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Fotograma de 'El hombre atrapado' (1941) dirigida por Fritz Lang. Archivo
'El hombre atrapado'

'El hombre atrapado'

Joyas impopulares ·

Fritz Lang combina su estilo con las connotaciones propagandísticas a través de una sabia mezcla de géneros

Guillermo Balbona

Santander

Jueves, 15 de febrero 2018

Fiel a su estilo y obsesiones, las pequeñas grandes películas de Fritz Lang destacan por rezumar todo el resplandor de su talento y la inteligencia de su mirada sobre el mundo. En 'El hombre atrapado' añade otra connotación que la hace más singular: una mirada de venganza, militante y propagandística frente a las hordas nazis que, sin embargo, nunca llega a perjudicar a esta obra cruzada por una metáfora sobre la caza.

Miscelánea de géneros, lúdica y quizás necesaria, el cineasta de 'Furia', afrontaba el sexto largometraje de su etapa americana. Como en toda su filmografía, Fritz Lang pone al hombre en el punto de mira. Y lo hace con el rigor, la precisión y la elegancia que desprende un narrador sólido y, a su vez, sutil.

Obra de connotaciones propagandísticas, sí, pero fiel a un estilo y a una mirada sobre el mundo, 'Man hunt' es cine puro: suspense, mezcla sabia de géneros, venganza, declaración de principios. El constante y necesario mensaje antinazi empapa la historia de este hombre perseguido y perseguidor, en un laberinto kafkiano que al cineasta de 'Más allá de la duda' le sirve para mantener al espectador en vilo con su dominio de la tensión y del ritmo. Baviera, Londres, el espionaje, la guerra, la traición, la diplomacia inerte, la picaresca…todo tiene cabida en esta cuenta atrás basada en una novela de Geoffrey Household.

Poster promocional de 'El hombre atrapado' (1941).

Lang, que en ningún momento abandona sus pilares expresionistas –esos juegos con las sombras en la mansión de Hitler– rueda con el oficio del cineasta maduro y la rabia del hombre que se vio perseguido por el nazismo hasta su huida de Alemania. Pero al mismo tiempo puntea su trama con arrebatos, subtextos y rizos visuales que certifican su magistral y poderosa mirada. El equívoco, las falsas identidades y una metáfora sobre el concepto de la caza, el acecho o la muerte de la presa, le bastan al cineasta de 'Metrópolis' para conformar un juguetón artefacto cargado de desgarro ideológico que bajo su patina de ingenuidad o su necesaria visceralidad de panfleto revela todo su torrencial de talento.

De un bosque intrincado a la oscuridad del metro, de los puentes londinenses a las portadas de los periódicos, 'Un hombre atrapado', que también contiene huellas de la etapa británica de Hitchcock, posee elementos, factores y detalles argumentales nada estereotipados ni corrientes, que no desvelaremos, pero que demuestran que, tras el objetivo claro del filme, Lang nunca descuida su vocación de creador mayor.

Joan Bennett y Walter Pidgeon en 'El hombre atrapado' (1941).

El rastro que dejan los pies del protagonista sobre la moqueta nazi, o las escenas del barco y la persecución del túnel devuelven al mejor director. Además el reparto, en especial el magnífico George Sanders, se entrega a la sensación de fatalidad que respira el filme. Primero fue 'El testamento del doctor Mabuse', que le obligó al exilio, y después llegaron varios títulos en los que el autor lanza su diatriba sin dejar a un lado su estilizada creación. Como en su posterior 'El ministerio del miedo', pero sin excesos en el pánico y la paranoia, aquí la niebla rodea al individuo hostigado.

Una lección de estilo y una demostración de cómo en ocasiones el cineasta se pone al servicio de la vida y convierte una trama con mira telescópica histórica en la diana más deseada. Antes de Pearl Harbor el director, sin abandonar nunca sus raíces expresionistas, firma un alegato antinazi insinuando perversiones, evidenciando denuncias, reflejando las oscuridades acechantes de Hitler y sus aliados. El enredo de las persecuciones, las motivaciones personales, la metáfora de los escondrijos, encierros y la cueva final, las vueltas de tuerca al cine negro son factores de esta obra que tiene tanto de toma de conciencia como de explícito ejercicio de estilo.

Cámara, hombre, cineasta, compromiso y época reflejados y fundidos en uno de sus planos iniciales e icónicos. El rifle apuntando y en el objetivo la precisión, el ojo y la causa: Hitler y el mal en el punto de mira.

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