John Hennessy El padrino de Silicon Valley «El reto es la energía. Debemos aprender de nuestro cerebro; consume menos que una bombilla»
Diseñó la arquitectura del ‘cerebro’ que usan el 99 por ciento de los ordenadores y por ello recibe este año el Premio Fronteras del Conocimiento. Pero, además, ha sido presidente de la Universidad de Stanford y ahora de Alphabet, la matriz de Google. Hablamos con uno de los hombres que más sabe de tecnología y de educación. Una combinación con mucho futuro.
Sábado, 04 de Septiembre 2021
Tiempo de lectura: 13 min
Tenía 16 años y los microprocesadores todavía no se habían inventado, pero John Hennessy, el pequeño de seis hermanos en una familia acomodada de Nueva York, pensó que juntando relés —los dispositivos usados en los primeros ordenadores electromecánicos— podía construir una máquina para jugar al tres en raya. Lo logró, y el éxito de la iniciativa —recibió un premio escolar— lo animó a estudiar Ingeniería. Unos años después desarrolló, junto a David A. Patterson, una tecnología conocida como RISC, la arquitectura en la que se basa el diseño de los procesadores centrales y que hoy está en práctica-mente todos los ordenadores y móviles del mundo.
Pero ese es solo uno de sus impresionantes logros. No en vano es conocido como 'el padrino de Silicon Valley'. El apodo se lo debe a haber sido primero profesor y luego, durante 16 años, presidente de la Universidad de Stanford. Entre sus alumnos figuran los creadores de Yahoo y Google, buscadores que nacieron en su clase. En 2018 fue nombrado presidente de Alphabet, la matriz de Google. El 21 de septiembre recogerá en Bilbao el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información. A sus 68 años sigue tan activo y apasionado con el futuro tecnológico como el día en el que se propuso jugar al tres en raya con una máquina.
¿Google, un monopolio? «Hubo un tiempo en que IBM era la compañía dominante y llegó a su fin. Luego lo fueron Microsoft e Intel, y aquello también terminó... La tecnología avanza muy rápido»
XLSEMANAL. Es usted un absoluto entusiasta acerca de lo que la inteligencia artificial nos permitirá hacer.
JOHN HENNESSY. Durante 50 años, la inteligencia artificial (IA) parecía estancada, no lograba lo que se esperaba de ella, pero de repente ha experimentado un gran avance porque nos hemos centrado en el aprendizaje, replicando el cerebro humano. Por ejemplo, en la traducción, con la IA hemos llegado a un nivel comparable con personas realmente bilingües. Ahora, un área con la que estoy muy ilusionado es el diagnóstico médico: qué hacer para llegar al diagnóstico correcto en el mínimo tiempo posible. Ahí vamos a ver grandes avances gracias a la IA.
XL. No es que lo dude, pero como sea como los coches sin conductor, que llevan ‘llegando’ una década…
J.H. Vamos a tener coches sin conductor [ríe]. Estamos muy cerca; y si la gente obedeciese las normas de tráfico, ya los tendríamos. Si analizas los accidentes del coche de Google, en el 90 por ciento de los casos el coche sin conductor es golpeado por detrás por otro con conductor, y en más de la mitad de los casos... ¿adivina qué tienen en la mano? ¡El móvil! Pero, piensa en ello, un millón de personas mueren al año en todo el mundo por accidentes de tráfico y con los vehículos autónomos podemos reducir eso un 90 por ciento. No tengo ninguna duda.
XL. ¿Hacia dónde va la IA?
J.H. El gran desafío frente a nosotros es lo que llamamos inteligencia artificial general (IAG), ser capaces de hacer lo que la gente hace, generalizar. Me explico: si tú le enseñas a un niño de 5 años fotos de perros y gatos y le pides que te diga por qué unas son de perros y otras de gatos, te dirá algo relacionado con la cola, o el pelo, o que el morro es más largo… Si le preguntas a una IA, te dirá que es porque se parece a otras imágenes que le has enseñado antes y le has dicho que eran perros o gatos. No tiene idea de qué subyace ahí. Eso es una cuestión central, lo que llamamos 'explicabilidad', lograr que una máquina explique por qué llega a esa conclusión. Las máquinas responden a un aprendizaje supervisado; enseñas al sistema enseñándole un montón de ejemplos, pero los niños aprenden también por lo que llamamos reinforcement learning; cuando aprenden algo, lo comentan con su padre o madre y, si no es correcto, los padres los corrigen, refuerzan el mensaje correcto. Tenemos que introducir eso en los sistemas de IA.
