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Pedro Ontoso
Sábado, 31 de diciembre 2022, 11:01
«España necesita una reevangelización». Benedicto XVI tenía claro que una de las misiones clave de su pontificado pasaba por recuperar la raíces cristianas de Europa, que él entendía se encontraban en peligro, para que los países que han dado la espalda a la religión ... vuelvan a recuperar la fe. En esa tarea, España era una cabeza de puente estratégica, sobre todo, por su influencia cultural en Latinoamérica, donde se encuentra la parte magra del catolicismo mundial. De ahí la contundencia de esa frase, pronunciada en el avión que le trasladaba a Santiago de Compostela en noviembre de 2010: un peregrinaje destinado a «revitalizar una fe que los españoles llevan en la sangre». Tres viajes a España, «uno de los grandes países católicos que ha regalado a la Iglesia grandes santos», en tan corto pontificado no es una casualidad.
Juan Pablo II lo hizo en cinco ocasiones. Antes de ser elegido Papa, Ratzinger había visitado España en varias ocasiones. Su primer contacto como responsable de la Iglesia católica fue en julio de 2006 para presidir en Valencia el V Encuentro Mundial de las Familias. Las relaciones entre la Iglesia española y Rodríguez Zapatero no pasaban por su mejor momento tras varias iniciativas legislativas del presidente socialista como la legalización del matrimonio homosexual, el divorcio exprés, la reproducción asistida y la ley de Educación.
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En su visita a la capital del Turia, el Papa, partidario del guante de seda, ya pidió moderación a los obispos españoles. Hubo un esfuerzo por parte del Gobierno socialista y el Vaticano para acercar posturas, en el que jugaron un papel fundamental María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Ejecutivo, y el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y 'número dos' del Vaticano. El cardenal Antonio Cañizares, amigo personal del pontífice, y el embajador ante la Santa Sede en aquella etapa, Francisco Vázquez, jugaron importantes bazas con la denominada 'diplomacia de manteles', comidas y cenas en el palacio de Spagna para engrasar la maquinaria de los puentes.
Hubo acuerdos en contenciosos como el profesorado de Religión y la asignación tributaria.
El idilio se rompió cuando los obispos convocaron nuevas movilizaciones en la calle. En la madrileña plaza de Colón, monseñor García Gasco, arzobispo de Valencia, habla de un retroceso de derechos y afirma que el laicismo radical lleva a la disolución de la democracia. La Iglesia ve al PSOE como su adversario antropológico y el Partido Socialista ve a la Iglesia como su adversario político.
En el inicio de la segunda legislatura, Bertone volvió a Madrid, donde se entrevistó a solas con el rey Juan Carlos, con Fernández de la Vega y con Mariano Rajoy. El poderoso cardenal pretendía sellar la paz con el Gobierno y, al mismo tiempo, parar la reforma de la Ley de Libertad Religiosa anunciada por Zapatero.
En el otoño de 2010, Benedicto XVI vuelve a España para visitar Santiago de Compostela, con motivo del Año Santo Jacobeo, y Barcelona. En ese viaje se habla ya del nuevo Ministerio para la Nueva Evangelización, pensado para recristianizar España, donde, según el análisis del Papa, se está produciendo una batalla dramática entre las fuerzas de la fe y las del secularismo, entre los católicos y los laicistas. Desde el Ejecutivo se le recuerda que España es un Estado aconfesional y que las leyes las hace el Parlamento, no la Iglesia católica.
El Pontífice viaja a Barcelona para consagrar el templo de la Sagrada Familia, una visita que le impactó de manera muy personal dada su sensibilidad estética. Barcelona se convierte en una de las plazas fuertes para la nueva evangelización que ayude a recuperar la fe, pero también el peso y la influencia de la Iglesia. La diócesis catalana albergaría luego una de las jornadas del Atrio de los Gentiles, pensada para recuperar a los no creyentes, y será una de las sedes claves para la estrategia pastoral que monseñor Salvatore Fisichella, bajo las órdenes directas del Papa, ha diseñado para combatir la secularización en Europa: la Misión Metrópolis.
El plato fuerte llega con la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra en Madrid en agosto de 2011. Un acontecimiento de esas características obliga a una estrecha colaboración entre el Gobierno y la Iglesia, lo que implica, a su vez, un cierto armisticio. Ramón Jáuregui, como ministro de la Presidencia, pilota el nuevo tiempo. Además, la crisis económica es ya muy potente y Rodríguez Zapatero no está para nuevos líos. El presidente viajaría después a Roma para garantizar al Vaticano que retiraba la Ley de Libertad Religiosa. En Madrid, el Papa disfruta con las grandes masas de jóvenes. Es una demostración de fuerte presencia cristiana: el catolicismo no es un residuo, es algo vivo, viene a decir Benedicto XVI.
El Papa se ciñó a hablar desde una perspectiva pastoral, con un discurso muy inclusivo, para todos los cristianos. Y evitando cualquier refriega que hubiera supuesto alguna reacción política. Bastante tiene con los problemas de la curia y con la cuestión de la pederastia. Entonces dijo que no entraba en su cabeza dimitir por ese lacerante escándalo: «No se puede escapar en el momento del peligro», justificó.
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