Concentración en la Puerta del Sol (Madrid), convocada por el Sindicato de Estudiantes y la asociación Libres y Combativai. EFE | Vídeo: Atlas

Madrid sortea las prohibiciones con concentraciones pequeñas

8-m ·

Las mujeres optaron por las protestas virtuales y la exhibición de prendas moradas

Lunes, 8 de marzo 2021, 21:18

Salvo concentraciones muy minoritarias, Madrid no ha sido el escenario de marchas multitudinarias de otros años. La decisión de los jueces, incluidos los magistrados del Tribunal Constitucional, de ratificar la prohibición de las manifestaciones feministas por razones de salud pública, ha sido obedecida en términos ... generales. La Comisión del 8-M, convocante de la primera huelga de mujeres en 2018, ha anulado todos los actos anunciados. El Sindicato de Estudiantes, sin embargo, ha sido una de las pocas organizaciones que ha desafiado la orden de la Delegación del Gobierno. La organización celebró una protesta no autorizada en la Puerta del Sol, frente a la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid. El Real Palacio de Correos, que acoge al Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso, no lucía ninguna enseña morada, a diferencia del Congreso, del que colgaban dos pancartas con lazos violetas.

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Por las calles de Madrid se han lucido con profusión sudaderas, abrigos, pañuelos y bufandas moradas. La Comisión del 8-M, tras conocer la noticia de que sus cinco manifestaciones eran definitivamente anuladas por el Tribunal Constitucional, ha animado a mujeres y hombres a aplaudir en los balcones y terrazas, como ya ocurrió durante el confinamiento.

En Callao una reducida protesta que alcanzaba la veintena de mujeres se ha hecho presente con el propósito de abolir la invisibilización femenina. Eran miembros del Movimiento Feminista de Madrid. Al rato se juntaron otras cuantas manifestantes hasta llegar a la cincuentena. Portaban carteles en las que se proclamaba «el porno es prostitución grabada» o «la revolución será feminista o no será». También por la tarde discurrió una caravana de bicicletas por la Gran Vía

Infecciones

«No estamos haciendo nada ilegal. El 8-M no es ningún delito. No nos van a meter en casa. Estamos defendiendo la libertad de expresión y el derecho de manifestación», dijo la secretaria general del Sindicato de Estudiantes, Coral Latorre. La dirigente estudiantil reclamó la dimisión del delegado del Gobierno en Madrid, José Manuel Franco, que impidió la celebración de cualquier protesta para evitar los contagios por covid.

Latorre adujo que mientras Franco ha proscrito toda protesta para mantener a raya las infecciones, «los bares permanecen abiertos, el Corte Inglés está lleno de gente y se autorizan las manifestaciones de nazis y negacionistas».

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La Policía ha hecho la vista gorda cuando las jóvenes de la organización estudiantil y de la entidad Libres y Combativas, megáfono en mano, han arengado a un centenar de personas congregadas en torno a ellas contra la «represión salvaje». «Parece ser que solo los manifestantes de la izquierda propagan el virus», ha declarado una integrante de Libres y Combativas.

Ha habido un conato de enfrentamiento cuando personas ajenas a la manifestación alzaron el brazo y cantaron el 'Cara al sol'. La policía tuvo que proteger a tres ultras que han sido increpados por las manifestantes al grito de «provocadores».

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Arriba. Baile de dos feministas en una concentración en Sevilla; Debajo. Pedro Sánchez e Irene Montero, en un acto institucional; El mural de Ciudad Lineal vandalizado.

En la Plaza de Juan Goytisolo , un grupo de mujeres tejen con alambre una jaula en cuyos barrotes atan paños de cocina usados. Dentro de esa cárcel está la artista Barbara Long, protagonista de una 'performance'. Monta el tinglado para denunciar «la brecha de género en el reparto de tareas domésticas y la desigualdad en la autoría de exposiciones en museos de arte moderno en España». «Como mujeres somos cómplices de nuestra propia jaula», argumentó Long.

A Teresa –sombrero, bufanda, guantes y mechones de pelo morados- no le gusta que le vengan con el cuento de las prisiones invisibles, aunque tengan un tinte metafórico. «Me incomodan esas palabras. Muchas que han construido su jaula lo han hecho para protegerse», arguye esta secretaria de dirección. A sus 64 años, denigra la opresión a que se han visto históricamente abocadas las mujeres y cree que muchas, como su madre, si han sido víctimas del patriarcado, no lo han hecho por voluntad propia. «Vengo de un medio rural donde las mujeres rompían el hielo con las manos, sin guantes, para lavar. Mi madre sabía tejer, esquilar las ovejas, hace la matanza, y no le daba ninguna importancia a esas cosas. Fue a las ochenta años, cuando la invitaron a un taller en el Museo de Arte Reina Sofía, cuando tomó conciencia de que lo que hacía era relevante».