XL. Interesante, pero inquietante…
J.H. [Sonríe] Existe una cosa llamada 'test de Turing': colocas a un humano en un espacio cerrado y un ordenador en otro y les haces preguntas, y tienes que decidir si la respuesta es del ordenador o del humano. Estamos a punto de que la mayoría de la gente no sepa apreciar la diferencia. Eso es bastante impresionante.
XL. Lo dice con una sonrisa, pero déjeme señalar algunos problemas. El primero: cuando hablamos de coches sin conductor, traductores fiables, diagnósticos de IA… es que vamos a perder nuestros trabajos. ¿Debemos asumirlo?
J.H. Lo hemos visto en el pasado. La Revolución Industrial acabó con las tejedoras. El problema ahora es que está pasando más rápido. Yo creo que tenemos que actuar en dos direcciones: una, poner más énfasis en la formación continua. La noción de que te gradúas y vas en una dirección el resto de tu vida está desapareciendo. Y, segundo, vamos a tener que repensar la sociedad. Si no lo hacemos, va a haber un montón de gente desplazada del mercado laboral y van a tardar mucho tiempo en recuperarse. Y eso supondrá una enorme crisis.
XL. Otra preocupación, lo que comenta en el ámbito médico, no digamos ya en el biotecnológico, asusta por otra razón: la ética o la falta de ella en su creación y su uso.
J.H. La ética desempeña un papel fundamental. Lo que vamos a necesitar es más gente que entienda de ética y de tecnología. Pero tenemos que pensar que la IA es un amplificador de la inteligencia humana. No un reemplazo. Si estoy enfermo y me van a operar, yo quiero hablar con el cirujano. Seguro. Lo que pretendo es que la IA ayude al médico, para que pueda estar más tiempo con el paciente y menos buscando o analizando datos.
XL. ¿Y se puede controlar la privacidad de esos datos?
J.H. Podemos. Los datos pueden ser anónimos, aunque tenemos que ser extremadamente cuidadosos. Pero si hemos sido capaces de hacer seguros los datos financieros…
XL. Pero si ni eso es seguro… ¡si cada vez hay más hackers!
J.H. Sí, estamos teniendo una crisis en la seguridad de la información, pero porque no hemos prestado suficiente atención a ello. Y, en particular, la gente que implementa los sistemas no usa las herramientas que hay disponibles. ¿Viste el gaseoducto que hackearon en mayo en Estados Unidos? ¡No tenían ni siquiera el factor 2 de autenticación! Podías entrar en el sistema que controla todo el gaseoducto con averiguar una sola contraseña. Eso es realmente descuidado.
XL. Otra inquietante versión de la IA son las criptomonedas, un sistema que se jacta de ser incontrolable por los estados.
J.H. Hay dos posibles usos de las criptomonedas. Uno es para los países que tienen monedas inestables. Con la hiperinflación, por ejemplo, la gente puede perder los ahorros de toda su vida en un año. Ahí la criptomoneda puede tener una utilidad. Usarla para evitar la ley, eso es otra cosa. El problema de las criptomonedas es que son solo tan seguras como la gente que las implementa. Si cometen un error, no tienes ningún control, a diferencia de lo que pasa con otras monedas que tienen detrás a los estados.
XL. ¿Invierte usted en criptomonedas?
J.H. No. Invierto en compañías reales.
XL. ¿Y se ha planteado crear una?
J.H. No, no necesitamos más criptomonedas. Lo que necesitamos son unas pocas que sean estables.
XL. El problema con los ordenadores ahora parece ser la energía.
J.H. Vamos a tener que asumir que estamos al final de una era donde el coste de computar, en términos de consumo de energía, descendía rápido; ahora lo hace de forma lenta y la demanda va hacia arriba de forma rápida. Y eso implica que usamos más energía. Si miras el Google Data Center, con esos sistemas de refrigeración del tamaño de un campo de fútbol, te das cuenta de que la mitad del coste es infraestructura: la energía, el enfriamiento, la distribución eléctrica... Tenemos que controlar eso. Porque Google va a ser totalmente verde, va a obtener todos sus recursos de energías ecológicas.
