Viernes, 15 de Diciembre 2023, 10:33h
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Hay quienes de un tiempo a esta parte sienten que las leyes son una especie de corsé incómodo que conviene sacudirse –o eludir, o rehacer– para que no obstaculicen sus planes, que no son del todo compatibles con ellas. Se va imponiendo la costumbre de aplicarlas un poco a conveniencia de quien en cada caso tiene el poder: a medias, solo a algunos, o nada en absoluto si es la única manera de conseguir los objetivos que en cada momento le resultan deseables a quien manda. Ninguna ley está grabada en piedra, y en una sociedad democrática todas están expuestas a discusión, controversia y reforma por decisión de la mayoría. Sin embargo, retorcerlas en exceso acaba saliendo caro. En ellas están cifrados los acuerdos que nos pacifican.
Las cartas de los lectores
Respetar las leyes
Hace tiempo Sócrates, durante un juicio a ocho generales griegos, ya expresó su opinión sobre las mayorías en democracia. Le recordó a la asamblea de ciudadanos que las leyes estaban por encima de la opinión de dicha asamblea. Y que únicamente existían dos opciones: respetar las leyes o convencer a la mayoría para cambiarlas. Yo había leído que la filosofía tenía como objeto servirnos de guía en nuestro camino vital y parece que es así. Después de leer las palabras que Sócrates pronunció, me he dado cuenta de que en la situación actual sus consejos nos pueden ser muy útiles a pesar del tiempo transcurrido.
Gonzalo Gómez Murguia. Barakaldo
El mejor regalo para esta navidad
La semana pasada, el día de nuestra graduación, una buena amiga me tomó del brazo y me dijo: «Quiero que sepas que no te he contestado a tu última publicación porque estoy en total desacuerdo con lo que decías. A pesar de ello, quiero que sepas que respeto tu opinión». Me regaló una sonrisa, y seguimos caminando hacia un lugar común. Hay regalos en nuestra sociedad de consumo que no se encuentran en las tiendas y que no se compran con dinero, pero que tienen un gran valor; como el respeto, el perdón, la reconciliación y el agradecimiento. En estas fiestas navideñas no estaría mal que regalásemos a los que no piensan como nosotros un buen lote de estos productos. Con ellos conseguiríamos rebajar tensiones, conocer a los diferentes, restañar heridas, saber lo que nos une, alcanzar metas comunes y contribuir a mejorar un mundo ahíto de odios y seco de amor por los otros. Feliz Navidad de 2023 a todas las personas, sean como sean y piensen como piensen.
Víctor Calvo Luna. Valencia
Ese amor
Mi maternidad comenzó en un laboratorio y un quirófano, y terminó en mi cuarto de baño. En medio de esos dos lugares –a cada cual más frío– viví diez semanas con una vida creciendo en mi interior. De una forma errónea, pero creciendo. Espero que al menos allí dentro esa vida encontrara algo de calidez. Ahora se acerca la Navidad y, con ella, todos los anuncios con referencias familiares, que parecen mostrar que ser padre o madre –y ese amor hacia los hijos o nietos– son el secreto o la fórmula de la felicidad. Y yo me pregunto: ¿qué queda para los que no tenemos ni ya nunca podremos tener hijos? Por lo pronto, pido que la Navidad pase rápidamente, y aprender a que poco a poco duela menos. Ese será mi deseo con las uvas y el brindis esta Nochevieja: aceptar que –aunque luches por algo con todas tus fuerzas (y le dediques todo tu esfuerzo, tu empeño, tus ganas, tu tiempo y tu dinero)– no siempre acabas obteniendo tu recompensa. Mi deseo será también volver a ser feliz con lo que tengo.
