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Florence Nightingale La enfermera que revolucionó la sanidad pública

Florence Nightingale se negó a seguir su destino de dama de la alta sociedad victoriana y estudió matemáticas y enfermería. Se embarcó a la guerra de Crimea y cambió el sistema sanitario. Nacida hace 116 años, es la fundadora de la enfermería moderna.

Una pionera. Florence Nightingale (en el centro) en 1886 con sus alumnas de enfermería del hospital de Saint Thomas. Foto: Getty Images.

Miércoles, 11 de Mayo 2022

Tiempo de lectura: 5 min

Las 39 mujeres llegaron a las barracas del hospital militar de Scurati, a las afueras de Constantinopla, en el otoño de 1854 y se toparon con un panorama desolador de toses, gemidos, mal olor, suciedad, enfermos hacinados, médicos agotados y oficiales indiferentes.

Florence Nightingale –la jefa e instructora de este grupo de mujeres– abroncó a los militares y se puso a dar instrucciones. Lo primero, instalar una lavandería: sábanas limpias, pijamas en condiciones para los pacientes e uniformes impolutos para las enfermeras, ordenó Miss Nightingale.

Después, inspecciones del sistema de desagüe y alcantarillado; separación de las camas de los pacientes, ventilación y mucha atención a las comidas: más fruta, más variedad de alimentos, más verdura… Florence Nightingale estaba fundando la enfermería moderna mientras cuidaba a los soldados británicos en la guerra de Crimea.

Niña bien y desobediente

Esta mujer es una de las heroínas de la medicina. Para serlo, lo primero que hizo fue desobedecer. Se enfrentó a su familia cuando se empeñó en estudiar matemáticas y después convertirse en enfermera, en una época en la que esta profesión se equiparaba a la de criada.

Florence era una niña bien de la clase alta en la época victoriana, sus padres eran cultos, viajeros (ella se llamó así porque nació en Florencia) y tradicionales: el destino incuestionable de sus hijas era el matrimonio. Ella rechazó a varios pretendientes y se empeñó en ser enfermera tras haber visitado la comunidad religiosa luterana de Kaiserwerth en Alemania, donde atendían a enfermos marginados: allí se formó y se fijó en cómo detalles como la limpieza afectaban en la mejoría de los pacientes. También tomó ideas tras visitar el hospital de Laboisière de París, con amplios pabellones perfectos para que circularan la luz y el aire fresco.

Era conocida como ‘La dama de la lámpara’ porque inspeccionaba los pabellones hospitalarios por la noche, sola, iluminándose con un candil

En 1853 consiguió su primer trabajo como enfermera. La nombraron superintendente en el ‘Instituto para el cuidado de señoras enfermas’, un sanatorio para mujeres de la alta sociedad. No le pagaban, pero Florence recibia una generosa pensión de su padre. Ese mismo año comenzó la guerra de Crimea y por primera vez, gracias a la información de los periodistas, llegaban noticias a Londres de la dura realidad de la contienda: la opinión pública británica estaba escandalizada por las bajas y las condiciones de sus tropas.

Mujeres en la guerra

El ejército se puso en contacto con Florence Nightingale, ella formó a 38 enfermeras y emprendió viaje a Constantinopla. En el hospital de Scurati durante el día bregaba con los oficiales, daba órdenes y organizaba un sistema de anotación de todo que resultó crucial: Florence utilizó sus conocimientos matemáticos para hacer estadísticas de la evolución de los pacientes, de la relación de su estado con lo que habían comido… «Para entender los pensamientos de Dios debemos estudiar las estadísticas dado que estas son las medidas de su voluntad», dijo Florence. Fue pionera en aplicar la estadística a la sanidad y fue la primera mujer admitida en la Royal Statistical Society.

También se ocupó de la atención psicológica de los enfermos: abrió salas de lectura y juegos para que se entretuvieran. Y las enfermeras escribían cartas a las familias de los pacientes para que se mantuvieran en contacto con ellos. Durante la noche, Florence inspeccionaba los pabellones de enfermos iluminándose con un candil: por eso comenzaron a llamarla ‘la dama de la lámpara’.

«Hay cinco puntos esenciales para asegurar la salubridad de las viviendas: aire puro, agua pura, desagües eficaces, limpieza y luz», escribió. Su manual ha instruido a enfermeras de todo el mundo.

Sus tareas hicieron que las cosas mejoraran, pero no inmediatamente. El primer invierno en el hospital de Scurati fue duro: fallecieron allí unos 5000 soldados. No acabaron con ellos las heridas del campo de batalla, sino el tifus, el cólera, la disentería… Hay fuentes que aseguran que en Crimea hubo 16.000 muertos por enfermedad frente a 4.000 en el campo de batalla.

Con el tiempo los resultados de las medidas impuestas por Florence Nightingale fueron abrumadores: la mortalidad de los pacientes cayó de un 40 a un 2 por ciento. Así ha figurado en el Dictionary of National Biography británico.

Aire, agua, limpieza, luz y desagües

Florence regresó a Inglaterra como una heroína. Le llovieron los reconocimientos. Ella siguió trabajando. Fundó la Escuela de Entrenamiento Nightingale en el Hospital Saint Thomas –la primera escuela de enfermería laica del mundo– que ahora pertenece al King’s College de Londres; formó a enfermeras para ofrecer un sistema de asistencia a domicilio que se considera antecedente del Servicio Nacional de Salud británico, y supervisó el diseño del Royal Buckkinghamshire Hospital, el primero no militar en el que se cambió el sistema de ventilación, se ampliaron zonas de paso y escaleras… incluso se colocaron armarios según indicaciones de Florence.

Además, esta mujer revolucionaria escribió varios libros, entre ellos Notas sobre enfermería: qué es y que no es, donde decía: «Hay cinco puntos esenciales para asegurar la salubridad de las viviendas: aire puro, agua pura, desagües eficaces, limpieza y luz». Su manual ha instruido a generaciones de enfermeras de todo el mundo.

Hay cientos de objetos que hacen referencia a su labor: fotografías, su cuaderno de acuarelas… incluso una muñeca Barbie que la representa con su lamparita.

Fue una trabajadora incansable. «Prefiero diez veces morir en el mar, nadando hacia un nuevo mundo que quedarme quieta en la playa con los brazos cruzados», es una de sus frases memorables. No se detuvo a pesar de que regresó enferma de Crimea (ahora se sabe que padeció brucelosis) y la fatiga y los dolores musculares la obligaban a quedarse en la cama. También se cree que sufrió síndrome de estrés postraumático y depresión.

La visita de Dickens y una muñeca Barbie

A su casa de Mayfair, en Londres, acudieron a visitarla el primer ministro William Gladstone y Charles Dickens, entre otras personalidades. No siempre recibía a las visitas. «No soportaba la adulación», explica David Green, director del Museo Florence Nightingale de Londres.

Sí, Florence es homenajeada con estatuas, da nombre a calles y clínicas y a un museo dedicado por entero a ella: hay fotografías, su cuaderno de acuarelas… y también una muñeca Barbie que la representa con su lamparita.

La medicina le debe mucho a esta mujer terca y tenaz que pronunció frases muy adecuadas a la actualidad. Como éstas: «Los héroes más grandes son aquellos que cumplen con sus deberes diarios y sus asuntos domésticos mientras el mundo va girando como una peonza enloquecida»; o: «Es muy poco lo que se puede hacer bajo el espíritu del miedo».

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