Menores bajo la guerra
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Menores bajo la guerra
El rostro de un menor cubierto de sangre, pálido, su expresión vacía, exhausta, desesperanzada a la entrada de un hospital abarrotado y sin recursos. Imágenes como ésta simbolizan la desesperada situación en la franja de Gaza. Israel no detiene su ofensiva, pero millones de gazatíes, acorralados entre la maquinaria de guerra hebrea y la frontera egipcia en el sur de este territorio de apenas 365 kilómetros cuadrados (la mitad que la ciudad de Madrid) , ya no tienen dónde escapar.
Los palestinos mueren cada día bajo los ataques israelíes, los heridos, como el adolescente de la foto superior, acuden a los precarios hospitales, pero allí sólo encuentran la certeza de que ya no hay un lugar seguro adonde ir.
La mitad de los muertos en la franja –y ya van más de 30.000– son menores, niños que no han conocido nada más que un constante estado de guerra y, finalmente, la destrucción total. Esta letalidad, acompañada de imágenes como estas, pone los pelos de punta, pero, por lo visto, pueden ser apenas un adelanto de lo que está por venir.
Alertan de ello Unicef, la OMS y el PMA, agencias de Naciones Unidas para la infancia, la sanidad y la alimentación que diagnostican un incremento exponencial de la mortalidad infantil en la zona. Además de los bombardeos israelíes, la escasez de agua potable y de alimentos está convirtiendo la desnutrición aguda en una de las grandes amenazas para los menores, sobre todo en el norte de la franja.
A esa región apenas llega la ayuda humanitaria, concentrada –de forma también insuficiente– en el sur, adonde huyó la mayoría de gazatíes por invitación expresa de Benjamin Netanyahu nada más iniciarse la invasión; cinco meses cumple ya. En Gaza ya no hay agua ni combustible y los niños ya comienzan a morir por falta de alimentos y las madres no consiguen amamantar a sus bebés.
La situación es dramática en todo el territorio ocupado ahora por Israel, pero en el norte hay tres veces más casos de niños con desnutrición aguda; muchos de ellos, incluso, con emaciación grave, la manifestación más letal del problema. Un anuncio de lo que les espera a los millones de palestinos que se refugian en la ciudad de Rafah, último frente de la guerra, en el extremo sur del diminuto territorio que Hamás gobernó entre 2006 y la reciente invasión israelí.
Incluso el autor de las fotografías que ilustran estas líneas, Abed Zagout, pide ayuda para su familia a través de redes como Gofundme. «Ahora vivo en una tienda de campaña en Rafah con mi esposa y mis cuatro hijos. No tenemos dinero para escapar. Mis hijos necesitan antibióticos, comida, agua. Mucha gente está en nuestra misma situación». Un sufrimiento insuficiente, por lo visto, para detener una guerra que Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, pretende llevar hasta la «victoria total».