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El bloc del cartero

Desequilibrios

Lorenzo Silva

Viernes, 20 de Septiembre 2024, 10:17h

Tiempo de lectura: 6 min

Nos escribe un lector sobre el asunto que polariza la conversación en los últimos tiempos: los desequilibrios territoriales de un país que cada vez parece menos y peor vertebrado. En esta ocasión, a propósito de la producción eléctrica, que tan desigualmente se reparte y tan disociada está de su consumo. Habla del caso de Madrid, pero podría poner otros: en Cataluña o el País Vasco hay un déficit notable entre los kilovatios por hora generados y los consumidos, más acusado si se atiende al despliegue de las renovables, vital para todos, pero cuyo impacto se concentra en tierras más despobladas. Lo que nuestro lector propone es pasar la factura a los prósperos de la carga que padecen los que ven sus pueblos morir. Otro frente para avivar la discordia. Y nadie dispuesto a articular un consenso solidario.


LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Los kilovatios de la España vaciada

Las industrias y los organismos oficiales establecidos en la Comunidad de Madrid no consumen prácticamente ni un solo kilovatio producido en esta comunidad. Devoran los fabricados en las provincias de la España vaciada. Los impactos ambientales negativos que conlleva la producción de electricidad en sus diversas formas (aerogeneradores, centrales térmicas, plantas fotovoltaicas) se los comen las comunidades excedentarias de kilovatios sin que, a cambio, eso suponga para ellas la creación de puestos de trabajo ni el aumento de su población. Para la capital, que además se permite el lujo de hacer dumping fiscal respecto a las comunidades que la rodean, es mejor que lo malo se lo queden en la España vaciada, mientras que la CAM se queda con las industrias, los organismos oficiales, los servicios, etcétera, y todos los ingresos que producen van a parar a sus arcas. Como muchos de los kilovatios han sido producidos a cientos de kilómetros, propongo algo así como un peaje de modo que el precio de la electricidad sea más caro para todos los consumidores de la CAM, excepto los hogares, para compensar estos impactos negativos, mientras que tenga un precio testimonial para los habitantes de las comunidades productoras afectadas por la voracidad energética madrileña. Esto sí que beneficiaría a las provincias limítrofes y animaría a crear puestos de trabajo en Soria, Palencia, Guadalajara, Cuenca o cualquier otro lugar con riesgo de despoblación.

Javier de las Heras Molinos. Aranda de Duero (Burgos)


Degradar nuestra inteligencia

El uso desenfrenado de información errónea y las propagandas engañosas son dos características de las redes sociales que intentan degradar indiscutiblemente nuestra inteligencia. Porque sucede que entre las nuevas y diversas adicciones, llegadas para quedarse en este tan moderno como tecnificado siglo XXI, aparece destacada una 'no oficial' y denominada popularmente como la adicción a 'las noticias', la cual afecta a aquel ciudadano que no le resulta posible dejar de ver o de leerlas –eso sí– independientemente del tipo que sean. Pues bien, en un informe reciente un grupo de investigadores estadounidenses de la Universidad de Texas coincide en señalar que, normalmente, estas personas tienen –¡ojo!– un menor nivel de bienestar físico y mental que el resto debido a problemas como la fatiga, la preocupación, el dolor y los problemas gastrointestinales. Y es que en la actualidad se hace absoluta y totalmente necesario buscar una relación saludable con las noticias, reduciendo su consumo a la vez que haciéndonos exigentes sobre qué clase y qué medios de comunicación vale verdaderamente la pena atender. Aviso a navegantes.

Miguel Sánchez Trasobares. Zaragoza


La vuelta al cole

Hablaba con un amigo después de las fiestas patronales de mi ciudad de la vuelta a lo ordinario, al trabajo normal. De cómo cuesta. Del esfuerzo que hay que hacer. Veíamos que depende de cómo te lo tomes, de tu carácter, del sentido con el que lo haces, de procurar ser 'buena gente' y de tener sentido del humor. Como algunos currantes, trabajadores buenos. De esos que te ponen la gasolina con una sonrisa, mientras te cuentan un chiste o gastan una broma. Te ríes y afrontas el viaje de otra manera. Como dice un poeta: «Una sonrisa es la mejor mecedora para el ánimo ajeno y la alegría su más cálida chimenea, y se pueden ofrecer al prójimo en todas las circunstancias». También lo confirman las neurociencias: una carcajada de corazón aporta a nuestro cuerpo y a nuestra psique muchos más beneficios que muchas medicinas. Se trata de intentar ser 'buena gente', como dicen los del sur. Y eso se puede entrenar: día tras día, buscando con cuidado lo bello y el bien que pasa a nuestro lado, predisponiendo la mirada hacia la parte positiva de los demás, aprendiendo a dejar pasar la molestia de los pequeños y grandes contratiempos sin permitir que nos arruinen la jornada, viendo con sentido del humor la fragilidad y extrañeza de lo humano.

