'Sueños', Bergman indaga en la endeble entraña de las pasiones
Joyas impopulares ·
El director retrata un pacto que busca la alegría de vivir y la ilusión enfrentadas al pesar, del desencanto, de la tristeza y de la sombra de muerte que se convertiría en nota común de su filmografía
El suyo siempre fue un cine de miradas. Y aquí, donde aún las refriegas emocionales no son tan descarnadas como en su posterior filmografía, ya está el documento sembrado de presagios, señales y desvelos de sus obsesiones.
En plena década de los cincuenta, Ingmar Bergman ya se había desembarazado de ataduras teatrales y complejos (después de 'Noche de circo' estuvo a punto de arrojar la toalla cinematográfica) y lo más importante estaba por llegar. Introspección y belleza, resplandor y reflejo oscuro, plenitud y desolación. Sin su Monica, por ejemplo, no hubiera habido nouvelle vague y sin ese verano bergmaniano, muy probablemente, ahora no estaríamos hablando de cine.
'Sueños' es uno de los antecedentes y embriones de lo que luego serían, en clave perfeccionista, algunas de sus obras maestras como 'Persona'. Aunque no lo parezca hay un Bergman que se mueve entre las aristas de la comedia. Y en esos años cincuenta hubo ejemplos como el de 'Lección de amor' que daría paso a estos 'Sueños'.
De la ironía a la sensibilidad dramática, de un viaje sentimental de ida y vuelta a un juego doble de rupturas y fragmentos sentimentales de parejas. Gunnar Björnstrand y Harriet Andersson conforman de nuevo ese epicentro en el que apoya Bergman sus radiografías humanas, para revelar un paisaje moral siempre intenso en el que la mujer encarna la verdad, la importancia y el verdadero conflicto: dar protagonismo, es decir libertad, a la figura femenina frente a los roles y los estereotipos.La fugacidad de la plenitud y la fragilidad imponen sus ritmos.
«El amor es una mueca que acaba en bostezo»
El tiempo y su poder. La destrucción o el amor. En 'Sueños' una agencia de modelos es el paisaje de fondo común. A partir de ahí, dos historias oponen gravedad y dolor, ligereza y trascendencia. Drama sentimental, sí, pero también preludio de la hondura psicológica, del retrato más allá del conflicto y la anécdota. Introspección y esa indagación en el ser femenino tan adherida al ADN bergmaniano.
A lo Chejov, dos cuentos breves, con el poso de amargura marca de la casa, son los que sustentan narrativamente este filme. La iconografía nórdica, intransferible y rotunda, desde las representaciones simbólicas de 'El séptimo sello' a los rostros de 'Gritos y susurros', comenzaron su particular catálogo con las imágenes sensuales, distantes, extrañamente frías pero ardientes de los personajes que ya asomaban en esa década. Hay siempre algo sensorial, indómito y salvaje en el retrato del director sueco.
Un juego de espejos con los personajes femeninos que representan y encarnan la fugacidad. La máscara, la simulación, la verdad, la mentira, la fuga, el destino muestran sus garras a través de silencios, primeros planos, expresividad y potencia visual, traducidas en una colisión entre claroscuros, luces y sombras, detalles expresionistas, opresión y ansia de libertad.
En esta colisión de pareja, de edad y deseos, Bergman retrata un pacto que busca la alegría de vivir y la ilusión enfrentadas al pesar, del desencanto, de la tristeza y de la sombra de muerte que luego dominaría gran parte de su creación. Como es norma en Bergman, luces y sombras dialogan con las criaturas en un continuo contrapunto de escenarios, sentimientos, sensaciones y reflejos de esperanza o desesperanza.
En ese falso equilibrio entre la ilusión y la posibilidad de un trágico desenlace transcurre esta violencia emocional contenida, esa honda sombra de una derrota. «Lo que perdemos, lo poseemos para siempre», decía Niestzsche. Ruptura y dolor, espejismo y deseo. Quizás las notas permanentes que suenan en toda sonfonía de Bergman. No es su cine puro pero en la probeta de estos amores enardecidos, primeros, y decadentes después, aparece la disección de las inquietudes y obsesiones, y de la condición humana desmayada sobre una estructura musical.
El intenso silencio del arranque (hasta el minuto seis sin palabras) y de nuevo el viaje metafórico y real enmarcan esta partitura de sueños de amor que van desprendiendo toda su fugacidad, la endeble entraña de sus pasiones.
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.