
Juan Antonio Guerrero
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Juan Antonio Guerrero
El jesuita extremeño Juan Antonio Guerrero estuvo al frente de la Secretaría para la Economía entre noviembre de 2019 y diciembre de 2022. Durante su ... período como máximo responsable de las finanzas vaticanas ahondó en la senda iniciada por Francisco para mejorar la transparencia, impulsar la austeridad y fortalecer los controles en las cuentas de los distintos organismos que forman parte de la Santa Sede. Guerrero dejó el cargo por motivos de salud y mira ahora satisfecho el camino reformista en el ámbito económico recorrido por el Pontífice argentino, fallecido este lunes.
-¿Qué destacaría de sus recuerdos con Francisco?
-Su rica humanidad y profundidad espiritual. Ha sido una persona extraordinaria, cuya profundidad espiritual se percibía tanto en las conversaciones con él como en muchos de sus gestos. Estaba guiado por Jesús y creo que ha llevado la Iglesia como Jesús hubiera querido. Yo con él siempre sentí un trato muy cercano. Más que un padre era un hermano, que te trataba con cercanía y afecto y tenía un gran corazón. Siempre me decía que había que ir a lo concreto. Su personalidad era excepcional: se ocupaba de las personas concretas, pero al mismo tiempo de los grandes temas de la humanidad. Por ejemplo cuando hablaba de los pobres, no lo hacía en general como un problema de la humanidad, sino con sensibilidad concreta hacia los pobres con los que trataba.
-¿Cómo ha cambiado la Iglesia en estos más de 12 años de pontificado de Jorge Mario Bergoglio?
-Como él mismo dijo alguna vez, ha ido siguiendo el programa de los encuentros de cardenales previos al cónclave, de manera que la Iglesia se ha abierto mucho al diálogo interreligioso y a los problemas sociales. Esto es algo que él sentía que se lo pedía su ministerio, como la preocupación por la Casa Común o por la fraternidad universal. La gran novedad desde el punto de vista eclesial ha sido su texto 'La alegría del Evangelio', su gran encíclica programática, como también el último Sínodo y el hecho de que la Iglesia se tome en serio que es una comunidad formada por bautizados. Francisco deja una herencia maravillosa, creo que cuando se pensaba en quién afrontaba hoy los grandes problemas de la humanidad y ofrecía una cierta esperanza, era inevitable acordarse de él. Con la pandemia vimos que estamos todos en el mismo barco, como él se había encargado de subrayar con sus llamamientos a favor de la fraternidad universal. Es algo que vale la pena no sólo para los cristianos, sino para todo el mundo, por el impacto que tiene en la convivencia humana. Lo mismo ocurre con su preocupación por la Casa Común. Luego era también sin duda un hombre de gobierno: se le eligió para que tomara decisiones y eso hizo.
-¿Cómo era trabajar codo con codo junto a Francisco?
-Era muy fácil, una bendición, porque se podía hablar de todo con él, sin formulismos. Era una persona llana, que le llamaba al pan pan y al vino vino. He trabajado de manera estupenda a su lado. Era un gran trabajador, pero siempre mantenía el trato humano, te hacía sentir siempre que estabas en el centro, nunca se mostraba acelerado ni estresado. Era una persona a la que veías siempre con paz. Es verdad que trabajaba mucho, pero también rezaba mucho y ahí debía de tener la fuente de todo. Francisco tenía una gran profundidad y una pasión apostólica muy grande.
-A usted le encargó que impulsara la reforma de las finanzas vaticanas. ¿Han dejado de ser una fuente de escándalos?
-Creo que se ha mejorado mucho. Se ha limpiado mucho y ganado transparencia. Si ahora hubiera algún conato de escándalo se detectaría pronto, porque existen los protocolos necesarios. Puede haber pequeñas cosas, porque el mundo es como es, pero hoy existen presupuestos, controles, matrices de aprobación… Se han dado pasos adelante. Está claro que siempre hay que seguir mejorando y que a veces también hay pasos atrás, porque las fuerzas de la oposición intentan ir marcha atrás.
-¿Qué características debería tener el sucesor de Francisco?
-Francisco ha sido un hombre carismático, probablemente el próximo Papa no lo sea tanto, pero supongo que será consciente de la importancia de seguir las grandes líneas aportadas por este pontificado, como la sinodalidad, la apertura al mundo, la idea de que en la Iglesia de Jesús no sobra nadie y se acoge a todos… Los enemigos de Francisco han sido los enemigos de Jesús, como los que querían una Iglesia más exclusivista. Pienso que podría ser elegida una persona tal vez menos carismática y más institucional que Francisco, porque los procesos iniciados durante estos últimos doce años merecen ser más institucionalizados.
-¿Hay que decantar ahora todos esos cambios?
-Puede ser, creo que eso sería muy bueno. Se han empezado muchos cambios, pero ahora hace falta decantarlos e institucionalizarlos para que no haya una marcha atrás. Una cosa es iniciar o cambiar las leyes, pero luego hace falta un cambio cultural interno, que se ha ido iniciando, pero ahora hay que continuarlo.
-¿Era un Papa progresista?
-La gran fuente de Francisco era Jesucristo. A veces le ponen la etiqueta de progresista y puede ser, pero porque es lo que hacía Jesús, como comer con los pobres o estar con los pecadores. Al final su fuente era el Evangelio. Era una persona muy natural, al que le veías los fallos. Él no trataba de mostrarse como el Papa que no comete errores, sino como era él mismo de manera natural. Sus enemigos usaron a veces eso contra él. Francisco ha sido un hombre con una misión que ha llevado adelante hasta el final.
-Bergoglio pertenecía a la Compañía de Jesús, como usted. ¿Ha sido un Papa muy jesuítico?
-Absolutamente, ha sido jesuita total. Su sintaxis interior era ignaciana y evangélica. Me acuerdo de una charla que le dio a los jóvenes escolares de la Iglesia del Gesú y cuando empezó a hablar de San Ignacio soltó los papeles y estuvo hablando del corazón de lo que le parecía, como que la vida en ocasiones toca llevar la cruz. Era tan jesuita como apóstol del interés por los demás. Otro elemento propio de los jesuitas que demostró mucho es el del discernimiento para tomar decisiones y el hecho de tener en el centro a Jesucristo. Eso sí, le ha faltado un elemento: no tuvo un sistema de consulta como el que existe en la Compañía de Jesús para ayudarle en la toma de decisiones. Ni el Consejo de Cardenales ni el grupo formado por los distintos dicasterios de la Curia eran órganos para tratar las decisiones cotidianas.
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