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Xabier Garmendia
Domingo, 10 de julio 2022, 15:15
El polideportivo municipal cuya construcción motivó en parte la breve trayectoria política de Miguel Ángel Blanco previa a su asesinato y que ahora lleva su nombre se ha convertido este domingo en un lugar de sentido homenaje, respetuosa solemnidad y variopintos encuentros entre políticos. El ... Rey Felipe ha presidido un acto sencillo que ha generado una importante expectación en Ermua, tomada por un gran despliegue policial y extraordinarias medidas de seguridad desde primera hora de la mañana, y que se ha volcado en el recuerdo a su exconcejal, cuya vida segó ETA en 1997.
Los balcones de la calle San Pelayo, enfrente del polideportivo y de la escultura de homenaje a las víctimas del terrorismo, anticipaban desde horas antes la celebración de algo importante. Muchos vecinos, entre ellos una señora con llamativa bata rosa, se asomaban para aguardar la llegada de las autoridades. Varias banderas de España, una de ellas republicana, y alguna ikurriña daban color en una larga espera cuyo silencio sólo lo rompió un espontáneo al gritar «Sánchez, ¿a qué vienes?». El presidente del Gobierno estaría en ese momento todavía en la autopista, así que estuvo lejos de escucharlo.
25 años sin Miguel Ángel Blanco
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La representación política ha llegado al lugar de encuentro con cuentagotas. Primero las delegaciones de partidos como PNV, PSE-EE, PP, Elkarrekin Podemos-IU y Ciudadanos. Ni EH Bildu ni Vox han participado. Uno de los protagonistas era Alberto Núñez Feijóo, que ha sido recibido por Carlos Iturgaiz y Marimar Blanco, hermana del edil asesinado. «¿Por aquí vivíais?», se ha interesado el jefe de la oposición. «Al otro lado», le señalaba ella. «En lo alto», concretaba el líder de los populares vascos. Feijóo ha estrechado después la mano a los representantes del Gobierno vasco, a los que no parecía identificar. «Esta es la vicelehendakari Idoia Mendia», le ha presentado Josu Erkoreka. «¡Ah! Encantado», ha respondido.
A quien sí conocía bien era a Iñigo Urkullu, con el que Feijóo ha mantenido una larga y amistosa charla. Situados al lado en el comité de bienvenida a Sánchez y don Felipe, el lehendakari y el líder del PP no se han separado y se ha observado una gran complicidad que desde luego no se ha reeditado cuando el presidente del Gobierno ha llegado. El mandatario socialista ha tenido un recibimiento gélido en el que nadie ha aplaudido ni abucheado. Diferente ambiente se ha vivido cuando ha vuelto a salir para la ofrenda floral. Entonces sí ha habido pitos y se han escuchado gritos de «¡fuera, fuera!».
La llegada del Rey ha sido bien distinta, del todo calurosa, y no sólo por los más de 30 grados que se registraban en Ermua. Decenas de vecinos que esperaban tras las vallas con una pancarta en la que se leía 'Felipe VI une. La Corona une', algunos con megáfono en mano, no han parado de lanzar vivas. Al monarca, pero también al 'espíritu de Ermua', a la libertad, al País Vasco y a la Ertzaintza. Los gritos de apoyo no han parado ni siquiera en el momento del aurresku de honor, tras el cual el Rey ha bromeado brevemente con el dantzari. A los lados, contenedores subterráneos precintados por seguridad.
El acto en sí, que se ha prolongado durante una hora, se ha celebrado en una cancha habilitada para partidos de baloncesto y balonmano que se ha engalanado para recibir a medio millar de asistentes. Arriba, en una sala con cintas de correr y máquinas de 'spinning', más de 120 periodistas acreditados. Y afuera, mucha expectación y algún que otro grito mientras intervenía Sánchez. «¡Vete ya, cuentista!», le ha espetado un señor. Esa tensión latente se ha desbordado a la salida del presidente del Gobierno para participar en la ofrenda floral, en la que se han mezclado los vivas al Rey y los abucheos al jefe del Ejecutivo.
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