Ellos, al desnudo ¿Qué les pasa a los hombres? El macho humano analizado por un zoólogo
El cuerpo del hombre es un reflejo de la historia de la evolución, pero también explica algunos de sus comportamientos actuales: desde su pasión por el fútbol hasta su procacidad (polémicas deportivas incluidas). El zoólogo Desmond Morris lo explicó en su libro El hombre desnudo. Vayamos por partes...
Miércoles, 23 de Agosto 2023, 13:00h
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El cerebro del hombre creció, sencillamente, porque era un débil. Su desventaja física respecto al resto de los depredadores era tal que no le quedó otra que agudizar el ingenio. La inteligencia y la astucia fueron sus principales armas, junto con el aumento de la cooperación para operar en grupo y la inventiva para desarrollar nuevas técnicas que le permitieran cazar mejor. Comer carne, a la vez, fue determinante en su evolución y lo distinguió de los demás simios.
También contribuyó a la evolución de diferencias de constitución física entre los sexos. Los machos cazadores evolucionaron hacia un depredador-asesino eficiente cada vez más atrevido y astuto, con un cuerpo atlético y musculoso. Las mujeres, muy valiosas por su papel reproductivo, mantuvieron sus depósitos de grasa (sus curvas), que las nutrían en épocas de carestía, y se especializaron como individuos cuidadores y maternalmente eficientes. El macho y la hembra humanos han constituido un equipo evolutivo perfecto.
La siguiente gran revolución en la vida de los humanos vino de la mano del dominio de la agricultura y la cría de animales. Ocurrió todo tan rápido que al macho no le dio tiempo a evolucionar.
Genéticamente siguieron siendo poderosos cazadores, pero en gran parte la caza fue sustituida por el trabajo de recolección. La gran ventaja de disponer de alimentos de forma controlada se vio empañada por la pérdida de la aventura y del espíritu audaz de la manada de cazadores.
Sin embargo, también esto acabaría equilibrándose con el nuevo macho granjero, que, para compensar el aburrimiento, desarrolló la caza como deporte, la guerra para saciar el hambre de riesgo, y la innovación como resultado de la capacidad adquirida para concentrarse en objetivos a largo plazo.
El macho inventor y el macho destructivo definen las dos caras del macho humano. Todos los deportes de competición modernos son formas simbólicas de cacería.
Invertir en Bolsa o los juegos de azar, ámbitos masculinos por excelencia, generan la adictiva adrenalina asociada al riesgo. Otro rasgo fundamental del macho humano es lo que se conoce como ‘neotenia’, la tendencia evolutiva que ha llevado a un creciente proceso de infantilización.
La especie humana se ha ‘infantilizado’ llevando a los comportamientos básicos de la vida la curiosidad, la experimentación y el juego. El antiguo cazador primitivo tal vez haya muerto, pero el cazador moderno, simbólico, sigue vivo.
El cuerpo masculino, por partes
El cabello: solo la castración evita que se caiga
La abundancia en los hombres es signo de virilidad; la calvicie –vinculada a altos niveles de hormonas y la edad–, de veteranía y dominio. Pero en una cultura que venera la juventud es un desastre. La solución garantizada es la castración antes de la pubertad: al eliminar la fuente de testosterona, nunca se caerá el pelo.
Las orejas: el lóbulo erógeno
Frente a otros cazadores, el humano tiene unas orejas modestas. La disposición de pliegues es un sutil sistema de ecualización del sonido. El lóbulo carnoso, sólo humano, funciona únicamente como zona erógena suplementaria. La mitología oriental relacionaba el tamaño del lóbulo con el del pene.
La barba: para exagerar la agresividad
Es la característica más singular del macho humano (con sus genitales). Contribuye a exagerar la agresiva mandíbula prominente. Desde el siglo XI, el clero occidental se afeitó la barba para distinguirse del oriental. Hoy, el 90 por ciento de los occidentales se afeita a diario, aunque invierta en ello una media de 152 días de su vida.
Los hombros: las hombreras como símbolo de masculinidad
Los hombres primitivos necesitaban brazos más fuertes que las mujeres para empuñar armas. Por eso, los hombros masculinos son un 15 por ciento más anchos que los de la mujer. Las formas más exageradas de extensión de los hombros como símbolo de masculinidad se dan en las hombreras de los uniformes militares y en el fútbol americano.
Los brazos: las feromonas de la atracción sexual
Los fuertes brazos del macho humano desempeñaron un papel importante en los primeros tiempos de la evolución. Para lograr ensartar una presa con un arma afilada se requería precisión en la puntería y fuerza. Los hombres tienen un 13 por ciento más de músculo que las mujeres en los brazos. En la axila se encuentran las glándulas apocrinas, que juegan un papel fundamental en la atracción sexual. Las feromonas que producen influyen en el equilibrio hormonal de las mujeres y estimulan la hormona que desencadena la ovulación. Curiosamente, apunta Morris, las mujeres son un siete por ciento más bajas que los hombres, lo que coloca sus narices en el lugar adecuado.