«Los que predijeron que la universidad presencial iba a desaparecer cometieron un error: ¡no hablaron con los estudiantes! Ellos odian las clases digitales, quieren estar juntos, mezclarse, hablar...»
XL. ¿Es eso, de verdad, posible?
J.H. Es posible. Pero también necesitamos diseñar ordenadores que sean más eficientes energéticamente. La cantidad de energía que necesitas para estos inmensos data centers no está ni siquiera cerca de la cantidad de energía que el cerebro humano necesita. Nosotros somos unos ordenadores increíblemente eficaces. Consumimos menos que una bombilla. Así que tenemos que seguir pensando: ¿qué hace que el cerebro sea una máquina computacional tan eficaz, incluso mejor que un ordenador?
XL. ¿Cuál es la respuesta?
J.H. Intento explicarlo: ¿cuánto tiempo le lleva a alguien convertirse en un gran maestro en ajedrez? Probablemente tiene que practicar de forma constante entre diez y veinte años. Entrenar a un ordenador como DeepMind para jugar así de bien lleva unas 24 horas. Porque en 24 horas el ordenador puede jugar millones de partidas de ajedrez. Es decir, no podemos aprender tan rápido como los ordenadores, pero aprendemos de una forma más general. El cerebro humano, obviamente, tiene algo mucho más sofisticado. ¿Hay un equivalente digital a eso?
XL. Y, de nuevo, ¿cuál es su respuesta?
J.H. No lo sé. Puede haber un avance si entendemos mejor cómo funciona el cerebro. Pero, por otro lado, es una tecnología diferente de la que tienen los ordenadores. El chip de un ordenador es básicamente un objeto de dos dimensiones. Piensa, en cambio, en el cerebro: es tridimensional en toda su expresión. Es capaz de alcanzar un nivel de interacción que no podemos conseguir eficazmente en un chip de silicio de dos dimensiones. Quizá haya un salto demasiado grande entre los dos que no podamos superar.
XL. O sea, que los robots no nos van a superar fácilmente…
J.H. No, no de momento [ríe].
XL. Hablemos de las grandes compañías tecnológicas, con Google a la cabeza, y de cómo, por el uso que hacen de nuestros datos para manipularnos, se han convertido en los 'malos' de la industria.
J.H. En primer lugar, hay que saber separar cuando alguien usa las redes sociales para manipular de cuando son las compañías las que están manipulando. Lo que ha pasado con las redes es que han creado lo que llamamos echo chambers, cámaras de eco: la gente escucha solo lo que quiere escuchar. Y eso, es cierto, ha minado la democracia y el bienestar común. ¿Cómo lo arreglas? Bueno, es realmente muy difícil. Se pueden hacer avances en la propaganda política, porque puedes restringir cierto tipo de anuncios, pero las redes se mueven tan rápido que es complejo. Recuerdo que, cuando se produjo la masacre en Nueva Zelanda en 2019, la gente empezó a subir vídeos del tiroteo a YouTube. YouTube quitaba los vídeos tan rápido como podía, pero había miles de personas subiendo los vídeos por minuto. Y tú bajando los vídeos y la gente subiéndolos... ¿Por qué hacemos esto? [enfatiza con los puños].
XL. Compartimos tantas cosas que no debiéramos...
J.H. El consejo que doy es: no pongas información en Internet que no tengas claro que quieras compartir. La gente comparte un montón de información que no es necesaria. Y, ahora, todos los sitios te dan la oportunidad de quitar lo que has subido en 60 días.
XL. ¿Así de fácil? ¿En serio? Yo quiero eliminar lo que aparece sobre mí en Google y ¿es así de fácil?
J.H. Sí, puedes hacerlo. A veces es complicado... Aquí está el asunto: cómo educamos a la gente para navegar en esto. En la mayoría de los sitios, sobre todo en la Unión Europea, puedes eliminar las targeting cookies (las publicitarias) y dejar solo las funcionales.
XL. Pero ¡si ni siquiera entendemos que es eso! Y eliminarlas lleva más tiempo que leer la información que buscas.
J.H. Estoy de acuerdo. Pero una vez que entiendes qué son las cookies y cómo funcionan, es sencillo. De todas formas, las cookies deberían ser eliminadas, todas. Porque solo se usan para trackear a la gente.
