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Abel Verano
Viernes, 9 de febrero 2024, 14:05
Una de las incógnitas que sobrevuela en el caso del asesinato de Silvia López de Silvia López en Castro Urdiales es el móvil del crimen. Qué fue lo que desencadenó la brutal agresión, supuestamente, por parte de sus dos hijos adoptados, de 13 y ... 15 años. Pues bien, según ha podido saber este periódico, el menor que está en un centro de internamiento confesó ayer ante la fiscal de menores el asesinato y ofreció todo tipo de detalles de cómo sucedieron los hechos.
Según su testimonio, la madre les «pegaba habitualmente». El día de los hechos se produjo una de esas discusiones que habitualmente tenían, según lo que apuntaban ayer vecinos de la familia. Todos ellos se encontraban en la cocina de la vivienda. «Me empezó a pegar y me agarró del cuello». Entonces, el menor de 13 años se tiró por detrás de la madre para que soltara a su hermano y eso la «desestabilizó» y cayó al suelo.
En ese momento, el hijo de 15 años cogió un cuchillo y le cortó el cuello a la madre. ¿Qué pasó después? Según el testimonio del menor, como Silvia sangraba mucho la pusieron una bolsa en la cabeza para evitar que manchara el suelo. «Le quitamos su ropa y también nos quitamos la nuestra porque estaba manchada de sangre. Lo limpiamos todo y la ropa la tiramos a un contenedor».
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Después los dos jóvenes bajaron a su madre hasta su coche y la introdujeron en el asiento trasero. Arrancaron el coche con la intención de movilizar el cuerpo, pero como no saben conducir lo empotraron contra el garaje. Después llamaron a la abuela para decirle que les habían secuestrado. La mujer, alarmada, acudió al domicilio familiar, donde ya no había nadie. Por eso decidió mirar en el garaje, donde encontró el cuerpo sin vida de la víctima. Inmediatamente, llamó a la Guardia Civil y le relató lo sucedido y el mensaje de sus nietos adoptivos.
A partir de ahí, el relato de hechos es el que ya ha descrito este periódico. Agentes de la Benemérita se presentaron en Monte Cerredo y custodiaron el cadáver mientras se ponía en marcha el conocido como operativo jaula, dirigido a acordonar buena parte de la localidad para inspeccionar cada vehículo que saliera en busca de los menores, que supuestamente habían sido secuestrados.
La primera hipótesis apuntaba a un posible crimen de violencia machista, por el modus operandi y porque en ese momento a los hijos se les daba por desaparecidos, pero no tardó en ser descartada porque el marido de la víctima se encontraba trabajando en el turno de noche en una empresa metalúrgica con sede en el País Vasco. A partir de ahí, el dispositivo continuó, centrado en la búsqueda de los menores. Los agentes controlaban los coches, abrían los maleteros y miraban en los asientos traseros. Incluso se inspeccionaron los contenedores de basura, pues había varias conjeturas: los niños podían estar vivos o no. Se movilizó incluso una ambulancia de la DYA ante el temor de que pudieran aparecer malheridos.
Transcurridas cinco horas, y sin resultados de la búsqueda, los uniformados localizaron a los jóvenes en los acantilados del parque Cotolino, junto a la playa de Brazomar, en la zona oriental de Castro. Al ver a los agentes se escondieron, pero ya habían sido identificados. Atraparon a uno de ellos. El otro tuvo tiempo de salir corriendo hacia una zona boscosa que hay en el mismo espacio natural, donde lo detuvieron pocos minutos después. En ningún momento confesaron la autoría de los hechos a la Guardia Civil.
Los chavales fueron trasladados de inmediato a la Comandancia del instituto armado en Campogiro (Santander). De forma paralela, los agentes telefonearon al padre para contarle lo sucedido. Ya en ese momento se barajaba la posibilidad de que los hermanos hubieran sido los autores del asesinato. «El hombre no podía creer lo que había pasado», aseguraban fuentes de la investigación. A esas horas –siete de la mañana del jueves– los investigadores sospechaban ya del mayor como autor material de la muerte de su madre adoptiva.
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