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El feto en el útero La vida empieza así: viaje al misterio de la gestación

Hacer visible lo invisible. Éste era el sueño de Lennart Nilsson. Y vaya si lo logró... en 1965 su trabajo dio la vuelta al mundo cuando captó un feto en el útero de su madre, pero este fotógrafo llegó incluso más lejos. Con su cámara, se adentró en los misterios mismos de la vida. Ahora que la ciencia permite nuevas formas de fecundación y gestación y la subrogación suscita polémica, el trabajo de Nilsson sigue conmoviendo como el primer día.

Viernes, 12 de Mayo 2023

Tiempo de lectura: 5 min

En la primavera de 1965, la revista Life mostraba en su portada la imagen de un feto humano, rebosante de vida, en el interior del útero de su madre. Con sólo 18 semanas de gestación, el primer feto en convertirse en portada de una revista resultó ser un modelo nato. El actorcillo más pequeño de la historia sabía exactamente qué hacer con las manos: las unió en lo que parecía una plegaria. En un par de días se vendieron millones de ejemplares de la revista. El milagro de la vida pareció aún más milagroso. Respecto a Lennart Nilsson, el risueño sueco que había tomado la fotografía, su nombre se convirtió en una referencia mundial y sus libros, como Life y Nacer, la gran aventura, se han vendido por millones en todo el mundo desde entonces.

Fallecido en 2017, Nilsson trabajó hasta el final y su talento le valió el apodo de Leonardo da Vinci de la fotografía. Sus imágenes son de gran precisión científica pero, al mismo tiempo, despiertan la imaginación. Nadie ha mostrado con tanta belleza y detalle el desarrollo del feto humano.

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Nilsson comenzó a trabajar como fotógrafo en la década de 1940, como reportero especializado en historias de interés humano. Una vez se desplazó hasta Niza para fotografiar a Matisse, muy poco antes de que muriera el pintor, y se lo encontró tonteando descaradamente con su 'enfermera' inglesa. Y cuando Nikita Khrushchev viajó a Suecia durante la guerra fría, Nilsson se escondió en la cocina y, posteriormente, cenó con él y con el primer ministro sueco. Khrushchev le dio una copa de coñac, y Nilsson, otra a él. Al poco tiempo, todos estaban borrachos como cubas, cantando a pleno pulmón canciones folclóricas rusas.

Sus experimentos con la biofotografía comenzaron a finales de la década de 1950. Su primer encargo de este tipo fue fotografiar el ciclo vital del plancton. Aquello le permitió descubrir en él todos los elementos de una historia de interés humano –encuentros, apareamientos, bebés– representada por amorosos grumos brillantes. Poco después, su mayor ambición era fotografiar un feto humano. Tras años de inmersión médica y experimentación fotográfica, por fin lo consiguió en 1965. Al poco tiempo publicaría Nacer: la gran aventura, un registro paso a paso de la creación de un bebé y su llegada al mundo, que sigue siendo el libro ilustrado más vendido de todos los tiempos. Luego se sumergió en los virus, y hace 20 años se convirtió en uno de los primeros fotógrafos en captar el virus VIH en acción, en una famosa secuencia de fotos que cuelgan ahora de uno de los pasillos del Instituto Karolinska, en tamaño póster.

Nilsson trabajaba en la frontera de la investigación médica y la vanguardia fotográfica. Y lo hace aunque tenga que soportar temperaturas heladoras y una altísima humedad para fotografiar células vivientes. Él se veía como «un mensajero importante entre el mundo científico y el público» en un trabajo que exigía la escrupulosidad de un científico junto con la paciencia y el temperamento de un artista. Falleció en 2017 a los 94 años.

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