no me pasaría. ¿Por qué lo pregunta?
XL. He leído en algún sitio que los hombres le tienen tanto miedo a la pérdida del pelo como las mujeres a la menopausia.
M.D. Conozco a hombres que no se quitan nunca la gorra, sí. Yo en eso he tenido suerte. Obviamente, el caso de las mujeres es distinto, todas van a acabar teniendo la menopausia, es inevitable.
XL. ¿A veces desea volver a verse joven?
M.D. En realidad, no. Todos dicen que parezco diez años más joven de lo que soy. Con eso ya me basta.
XL. Echando la vista atrás, ¿cree que supo valorar lo suficiente la juventud y la salud?
M.D. No, no lo hice. Y cómo me lo pasaría si volviera a ser joven; intentaría saborearlo de verdad. En realidad, siento que soy la misma persona que era entonces, solo que en un cuerpo que es 40 años demasiado viejo para mí. Es extraño, en mi cabeza a veces sigo siendo el niño que fui. Cuando mi madre volvió a casarse después de separarse de mi padre, ella tendría unos 32 o 33 años. Recuerdo perfectamente que pensé que ya era una mujer muy mayor. De niño percibía una enorme diferencia entre la infancia y la edad adulta. Pero luego cumples los 20, y luego los 30, y sabes que por fuera tienes 30 años, sí, pero que en el fondo sigues siendo ese niño que veía tan mayores a los adultos; tú también lo eres ya, pero no te ves tan mayor a ti mismo. Lo que quiero decir es que la personalidad de la mayoría de la gente no madura de forma sincronizada con su cuerpo.
XL. ¿Recuerda la primera vez en la que su edad fuese el tema de una entrevista?
M.D. No. Para los hombres, la etapa entre los 25 y los 45 años es en la que mejor te vendes. Y para nosotros también vale eso de que cada uno es responsable de cómo envejece. Tienes que mantenerte en forma, sobre todo físicamente... Ahora tengo mucho más trabajo de lo que jamás podría haberme imaginado. Si tuviera un oficio normal, estaría ya jubilado. Y sería terrible, no sabría qué hacer, no se puede estar todo el día jugando al golf. A lo mejor es que sigo teniendo 20 años.
"Hacerse viejo es entre agobiante y deprimente. Me llegan ofertas para interpretar a mayores de 80 años. ¡Interpretar a hombres mayores que yo, eso lo siento, pero no!"
XL. Lo que sí que tiene usted son buenos genes…
M.D. Mi padre llegó a los 103 años. Hasta mi madrastra llegó a los 102. A mi edad, la mortalidad está mucho más presente que antes. He estado en demasiados entierros ya. Ayer vi una entrevista a Willie Nelson, el cantante de country. Decía que paga por cada día, todos los días se esfuerza por hacer cosas, por hacer algo bueno por el mundo o por alguien. A partir de cierta edad te piensas mucho más lo que haces con el tiempo que te queda.
XL. ¿Qué tal duerme?
M.D. Vuelvo a dormir muy bien. He estado durmiendo mal durante mucho tiempo, me quedaba dormido, me despertaba, volvía a dormirme, me despertaba, me pasaba horas tumbado en la cama con los ojos abiertos. Ahora, antes de acostarme tomo CBD, aceite de cannabidiol, me sienta de maravilla.
XL. ¿Qué hacía cuando no podía dormir?
M.D. Nada. Cuando la máquina esta que tengo en la cabeza empieza a dar vueltas, ya no se la puede parar. No tengo la disciplina que hace falta para pararla. Nunca he hecho meditación ni nada por el estilo.
Michael, en 2018, con su padre y con su hijo Cameron. Su esposa, Catherine Zeta-Jones, es clave en la relación filial.
GETTY IMAGESXL. Si en una cena se pudiera sentar al lado del joven que interpretó al inspector Steve Heller en Las calles de San Francisco, ¿qué le aconsejaría?
M.D. Madre mía, eso sí que es especular. Las calles de San Francisco fue mi gran oportunidad, lo que me lanzó. Y eso a pesar de que en ese tipo de series policiacas el secundario siempre está como poco dos peldaños por debajo del protagonista. Karl Malden estaba siempre en el foco de la cámara, a él siempre se le veía perfectamente nítido, yo estaba en algún lugar a su izquierda, se me veía por detrás de su hombro, siempre borroso, desenfocado. Pero fue mi mentor. Así que le diría a aquel hombre todavía joven que escuche bien, que escuchar es una parte importante y muy infravalorada de la profesión de actor. La mayoría de los actores se limita a esperar que les toque decir su parte. Pero mucho más importante que poder recitar de memoria tus frases es escuchar para entender lo que sucede a tu alrededor.
XL. Si repasa todas las películas en las que ha participado, ¿hay alguna que sea su favorita por encima de las demás?
M.D. Mi gran año fue cuando Atracción fatal y Wall Street llegaron a los cines con tres meses de diferencia. Atracción fatal fue un éxito comercial impresionante, y luego el Oscar por Wall Street, aquella época fue muy buena. Pero la película que me gusta especialmente no la ha visto mucha gente, se titula Jóvenes prodigiosos. Interpretaba a un escritor sin éxito, también actuaba Frances McDormand, que ahora acaba de ganar el Oscar por Nomadland… Por cierto, ¿también ustedes están tan preocupados por el futuro de los cines? A veces me imagino yendo al cine igual que se va al teatro o a la ópera. Y que solo quedan unas pocas salas, grandes, con tecnología a la última…
"Antes me pasaba horas tumbado en la cama con los ojos abiertos. Ahora, al acostarme, tomo aceite de cannabidiol, duermo de maravilla"
XL. ¿Todavía va al cine o ve las películas por streaming?
M.D. El streaming tiene sus ventajas. Lo de no estar limitado por las parrillas de los canales de televisión o los horarios de los cines te da mucha libertad. Hay series con capítulos de 25 minutos sin publicidad, y de 45 minutos, también sin publicidad, puedes verte un capítulo cada día o todos seguidos. No tengo nada en contra de los cambios. Para mí, el gran cambio en mi vida profesional fue el paso del celuloide al cine digital. Muchos volverían tan felices al celuloide; a mí como actor me encanta lo digital.
XL. ¿Por qué?
M.D. Un rollo de celuloide daba para unos diez minutos, el tiempo estaba limitado, había que parar cada cierto tiempo, y luego lo de volver a repetirlo todo, en fin, era realmente complicado. Ahora puedes hacerlo todo seguido, no hay que parar, es mucho más fácil. He hecho Traffic y Detrás del candelabro con Steven Soderbergh, y cuando terminaba la jornada me iba a casa, me daba una ducha, miraba el correo electrónico y ahí estaba el trabajo de todo el día, cortado y finiquitado. Incluso grabó una película con el iPhone. Estas cosas me parecen bien, me resultan divertidas.
XL. ¿Se ha visto alguna serie del tirón?
M.D. Ahora no me viene ninguna a la cabeza, además de El método Kominsky, claro [se ríe]. Un momento, sí: El infiltrado, que es de una directora, por cierto.
@ Suddeutsche Zeitung
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