Sara S. D. Murcia
Es Navidad
Hoy, cuando regresaba de una larga jornada laboral, me detuve a observar la variopinta decoración que adereza mi barrio en estas fechas. Algunas casas, como la mía, todavía no han sido agraciadas con el espíritu navideño: ni lucecitas, ni árbol, ni un miserable papá Noel trepando por la fachada. Otras, sin embargo, lucen engalanadas con guirnaldas multicolor y espumillón a raudales, desde la barandilla de la terraza hasta la antena de televisión, donde se alza majestuosa la estrella de Oriente. Y, como en el vecindario nos conocemos todos y sabemos lo que se cuece en casa del vecino, he comprobado que ni la iluminación es señal de alegría, ni las tinieblas fruto de la desgracia. Algunos ocultan su dolor con destellos LED, otros llenan las ausencias maternas poblando de renos el jardín, y las tradicionales poinsettias florecen tras cristaleras que aguardan visitantes que nunca llegan. Es Navidad, termina otro año en el que hemos reído y llorado. Resulta fácil buscar excusas para la tristeza y la desazón. Pero seguro que encontramos algo que nos invite a reír y celebrar. El ambiente festivo no soluciona problemas, pero hurgar en las heridas tampoco las cura. Me ha gustado ver como lucen de bonitas las casas de mis vecinos. Hoy se me hace un poco tarde, pero mañana mismo subo a la buhardilla y desempolvo las figuras del belén.
Anabel Rodríguez Vázquez. Ourense
Aún estamos a tiempo
Una extinción masiva es un tipo de extinción terminal en la cual desaparecen un 50 por ciento o más de las especies en un periodo comprendido entre uno y tres millones y medio de años. Desde que la vida empezó en la Tierra, se han detectado cinco sucesos tras los cuales se han extinguido más de la mitad de las especies existentes. Estas extinciones han sido causadas por grandes meteoritos, por erupciones volcánicas masivas, o por drásticos cambios climáticos. Muchos científicos aseguran que estamos a las puertas de la sexta extinción masiva, que será causada por el ser humano. Hay una característica que define a las cinco grandes extinciones del pasado y a la que deberíamos prestar una atención especial: en todas ellas la especie dominante desapareció, permitiendo que otras especies se diversificaran y evolucionaran. Si el hecho de ser responsables de la extinción de innumerables formas de vida ya es razón suficiente para intentar cambiar nuestra forma de interactuar con lo que nos rodea, pensemos, aunque sea egoístamente, las consecuencias que traería una nueva extinción masiva para nuestra especie. Creemos que nuestra inteligencia nos hace superiores y que eso nos permite ser autosuficientes, pero no es así. Necesitamos a las demás especies para poder sobrevivir, así que cuidémoslas, y de esa manera cuidaremos también de nosotros mismos.
Zigor Eguia Lejardi. Elgoibar (Guipúzcoa)
El gesto del amo
A inicios del siglo XX, Wilhelm von Osten aseguró que un caballo entrenado por él, Clever Hans, entendía aritmética y leía alemán y música. Al mostrarle una pregunta escrita o decírsela, Hans respondía golpeando el suelo con precisión. Al saber del caso, el psicólogo Cal Stumpf quiso estudiarlo y determinó que no había truco: Hans poseía esas cualidades. Escéptico, Oskar Pfungst, asistente de Stumpf, repitió las pruebas, haciendo ahora él las preguntas. Los aciertos de Hans cayeron drásticamente y se descubrió que golpeaba el suelo ante un gesto de Osten y, tras otro, dejaba de golpearlo. La tan celebrada inteligencia artificial (IA) es entrenada por sus creadores con conjuntos de datos para dar respuestas concretas. No son seres autoconscientes que buscan dominar el mundo, sino modelos de procesamiento estadístico. Quizá algún día nos digan que la IA ha superado nuestra inteligencia y que debemos someternos a su juicio. Entonces necesitaremos a un nuevo Pfungst que nos recuerde que el caballo golpea el suelo según se lo indica su amo.
Carlos José Carbajales Álvarez. Oviedo
Por qué la he premiado… Porque de vez en cuando una dosis de sano escepticismo y distanciamiento no viene nada mal.
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