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Es la tormenta perfecta y los periodistas llegados de todo el mundo lo han hecho por miles para transmitir hasta el último rincón la despedida ... del Papa Francisco. En la Sala Stampa no daban abasto para tramitar las solicitudes de acreditación, que algunas fuentes cifran a estas alturas en 6.000, frente a las 600 que se registraron cuando su ingreso en el Gemelli. Los aeropuertos se llenan de reporteros y equipos técnicos. El circo mediático no pasa desapercibido y estira las costuras de una oferta hotelera que a estas alturas ya crujía: hay establecimientos que en cuestión de media hora agotaron su disponibilidad al tiempo que se formalizaban reservas en otros más alejados donde el precio se triplicaba.
«Ese circo mediático se nutre no solo de la gente que tiene un genuino interés religioso -explica desde la terraza del Hotel Atlantes con vistas al Duomo Marta Carazo, que se encarga de los Telediarios y que hoy hará un especial de cinco horas junto a Alejandra Herranz-, también de quienes ven en estos ritos tan pomposos y solemnes, donde todo está tan medido, de esos trajes increíbles... un espectáculo televisivo que es casi de película. Y puede que esto, el espectáculo, sea el signo de los tiempos, pero al mismo tiempo llega de la mano de algo que es ancestral. Si a eso le sumas que estamos ante un Papa que ha logrado no atraer sólo a los propios sino despertar el interés entre quienes nunca se hubieran despedido de otro, pues el resultado es este».
Televisión Española tiene desplazados a unos ocho redactores, entre la corresponsal y los enviados especiales, más todo el servicio técnico. «Somos una televisión pública y no nos podemos permitir la improvisación». A unos cientos de metros de allí, Quim Esteban y su cámara, Xabier Llorca, preparan una desconexión para Cataluña. Se retoca el maquillaje «porque ayer el sol me puso la frente toda roja, pero si te pones al revés hay un contraluz terrible». Tiene que bregar con los espontáneos que asoman al plano, corregir la chaqueta, repasar el texto... «Esto es lo más potente que hay y lo recordaré toda la vida, metemos entre doce y quince horas al día y ni siquiera tengo hambre».
A su lado pasan compañeros de la CNN, Fox News, Telemundo... Hasta un periodista de Angola, que lleva media hora hablando ininterrumpidamente. A la puerta de la Sala Stampa, donde las colas en busca de una acreditación no paran de crecer, la italiana Claudia Tripiciano, enrolada en una televisión japonesa. Sabe lo que es trabajar en unas Olimpiadas, en cumbres del G7, en una World Cup; pero aquí noto que me faltan algunas claves, que no me muevo con agilidad, porque la Iglesia se atiene a protocolos muy específicos y eso siempre entorpece». La albanesa Alba Kepi, de Ora News, tiene la cabeza en otras cosas. «Mañana (por hoy) será muy duro, las aglomeraciones hacen muy difícil conectarse por wifi», pero no desespera: «Francisco ha dado voz a países pequeños y de la antigua órbita comunista, y ahora me toca a mí devolverle el favor».
Francotiradores y cámaras
Detrás de una columna asoma Christian Gálvez, empujando la sillita de su hijo. Piensa llevarlo de museos y basílicas, mientras su mujer Patricia Pardo hace cola por las dichosas acreditaciones. Hace los directos para Joaquín Prat en Telecinco, y hoy trabajará a pie de calle para el especial de Ana Rosa. «Nos llama mucho la atención que nos hagan pagar 10 euros por los pases y que tenga que ser en metálico. También que no se puedan hacer conexiones en la plaza y que todo tenga que ser de vallas afuera».
Al término de la Vía de la Conciliazione, el punto donde hasta ahora estaba la frontera más porosa del mundo y ahora blindada por Policía Nacional, Guardia di Finanza y Carabinieri, están Álvaro López y Beni Vila; el uno asturiano, el otro madrileño. Este estuvo en la última fumata' blanca y recuerda todo con más gente, pero no tan bien organizado como ahora. «No había vallas y entraba todo el mundo a la plaza, aquello era un caos». Ahora, por el contrario, no hay tanta libertad de movimientos, te meten en un 'corralito' -dice señalando al que se levanta detrás de él-y, como entres tarde en tu programa, el plano de fondo es el compañero que te precede».
Todos saben que la de hoy va a ser una prueba de fuego, porque a las ocurrencias habituales para desmarcarse de la competencia, «aquí muy difíciles debido a las aglomeraciones», se suma la preocupación porque no falle la transmisión de imágenes con los constantes inhibidores de seguridad, barridos de frecuencia... «Uno de cada cuatro directos se pierde», dice molesto, al tiempo que un soldado emerge de la nada carga con una especie de escopeta de cañón grueso que derriba drones bloqueando su señal. «La seguridad se ha convertido en una obsesión -explica Álvaro-. La Policía tiene cámaras de 360 grados con reconocimiento facial, hay francotiradores... Lo que más les preocupa es el metro, que es la infraestructura más vulnerable»
Raquel González (TVE) dice que las dificultades crecen conforme avanzan los días -«el primer día te movías como Pedro por su casa»-, y desde entonces ha visto pasar a Carlos Alsina (Onda Cero), a Aimar Bretos (Ser), también a los gamberros de 'El intermedio' y a Cristina Pardo (La Sexta)... Todos juntos conforman esa tribu de la que hablaba Manu Leguineche.
Sobre sus cabezas, han montado un andamio con vistas privilegiadas sobre la plaza de San Pedro, un mecanotubo de dos pisos donde para entrar hace falta un código QR. Ahí arriba te encuentras con la nueva aristocracia de la profesión: CNN, Eurovisión, CBC, AFP... y Al Jazeera. Su productor, el francés Tristan Redman, desmonta prejuicios mientras vigila que todo en su rinconcito esté en orden. «Estamos hablando de 1.500 millones de católicos en el mundo, eso tiene enorme significación y no sólo para Europa. Nosotros cubrimos noticias y esta lo es, tan simple como eso». Un piso por encima, Bruno Roeber (ABC) hace pruebas de sonido. «Estoy impresionado para bien, no es fácil organizar un evento de este calibre»
En la sala de prensa, rodeada de mesas pero alejada del mundanal ruido, está Angels Barceló (Ser). «Entiendo que haya tantos medios y tanta gente, pero yo siempre echo en falta un poco de crítica y de mesura. Y lo digo porque estos días en los que se tiende tanto a la alabanza, es como si puliéramos la imagen de Francisco para que encaje en el molde que le hemos creado. Y eso es algo que nos pasa a los propios medios, que perdemos la perspectiva».
- ¿Y no te abruma tanta competencia?
- Al contrario, me encanta. A mí es que todo lo que sea salir de la emisora, me parece un regalazo.
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