Ningún periodista conoce a la Camorra como el autor de ‘Gomorra’. Diez años después de aquel libro, Saviano, bajo protección policial desde entonces, alerta de que el sistema mafioso «se ha extendido».
¡No dejemos solo a Roberto Saviano! El primero en gritarlo fue Umberto Eco, poco después de conocerse las amenazas del clan de los Casalesi, uno de los más poderosos de la Camorra, contra el escritor. Fue el 4 de octubre de 2006, seis meses después del lanzamiento de Gomorra. «La tirada inicial fue de 4500 ejemplares, pero en septiembre ya iba por cien mil... Leer más
¡No dejemos solo a Roberto Saviano! El primero en gritarlo fue Umberto Eco, poco después de conocerse las amenazas del clan de los Casalesi, uno de los más poderosos de la Camorra, contra el escritor. Fue el 4 de octubre de 2006, seis meses después del lanzamiento de Gomorra. «La tirada inicial fue de 4500 ejemplares, pero en septiembre ya iba por cien mil –rememora Saviano–. Recuerdo el e-mail de mi editor: ‘Roberto, desde hoy eres escritor profesional’». Transcurridos diez años desde aquel libro que cambió el modo de explicar la mafia, su autor asegura que «el sistema se ha extendido, rejuvenecido». Según él, se enfrentan dos maneras de contar Italia: la del poder, que esconde las zonas oscuras, y otra que obliga a mirar al mal cara a cara.
XLSemanal. Gomorra comienza con esta cita de Hannah Arendt: «Comprender qué significa lo atroz, no negar su existencia, afrontar sin prejuicios la realidad». ¿Qué ha cambiado en estos años?
Roberto Saviano. Antes de Gomorra daba la impresión de que la Camorra, comparado con la Cosa Nostra, era un fenómeno minoritario; una realidad desconocida que solo aparecía en las crónicas locales. En los diarios donde empezaba a colaborar, me decían: «Si entregas con retraso te ocuparás siempre de la Camorra». Pero yo quería entender a estas organizaciones, su poder económico, su lenguaje. Y he pagado un precio inesperado. A los que hablan del mal se los trata peor que a los que lo hacen, decía Leopardi hace dos siglos.
XL. ¿Pensó alguna vez que se desataría esta reacción?
R.S. No pensaba en alimentar el odio, quería llamar la atención de la opinión pública. Y tenía ambiciones literarias. Lo que los volvió tan locos fue el éxito. Si yo hubiera sido quien soy ahora, no me habrían amenazado, no les convendría. Pero hace diez años no era nadie; un muchachito al que machacar. Uno que se inventa historias. Para ellos, un mierda.
XL. ‘Camorra’ «es una palabra inexistente, usada por magistrados, periodistas y guionistas», decía. ¿Por qué ahora escribe ficción?
R.S. Con la ficción puedo contar todo aquello que, por lo general, no interesa: cómo se organiza un punto de venta de droga; cómo se prepara una ejecución; cómo se amañan unas elecciones con el método de la papeleta bailarina… Es la fuerza de las series de televisión. House of cards te enseña hasta qué punto la política en las democracias no puede prescindir del cinismo, la corrupción y la manipulación de los medios. Mr. Robot habla de los hackers; te enseña cómo, si tienes un rostro y un nombre conocidos, usarán tus debilidades contra ti. Solo puedes rebelarte si eres anónimo e invisible.
XL. «Saviano escribe en primera persona, pero es un yo humilde, sin complacencia. Casi parece excusarse por usarlo», decía una de las primeras reseñas de Gomorra. Sin embargo, parece que se vio obligado a lanzar a su yo a una batalla…
R.S. No aspiraba a convertirme en un símbolo de la lucha contra la mafia; quería ser escritor, sin intermediarios entre el lector y yo.
XL. ¿Aún es necesaria la narración social o está muerta como la política, el periodismo y todo lo demás?
R.S. Por supuesto que todavía es necesaria, pero conviene saber que solo es posible a costa de un gran sacrificio personal. El escritor debe saber que pagará un alto precio y que no podrá vivir aislado; deberá alcanzar un compromiso entre el sentido del pudor y la necesidad de llegar a muchas personas. No se puede transformar la realidad evitando a aquellos a los que no gustamos.
XL. El alcalde de Nápoles lo acusa de mostrar solo lo desagradable. Y el primer ministro, Mateo Renzi, repite que de Italia se debe contar lo positivo, contra «el derrotismo».
R.S. Hacer pasar a los críticos por derrotistas es gravísimo. No te puedes imaginar el dolor que me causó Renzi cuando dijo en Campania: «No dejaremos que la imagen de esta tierra sea solo el escenario de Gomorra». ¡Pero con esta narración yo trato de salvar esta tierra! Renzi repite que se puede hablar mal de él, pero no de Italia: es una frase con ecos autoritarios. Si yo cuento lo que no está bien, ¿le hago mal o le hago un bien a Italia? Renzi me trata como hacía Berlusconi.
XL. Terminado el movimiento anti-Berlusconi, ¿se siente más solo?
R.S. Absolutamente. Antes sabía que había una comunidad, un mecanismo de protección; ahora, mi soledad es inmensa. Hoy, si adoptas una postura abiertamente crítica con el gobierno incomodas a mucha gente.
XL. El sistema ¿se ha hecho más fuerte o más débil en estos años?
R.S. El clan de los Casalesi se ha desintegrado, pero el sistema ha crecido y se ha rejuvenecido. Los jefes napolitanos de hoy tienen veinte años.
XL. En estos diez años ¿ha muerto la antimafia?
R.S. Murió cuando se convirtió en una antesala de la política. De la mafia ya no se habla en Italia; ni en Europa, donde barrios enteros dan cobertura a terroristas como a sus propios hijos; no se habla en México, que es un narcoestado y donde polemicé con el presidente, Peña Nieto. Tampoco Sanders en Estados Unidos utiliza la palabra ‘blanqueo’.
XL. ¿Por qué ya no cree en la justicia?
R.S. Escuché decir en el tribunal: «Iovine, absuelto; Bidognetti, absuelto [se refiere a dos poderosos camorristas]». Entonces, mi sentimiento de injusticia llegó al límite. Ahora, como escribe Vassili Grossman en Vida y destino, valoro la bondad persona por persona. Ya no miro a la política con esperanza, sino con análisis. Weber decía que la política es poder, la cuestión es cómo se usa. Los intelectuales, los periódicos deben regresar a las ideas. No nos rindamos a una política de anuncio. Mi intención sigue siendo no tener miedo de la complejidad. Seguiré escribiendo libros y novelas con este objetivo.
XL. ¿Se encuentra en un momento de reflexión? ¿Siente la necesidad de distanciarse de sí mismo, del personaje que le han endosado?
R.S. Lo más doloroso, de hecho, ha sido sentirme cómplice de la fabricación de este personaje. Diez de mis 36 años seguido por un ejército de escoltas, es para volverse loco. Todos los días trato de distanciarme de la aureola de mártir. Pero, si estoy triste, dicen que estoy deprimido. Y, cuando sonrío, escriben que lo disfruto. Si estás vivo, es que eres un fraude; no puedes hacer nada. Si me llegase a pasar algo, los mismos que me han criticado hablarían de mí como de un héroe. Me alegro de que no puedan hacerlo.
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