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Parecen tener más prisa los fieles por viajar a Roma para darle un último saludo al papa Francisco, cuya capilla ardiente se prolongará hasta las ... siete de la tarde de este viernes, que los cardenales a la hora de encontrarle un sucesor. Mientras no cesan las largas colas para acceder a la basílica de San Pedro del Vaticano, por donde el jueves habían pasado más de 90.000 personas para despedirse del Pontífice, los purpurados han celebrado ya tres congregaciones generales, la última el mismo jueves, sin que se hayan puesto aún de acuerdo sobre cuándo comenzará el cónclave del que saldrá elegido el nuevo obispo de Roma.
Estos encuentros convocados tras la renuncia o el fallecimiento de un Papa son determinantes para el futuro de la Iglesia. En ellos participan todos los purpurados, tanto los que tienen menos de 80 años y pueden entrar en la Capilla Sixtina para votar al nuevo Pontífice como los que han superado esa edad y ya han perdido sus derechos como electores.
En la última congregación general, que se prolongó durante tres horas con una pausa incluida, participaron 113 purpurados de los 252 que constituyen este exclusivo club, de los que 34 tomaron la palabra. Además de para decidir la fecha del cónclave y otras cuestiones prácticas de la sede vacante, como la preparación de la Capilla Sixtina y de la Casa Santa Marta, donde vivirán los cardenales electores durante los días de debate para escoger al sucesor de Francisco, estos encuentros sirven para que tracen cuáles son los grandes problemas y desafíos que afronta hoy la Iglesia católica.
Una vez claro el diagnóstico, se busca el perfil más indicado y sólo en una tercera fase se empiezan a barajar los nombres de los candidatos que mejor cumplen esas características. Si en las congregaciones generales surge un cardenal que se gana a sus compañeros por sus intervenciones, como ocurrió en 2013 con Jorge Mario Bergoglio, entonces el trabajo está ya bastante avanzado y no son necesarias demasiadas votaciones en la Capilla Sixtina. Es lo que ocurrió en el anterior Cónclave, en el que el entonces arzobispo de Buenos Aires fue elegido Papa al alcanzar las 85 papeletas en el sexto escrutinio.
Antes de que se encerraran bajo los frescos de Miguel Ángel, los cardenales realizaron diez congregaciones generales en 2013. En esta ocasión la cifra será probablemente más alta. Con la que celebrarán este viernes serán cuatro, a las que habrá que sumar las que tengan lugar durante los novendiales, los nueve días de misas y homenajes tras la muerte del Papa y que se prolongarán hasta el domingo 4 de mayo. Hay varios cardenales que han dejado ver que no hay prisa por elegir a un nuevo obispo de Roma.
«El cónclave será más largo que el anterior», advirtió el alemán Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, criticando el «cierto frenesí» que, a su juicio, supone haber convocado la primera congregación general el día después del deceso de Francisco. «¿Por qué tanta prisa?», se quejó por su parte el cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong.
La profunda internacionalización que el papa argentino ha hecho del Colegio Cardenalicio también alarga los tiempos para llegar a Roma. Por ejemplo el cardenal John Atcherley Dew, arzobispo emérito de Wellington, en Nueva Zelanda, tardará entre 30 y 40 horas y tendrá que tomar tres vuelos. Resultará igualmente agotador el viaje que deben emprender otros purpurados asiáticos o latinoamericanos, la mayor parte de ellos, además, de edad avanzada.
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