Las manos: solo sudan por estrés
El paso evolutivo hacia la liberación de las manos fue decisivo para hacerse humano. Las palmas no sudan en relación al exceso de calor. Sólo sudan como respuesta al estrés. Estos sudores eran muy valiosos en la época en que la ansiedad era el preludio de la intensa actividad física de la caza. Lubricaba la mano y mejoraba la habilidad prensil. Las manos ocupan el segundo lugar después del rostro en la emisión de lenguaje corporal. El gesto de darse un apretón de manos tiene su origen en la antigua Roma y mostraba que ambas personas se encontraban con sus manos derechas desarmadas.
El pecho: los pulmones más grandes
La caza obligó a perfeccionar la respiración y llevó al desarrollo de la caja torácica para albergar unos pulmones más grandes. Los pechos masculinos mantienen los pezones como zona erógena, cada uno contiene entre 3.000 y 6.000 terminaciones nerviosas ultra-sensibles, y uno es más sensible que otro. Aunque es poco probable que en estados evolutivos anteriores los machos humanos hayan podido amamantar a sus crías, en casos de estrés inusitadamente alto y pobre alimentación (campos de concentración nazis, presos de las guerras de Vietnam o Corea) se han dado casos de secreción de leche por las mamas.
El vientre: no existe la barriga cervecera
Existe un gen que determina el desarrollo del vientre protuberante. Ninguna persona sana engorda, a menos que coma en exceso y no practique ejercicio alguno. La barriga cervecera es un mito. Los estudios han determinado que el consumo de alcohol no guarda relación con el aumento de peso. El 'perfil' del vientre se debe a la ingesta excesiva de comida, vinculada a la personalidad del bebedor.
Las caderas: cuatro veces más resistentes que las de las mujeres
La proporción ideal entre la cintura y las caderas de una mujer es 7:10, mientras que en el hombre es 9:10. En general, los hombres intentan que sus caderas pasen inadvertidas. Las caderas masculinas son cuatro veces más resistentes en la vejez a las fracturas y el desgaste que las femeninas.
El pene: la evolución al “tipo proa”
Comparado con otros simios, el humano es insólito: más largo y más grueso y sin hueso que contribuya a la erección. El pene humano medio erecto mide 15,2 cm de largo. En el encuentro sexual típico realiza de 100 a 500 embestidas antes de eyacular, mientras que en los simios son suficientes entre dos y nueve. El pene tipo proa (curvado ligeramente hacia arriba) parece ser la adaptación masculina a la posición del punto G femenino. En términos evolutivos debe considerarse la forma más avanzada.
Los testículos: el izquierda está más bajo
Los hombres tienen sus genitales externos porque de esta manera se mantienen a la temperatura que contribuye a la producción eficiente de esperma. Todas las especies que saltan, corren o se golpean deben tenerlos externos, en lugar de en el vientre. Los testículos cuelgan a distinta altura. En el 90 por ciento de los casos es el izquierdo el que cae más bajo.
Las nalgas: la parte más atractiva
Las nalgas evolucionaron como respuesta a la postura vertical, pues nos permitían mantenernos erguidos durante largos periodos de tiempo. Las nalgas rivalizan con los ojos como las partes del cuerpo masculino más atractivas para las mujeres. Las nalgas musculosas simbolizan la saludable forma física de un cazador con éxito que puede alimentar a su familia y un trasero musculoso indica que puede realizar potentes embestidas púbicas para satisfacer a una mujer.
Las piernas: el equilibrio 1:1
Entre las 4.000 especies de mamíferos distintos que existen hoy en día, los humanos somos los únicos que andamos y corremos sobre nuestras extremidades inferiores a lo largo de toda nuestra vida adulta (los canguros no cuentan porque son saltadores, no caminantes). Por eso las piernas tuvieron que hacerse más fuertes y más largas, hasta representar la mitad de la altura del cuerpo. El atractivo de las piernas de los hombres depende de su longitud y de la relación que guarden con el torso. Los hombres más atractivos son los que presentan unas proporciones ideales 1:1 entre el torso y las piernas.
Los pies: una huella única
El primer gran paso de la humanidad ocurrió hace como mínimo 3,3 millones de años cuando nuestros ancestros se hicieron bípedos y liberaron las extremidades superiores. Los pies estaban en la avanzadilla de la tendencia evolutiva que nos dotó de la plena condición humana. Esta asombrosa pieza de ingeniería consta de 26 huesos, 33 articulaciones, 114 ligamentos y 20 músculos. Las plantas de los pies tienen más glándulas sudoríparas que ninguna otra parte del cuerpo, excepto las manos. Por eso dejamos señales olfativas con nuestros pies. Las huellas de la planta del pie son tan únicas como las de las manos.
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