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A Teresa le acompaña Mercedes Carrión, una peruana afincada en España desde hace varias décadas. Carrión es cuentacuentos, maga, mimo, bailarina, funambulista y actriz. Estudió arte dramático en Budapest y mímica en Barcelona y ahora trabaja en el laboratorio teatral Cómo me pone la lavadora. Tiene un hijo, Buster, diseñador de videojuegos, cuyo nombre es un tributo a Buster Keaton. «Mi pareja, Donald [director de la Escuela de Circo Carampa de la Casa de Campo de Madrid], sí cuidaba a su hijo y asumía su papel de padre». Nacida en el seno de una familia de clase media peruana, Mercedes Carrión tampoco se siente colaboradora en la construcción de prisiones imaginarias, ni siquiera las circenses. «Mi hijo y yo no somos nada interdependientes. Y hoy es importante que tomemos las calles que habitamos porque no somos invisibles, no somos menos que nadie. Somos fuertes decididas e inteligentes».

A la una de la tarde prosigue la actividad reivindicativa en la Puerta del Sol. Son pocas las activistas, y quizá por esa misma razón se las disputan los redactores gráficos. Lucía Nistal pertenece a la Agrupación Pan y Rosas, nombre que toma del poema 'Bread and Rosas', de James Oppenheim. Su colectivo, contrario al neoliberalismo y que abomina del feminismo del PSOE, quiere ser la voz de la mayoría de las mujeres: trabajadoras inmigrantes y jóvenes, «las olvidadas desde hace décadas por el feminismo liberal y corporativo». «Prohibir las manifestaciones del 8.M da alas a la extrema derecha y criminaliza al movimiento feminista. Este Gobierno no es feminista mientras no derogue la reforma laboral, elimine los centros de internamientos para extranjeros y la 'ley mordaza'», alega Nistal.

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Muy cerca de allí, en la Plaza de Neptuno, está aparcado el autobús naranja de la plataforma ultracatólica Hazte Oír con ese eslogan que hizo fortuna hace años: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen». A pocos metros, en el Paseo del Prado y frente al Ministerio de Sanidad, unos cuantos hombres con cresta y cabeza rapada y unas pocas mujeres que dicen ser «antisfacistas» portan una pancarta que denuncia que siete de cada diez personas que se suicidan en España son varones. Extraños antisfacistas estos:

-¡Viva España!- grita uno

-Que no, coño, que no –le reprende un compañero al ver a la prensa acercarse.

Entretanto, un tipo fornido lanza mensajes ultramontanos de extrema derecha. Lleva una parca y holgada mascarilla de las que escapan miríadas de gotículas. El grupo es vigilado de cerca por funcionarios policiales. Agarran pancartas con el logo de un grupúsculo de extrema izquierda con el que no tienen nada que ver. «No se investiga la pederastia en los centros de menores», aduce una mujer que dice llamarse Macu y que repite curiosamente un discurso que parece inspirado en el de QAnon, adeptos a la teoría de la conspiración.

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Borrado

Este lunes han borrado los rostros de Rigoberta Menchú, Angela Davis, Rosa Parks, Chimamanda Ngozi Adichie y Frida Kalho. Justo el día en que se celebra el Día Internacional de la Mujer, el famoso mural del distrito madrileño de Ciudad Lineal ha amanecido embardunado de pintura negra para hacer desaparecer las 15 caras de mujeres célebres que se han hecho un hueco en la historia, la grande y la pequeña. Lo que no pudo hacer Vox, lo ha conseguido una extraña organización que se hace llamar Revolutio. Los vándalos dejaron en el lugar un manifiesto en el que tachan el feminismo de «una de las bestias negras de nuestro tiempo». Los ultras han conseguido su propósito a medias, pues el Ayuntamiento de Madrid anunció esta mañana que rehabilitará el icono.

Los que han acudido temprano pudieron ver los rodillos aún manchados de pintura y unas pancartas con leyendas como 'Terroristas' y 'Comunistas'. «Estoy furiosa. Me repugna esta gente», dice Emma García, una vecina del barrio que se había acercado a ver el desaguisado. Fue corriendo la voz y en el lugar donde estaba pintado el muro se fueron juntando medio centenar de personas que corearon lemas como «¡Madrid será la tumba del fascismo!» y «Aquí estamos las feministas!».

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«No estamos haciendo nada ilegal. El 8-M no es ningún delito. No nos van a meter en casa»

No ha sido el único icono feminista destruido. En Alcalá de Henares (Madrid), otra obra hecha a imagen y semejanza del mural de Ciudad Lineal ha aparecido el domingo llena de churretones de pintura. Los bárbaros arrojaron globos de pintura que estallaron contra las caras de María Zambrano, filósofa y escritora; Isidra de Guzmán, primera mujer con título de doctora de Alcalá; y la diputada en el Congreso durante la II República Clara Campoamor, adalid del voto femenino. Por añadidura, otro símbolo, la placa que tributa un homenaje a Cristina Ortiz, La Veneno, convertida en referencia del movimiento trans, fue vandalizada el domingo. La placa, situada en el parque de Oeste, se encontraba maltrecha y con una pintada que decía: «Somos patriarcado, abajo la Ley Montero».

Tanto los regidores de Madrid, José Luis Martínez Almeida, como el de la ciudad complutense, Javier Rodríguez, han prometido que las decoraciones murales serán restauradas.

La de Ciudad Lineal fue una obra que la extrema derecho hizo célebre cuando Vox presentó una iniciativa en la junta de distrito , aprobada con los votos a favor de PP y Cs, para sustituir estas pinturas por unas que representasen a deportistas paralímpicos. 'La unión hace la fuerza', que así se llamaba la representación, sobrevivió gracias a que Ciudadanos cambió el sentido de su voto en un pleno del consistorio.

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