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Tras un pontificado tan intenso y rompedor como el de Jorge Mario Bergoglio, fallecido el pasado lunes y cuyo funeral se celebra hoy, a los ... cardenales se les plantean tres alternativas. La primera es optar por un Papa continuista, que siga la línea de apertura marcada por Francisco. Perfiles de ese tipo no faltan en un Colegio Cardenalicio en el que alrededor del 80% de sus miembros han recibido la birreta de manos del difunto obispo de Roma. Otra opción sería elegir a un pontífice más preocupado por la doctrina, que satisfaga a los sectores conservadores y, de alguna manera, corrija los excesos que algunos consideran que ha realizado Bergoglio. La tercera alternativa consistiría en buscar un candidato ligado a la figura de Francisco pero que se preocupe más de consolidar e institucionalizar los cambios que de apretar el acelerador. Un pontificado de transición.
Cuando se le plantea a los purpurados y a otros eclesiásticos de peso si se debería optar por un Papa que siga la línea de Bergoglio, sus respuestas invitan a ampliar el foco e ir más allá de los últimos 12 años. «El perfil adecuado es que sea fiel a Jesús, a su Iglesia y al mundo actual, para que responda a todas las cuestiones», contaba ayer el ecuatoriano Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil, a la salida de la cuarta de las congregaciones generales, las reuniones de cardenales para ir preparando el terreno de cara a la elección del sucesor de Francisco.
El cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco, que todavía no tiene fecha pero podría comenzar el 5 ó 6 de mayo, podría verse enfangado por la polémica que rodea al purpurado italiano Angelo Becciu, al que el pontífice argentino desposeyó de sus derechos cardenalicios en 2020 al verse envuelto en un escándalo financiero en el que acabó siendo condenado en primer grado a cinco años y medio de cárcel. Fue considerado responsable de la ruinosa compra de un lujoso edificio en Londres con fondos de la Secretaría de Estado de la Santa Sede en una operación en la que se perdieron más de 130 millones de euros. Los hechos ocurrieron cuando era sustituto de la Secretaría de Estado, un cargo clave en el funcionamiento interno de la Curia romana.
Aunque el Papa le quitó sus derechos cardenalicios, este eclesiástico sardo está empeñado en formar parte del próximo cónclave. En una conversación con 'L'Unione Sarda', el diario de Cerdeña, aseguró que Francisco no tenía «ninguna voluntad explícita» de excluirlo de la elección del futuro obispo de Roma. A Reuters le indicó, además, que Bergoglio le habría dicho en una conversación privada que «pensaba haber encontrado una solución», aunque reconocía que serán los miembros del Colegio Cardenalicio los que decidan en las congregaciones generales si puede o no entrar en la Capilla Sixtina para participar en las votaciones. Para complicar aún más la situación, el diario 'Domani' desveló que el cardenal Pietro Parolin habría mostrado a los otros purpurados dos cartas firmadas con la inicial de Francisco y con el sello pontificio que excluirían a Becciu del Cónclave.
La primera es de 2023 y la segunda del pasado mes de marzo, cuando el Papa argentino estaba ya gravemente enfermo. En el artículo del citado periódico, escrito por Giovanni Maria Vian, exdirector de 'L'Osservatore Romano', se asegura que varios cardenales se habrían mostrado contrarios a que Becciu se encierre con ellos bajo los frescos de Miguel Ángel de la Sixtina para elegir al nuevo Papa.
Los miembros de la Curia trataban ayer de calmar un poco las aguas después de la intervención el jueves del alemán Gherard Ludwig Müller, uno de los referentes del ala tradicionalista de la Iglesia, que pidió revertir los cambios impulsados por Bergoglio y rezar para que no salga elegido «un Papa hereje». El próximo pontífice, recalcó, «debe ser ortodoxo, ni liberal ni conservador».
En la reunión de cardenales de ayer participaron 149 miembros del Colegio Cardenalicio -pueden asistir 252 purpurados, aunque a las futuras votaciones en la Capilla Sixtina solo entrarán 133-, de los que ayer 33 tomaron la palabra. Además de para tratar cuestiones protocolarias sobre el funeral y burocráticas acerca de la gestión de la sede vacante, también han empezado a analizar los problemas de la Iglesia.
«Antes de pensar en quién puede ser el mejor candidato, debemos hablar sobre cómo está la Iglesia y conocernos mejor», advertía el inglés Vincent Nichols, arzobispo de Westminster. Poco después de él salió el cardenal Rubén Salazar, arzobispo emérito de Bogotá, quien subrayaba el «ambiente sereno» en que se desarrollan las congregaciones generales y rechazaba las informaciones acerca de una fractura interna entre conservadores y aperturistas.
«Tenemos que conocernos. Yo vengo de un lugar desconocido, como es Guayaquil», insistía Cabrera cuando se le preguntaba por el tiempo que se están tomando antes de decidir cuándo comenzará el Cónclave, que, según las últimas teorías, podría arrancar el 5 ó 6 de mayo. La necesidad de reflexionar y tomar perspectiva respecto al último pontificado es reconocida también por Arturo Sosa, superior general de la Compañía de Jesús, la congregación religiosa a la que pertenecía Bergoglio. «El cónclave se reúne para elegir al sucesor de Pedro, no al sucesor de Francisco», subraya Sosa.
En medio del ir y venir de los cardenales, por el entorno del Vaticano se cruzaron las miles de personas que acudieron a darle una última despedida al Papa, por cuya capilla ardiente han pasado en los últimos tres días cerca de 250.000 personas antes de que la basílica vaticana cerrara sus puertas ayer a las 19.00 horas. A continuación se colocó la tapa del féretro, en una ceremonia privada presidida por el camarlengo, el cardenal Kevin Farrell, a la espera de que a las 10.00 horas de hoy tengan lugar los funerales en la plaza de San Pedro, que estarán presididos por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re. Se celebrarán con un rito simplificado aprobado en junio de 2024 por Bergoglio, que deseaba «las exequias de un pastor y no de un soberano».
En el funeral participarán 130 delegaciones internacionales, entre las que hay 50 jefes de Estado y 10 soberanos reinantes, siendo uno de ellos Felipe VI. Las autoridades italianas estiman que en las exequias se congregarán entre 200.000 y 250.000 personas en un evento que acaparará la atención mediática del mundo, por lo que se han extremado las medidas de seguridad con la participación de unos 4.000 agentes de las fuerzas del orden. Entre los mandatarios se espera que esté presente el presidente ucraniano, Volódimir Zelenski, quien manifestó su deseo de aprovechar que también estará Donald Trump para mantener con él y con otros líderes internacionales una reunión sobre la guerra. Zelenski, no obstante, podría renunciar en el último momento a viajar a Roma debido a unas «reuniones militares». Una vez concluidas las exequias, el féretro con los restos mortales de Francisco será transportado en un cortejo fúnebre por las calles de Roma en un vehículo que circulará a paso solemne hasta llegar a la basílica de Santa María la Mayor, donde se le dará sepultura.
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