Ernesto López-Barajas González. Valladolid


La sinrazón de las guerras

La invasión de la Franja de Gaza por parte de Israel —también la de Ucrania por parte de Rusia—, tiene en vilo a Europa y a Estados Unidos. Se está cometiendo un genocidio, masacrando indiscriminadamente a la población civil. Miles de niños fallecidos en los hospitales pediátricos por los bombardeos y la falta de medicamentos. Amputaciones realizadas sin anestesia… Todo un despropósito. La sospecha de la existencia de terroristas no puede justificar semejante masacre. Y esas muertes no pueden considerarse daños colaterales. Son crímenes flagrantes: bombardean, con conocimiento de causa, escuelas, hospitales, campos de refugiados… sabiendo que en cada bombardeo van a morir cientos de personas que nada tienen que ver con el Movimiento de Resistencia Islámica «Hamás». Es desgarrador ver en televisión las imágenes de niños llorando, abrazados a los cuerpos sin vida de sus padres o hermanos. Niños huérfanos, deambulando entre los escombros, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Es conmovedor oír a una niña de corta edad manifestando su deseo de poder llegar a cumplir los doce años, antes de que una bomba acabe con su vida. La sinrazón de las invasiones en la Franja de Gaza y en Ucrania, está dejando un rastro de destrucción y muerte que parece no tener fin. Netanyahu y Putin están perpetrando un exterminio sin paliativos. La Corte Penal Internacional tendrá que poner «firmes» o «de rodillas» a estos genocidas.

Roberto Núñez Porto. Vilagarcía de Arousa


Un principio de dignidad

Es bien conocida la frase de Mariano José de Larra: «las circunstancias… palabras vacías de sentido con que trata el hombre de descargar en seres ideales la responsabilidad de sus desatinos». Nuestra responsabilidad, y un principio de dignidad, comienza buscando respuestas. Todos tenemos una cuota de participación que debe librarnos de la pasiva inoperancia. La pasividad es una forma de complicidad con la injusticia de esta sociedad atomizada e individualista, en la que nuestra clase política se coloca el previsible traje antibalas de la crisis mundial y otras causas exógenas que facilitan una retórica trilera. Todo un clásico sobradamente representado en este teatro nacional. Un tren de inquietud, un relámpago a la nada, atraviesa un mundo en el que las guerras dejan patrias reventonas de muertos y de niños sin cena. El privilegio de vivir en democracia ha de mantener, de un modo ingénito, una conciencia solidaria, conscientes de que el poder de los grandes actores económicos sigue extendiendo su veneno y sometiendo con sus fustas a una gran parte del planeta.

Rafael Blasco García. Pamplona


LA CARTA DE LA SEMANA

Este verano he visto cosas que no creeríais

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+ ¿Por qué la he premiado?

Porque producirá algún escozor, y el escozor a veces es necesario.

He visto a un humano podar malas hierbas en un camino y responder «lo hago por mí y por mis vecinos» al comentario de una paisana «el Ayuntamiento no se merece ese favor». He visto a otro, que ya peinaba canas y con ayuda de un ciudadano portugués, sacar de la orilla el cuerpo sin vida de un hermoso delfín atacado por gaviotas. He visto también a un longevo ciudadano ofrecerse y cargar 'a caballito' por más de treinta metros a una mujer a la que no conocía y que arriesgaba su vida bajando escaleras, y después unas rocas, con unas muletas y una terrible discapacidad. Todo esto lo he visto en presencia de docenas de jóvenes que no apartaron la vista de sus móviles, impasibles ante el maravilloso espectáculo de una playa en las Rías Baixas, mientras juraban contra los foráneos. Son lágrimas en la lluvia, pero yo lo he visto, y lo recordaré siempre.

Roberto Penas Mariño. Vigo