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Paula de Las Heras
La Coruña
Sábado, 20 de enero 2024, 20:54
El embate es complejo. Los primeros compases de la legislatura ya han dado buena medida de las procelosas aguas en las que navega el PSOE, atado a las exigencias de un socio tan incómodo como Carles Puigdemont, sin capacidad de avanzar si no logra ... aunar las posiciones otras siete formaciones con las que no comparte modelo de Estado (Junts, ERC, EH-Bildu, PNV, BNG, Sumar y Podemos) y sometido al marcaje de un PP, a su vez, ligado a las presiones de Vox. La polarización se extiende en España como en otros países del entorno y, ante ese escenario – pero también con la vista puesta en las elecciones del 18 de febrero en Galicia, las de País Vasco, a continuación, y las europeas de junio–, los socialistas habían anunciado para este fin de semana en La Coruña una convención de rearme ideológico. La cita ha acabado siendo, sin embargo, un mero ejercicio de reagrupamiento frente al adversario político y un escaparate para el candidato gallego, José Ramón Gómez Besteiro.
La última vez que el PSOE celebró una conferencia con la intención de ajustar su ideario a un contexto exigente y cambiante fue hace poco más de diez años. Aquel fue un trabajo ímprobo de un partido en horas bajas (y en la oposición) cuestionado, como parte del sistema, por su papel en la crisis financiera de 2008, de la que la política no había sabido proteger a los ciudadanos. El entonces secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, encargó a otro veterano, Ramón Jáuregui, una ponencia ambiciosa a la que llegaron a presentarse más de 12.000 enmiendas. De dos jornadas de intenso debate en comisión salió una resolución de casi 600 páginas con propuestas para una reforma constitucional, una revisión del marco fiscal y cambios institucionales para dar mayores cauces de participación a la sociedad.
El clima en la convención de La Coruña poco tiene que ver con el de aquel encuentro en el que no faltaron ni discusiones de fondo ni tensiones orgánicas. «Aquí hemos venido, sobre todo, para vernos», resume uno de los más de 1.400 delegados. El documento estratégico de apenas cien folios que la dirección del partido ha llevado al cónclave, que concluye este domingo con una intervención de Pedro Sánchez, ni siquiera había sido recibido este sábado por la mañana por todos los participantes e incluso algún miembro de la propia ejecutiva confiesa que no lo tuvo hasta el viernes por la tarde. «Ni lo he abierto aún porque, total, ni se va a debatir ni se puede enmendar», apuntaba anteanoche otro asistente. Lo cierto es que el papel tampoco recoge iniciativas concretas. Se trata, más bien, de un compendio de elementos discursivos para hacer frente a una etapa de alto voltaje político. Pero, sobre todo, de una reafirmación en lo hecho.
No es casual que el evento tuviera como plato fuerte de su primera jornada, el viernes, a José Luis Rodríguez Zapatero y que, en cambio, no se invitara al también expresidente del Gobierno Felipe González. El primero defiende de manera entusiasta la amnistía de los delitos del 'procés' que, en esta convención, el PSOE ha pasado a integrar plenamente en su ideario como «instrumento fundamental» para «un proyecto basado en el diálogo, la negociación y la convivencia, que está sirviendo para superar –dice el texto– la grave quiebra que sufrió nuestro orden constitucional». El segundo, la considera un ataque a la Constitución fruto de un «chantaje» inaceptable de las minorías independentistas.
Ni estuvo González, que por otro lado rara vez participa ya en actos de su partido, ni estuvo el único dirigente con peso orgánico e institucional crítico con la hoja de ruta de Sánchez, el presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, por un viaje de trabajo en China. Pero sí estuvieron en cambio todos los ministros, los que tienen cargo en la formación –que pasarán de ser cinco a diez desde mañana, cuando se apruebe una remodelación que profundiza en la simbiosis entre partido y Gobierno– y los que no. En medio de la tormenta política que sacude España, Sánchez exhibió así una foto de paz y liderazgo de la que pretende presumir frente a Feijóo.
El líder del PSEy candidato a 'lehendakari', Eneko Andueza, logró poner al plenario de la convención en pie con una reivindicación del papel de su partido en la lucha contra ETA. Visiblemente emocionado relató cómo, tras ser él mismo amenazado, vio morir desangrado al concejal Isaías Carrasco, su amigo, en 2008. tras recibir un tiro. Y llamó a no dejarse apocar por las críticas de la derecha a cuenta de la relación con Bildu: «¿Yo voy a bajar la cabeza cuando me llaman filoetarra? ¡Nunca! ¡Jamás permitáis que nadie hable en esos términos de los socialistas!».
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