XL. Google se enfrenta a una compleja y millonaria demanda por monopolio en Estados Unidos, como las otras cuatro grandes tecnológicas. Se han convertido en empresas tan inmensas que no dejan espacio para la competencia. ¿Cree que es el momento de remodelarlas?
J.H. Yo creo que la tecnología avanza muy rápido. Hubo un tiempo en que IBM era la compañía dominante y eso llegó a su fin; hubo otro tiempo en que lo eran Microsoft e Intel, y eso también terminó. Esas compañías inventaron una tecnología increíble, y no podrían haberlo hecho si las hubiesen reemplazado por diez empresas. Yo creo que hay que vigilar ciertos comportamientos. Una gran compañía que usa su dominio en un área para controlar otras áreas, eso es un problema. Pero estas compañías de las que habla son grandes porque han sido increíblemente exitosas, han construido una tecnología inédita y a la gente le encanta usar sus productos. Ver cómo gestionamos esto de una forma que no dañe al consumidor va a ser complicado.
XL. Pero, en su opinión, ¿el cambio se va a producir porque va a surgir un nuevo competidor o porque la ley les va a obligar a segmentarse?
J.H. Probablemente sea una combinación de ambos. El sistema legal prevendrá ciertas cosas. Pero cuando a Google le iba muy bien, apareció esta empresa llamada Facebook con las redes sociales. Google dijo, 'bueno, esta cosa de las redes no sabemos cómo va a funcionar…'; no invirtieron, no desarrollaron algo tan bueno y Facebook se convirtió en una compañía muy grande. ¡Nada impide que eso vuelva a pasar!
XL. Otro pleito, este en Europa: Google y los impuestos. ¿Por qué ganando tanto son tan reacios a pagar impuestos, tanta ingeniería fiscal...?
J.H. Yo creo que Google paga todos los impuestos que debe. Igual si la Unión Europea decidiese crear un solo régimen impositivo... A las empresas globales nada les gusta más que tener un sistema impositivo que funcionase de la misma manera en todo el mundo.
XL. ¿Me está diciendo que el problema es la diversidad fiscal de la Unión Europea?
J.H. Digo que sería todo mucho más sencillo.
XL. Hablemos del futuro de la educación. Parece que vamos a que sea digital o, al menos, híbrida.
J.H. Hemos visto un crecimiento de la educación digital, especialmente con la pandemia, pero los que predijeron que la universidad presencial iba a desaparecer cometieron un error: ¡no hablaron con los estudiantes! Los estudiantes odian las clases digitales, quieren estar juntos, mezclarse, hablar... Yo creo que se van a instalar las flipped classes, el modelo de aula invertida, en las que básicamente, ves un vídeo dividido en pequeños segmentos, de no más de diez minutos, y hay un pequeño examen al final de cada segmento. Porque ya sabemos que si pones un vídeo seguido, con una cabeza parlante, los estudiantes empiezan a mirar el Facebook, a contestar el correo… no se enganchan. Tienes que hacer buenos vídeos interactivos. Pero los profesores no van a desaparecer. Porque los estudiantes, sobre todo aquellos que tienen dificultades, se benefician realmente de la interacción con otra persona.
«Yo llevo usando ordenadores 50 años. Son más rápidos y baratos de lo que nunca pensé que serían. Pero todavía son difíciles de usar»
XL. Lo que les faltaba a los profesores: tienen que ser buenos educadores, motivadores y, además, ingeniosos editores de vídeo…
J.H. Bueno, tenemos que hacer una tecnología tan buena que no tengan que preocuparse por eso. Ese es nuestro trabajo, el de los ingenieros. Yo llevo usando ordenadores 50 años. Son más rápidos y baratos de lo que nunca pensé que serían. Pero todavía son difíciles de usar.
XL. Lamenta usted en muchas ocasiones la falta de buenos líderes.
J.H. Hay un montón de malos ejemplos, en política, en las empresas e incluso en las ONG… Pero yo soy un eterno optimista sobre la juventud. He trabajado con ellos toda mi vida. Mi creencia es que hay que invertir en la joven generación, para que sean el tipo de líder del que podamos sentirnos orgullosos.
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