Cristian Reino
Barcelona
Sábado, 4 de noviembre 2023, 07:31
Las fuerzas independentistas fuerzan tanto los procesos negociadores que, en ocasiones, han llegado a pillarse los dedos. Les ocurrió durante la negociación de la investidura de Artur Mas, en 2015, y sobre todo en octubre de 2017 con la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). En ... el caso de la que era la reelección del entonces dirigente de Convergència, que había impulsado la consulta soberanista de 2014, la CUP se negó a apoyarle. Mas les lanzó un órdago y se lo tuvo que tragar, porque los cuperos aguantaron la posición, hasta que al delfín de Jordi Pujol, cuando quedaba un día para que expirara el plazo, tuvo que dar un paso al lado y apartarse y buscar un candidato que agradara a los anticapitalistas. Este fue Carles Puigdemont, que desde el primer día se entregó a la causa por la cual era el preferido de la CUP: «Referéndum o referéndum» y aceleración del 'procés', hasta el choque de trenes de octubre de 2017.
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La frustrada reelección de Mas dejó perlas para la posteridad, como la votación que hizo la CUP entre su militancia para decidir sobre la investidura del líder de CiU, que se saldó con el controvertido empate a 1.515 votos. Hasta el último momento, apuró Carles Puigdemont el 26 de octubre de 2017. Negoció con el Gobierno para aparcar la declaración unilateral de independencia y convocar elecciones. Había tomado la decisión de no impulsar la DUI e ir a la urnas. Tenía la rueda de prensa convocada y los periodistas esperando en la sala de prensa del Palau de la Generalitat. Pero entre las presiones de los más radicales de su partido, una manifestación en la plaza Sant Jaume y el célebre mensaje de la supuesta traición por «155 monedas de plata» publicado en redes sociales por el diputado de ERC, Gabriel Rufián, se echó para atrás y desconvocó la comparecencia ante los medios para anunciar los comicios, que hubieran puesto freno a la situación.
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Curiosamente, la noche anterior, Puigdemont ya estaba convencido de adelantar las autonomómicas en Cataluña. Era ya de madrugada y el entonces consejero Santi Vila le dijo en el Palau de la Generalitat que ya no eran horas para firmar el decreto de disolución y que mejor que lo hiciera al día siguiente. Se fueron a casa y al día siguiente ya no hubo adelanto electoral, sino la DUI.
ERC y Junts apuraron también hasta el último minuto para cerrar el pacto que propició la investidura de Pere Aragonès, en 2021. Los junteros, como ahora con Pedro Sánchez, aprovecharon la negociación para marcar perfil y desgastar al máximo a los republicanos. Quedaban pocos días para que expirara el plazo, después de tres meses de duras negociaciones. Puigdemont, de hecho, estaba en contra de apoyar a los republicanos. Hasta el punto que un año después, en octubre de 2022, su partido rompió con Esquerra para salir del Govern a instancias de él, que impulsó una consulta interna entre la militancia. El 55% de los militantes votaron a favor de romper con ERC. La posición de Puigdemont, favorable a la ruptura, fue clave.
En la última semana estas escenas se han vuelto a repetir, aunque en Bruselas como telón de fondo. Toda la escenografía estaba ya montada el jueves en la sala de un hotel de la capital belga para que Puigdemont anunciara el acuerdo con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez. La reacción de Esquerra programando una rueda de prensa paralela en Barcelona y diferencias sobre la amnistía acabaron provocando que el expresident diera marcha atrás y continúe, ahora, estirando la negociación.
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