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Tras dos semanas de amenazas si el PP aceptaba pactar con el Gobierno el reparto a las comunidades de los menores inmigrantes no acompañados hacinados en Canarias y 24 horas de tensión al límite en las que no terminaba de aclarar qué iba a hacer, ... Vox rompió este jueves por la noche las coaliciones de Gobierno que mantenía hasta ahora con los populares en Castilla-León, Murcia, Comunidad Valenciana, Aragón y Extremadura.
En una comparecencia sin preguntas al borde de las diez de la noche y tras una reunión de más de tres horas de la dirección del partido, su líder, Santiago Abascal, anunció que sus consejeros autonómicos renunciarán de inmediato a sus cargos y sus parlamentarios retirarán el apoyo a los mandatarios autonómicos de Alberto Núñez Feijóo, lo que incluye Baleares, donde la derecha radical sostiene a Marga Prohens desde fuera de su gabinete pero presidiendo el Parlamento. Todos ellos se habían ido rearmando a lo largo de la jornada para afrontar un divorcio que los deja en minoría pero que también libera de ataduras a Feijóo en un momento clave de la legislatura y con la derecha convulsionando el escenario político.
«Feijóo ha creído oportuno pactar con el autócrata (Pedro Sánchez). Hemos cedido quizá a veces demasiado para salvaguardar esos gobiernos. Pero es imposible pactar con el que no quiere hacerlo, con el que pretende imponernos unas políticas de fronteras abiertas. Nadie ha votado a Vox y al PP para que continúe la invasión de inmigración ilegal y de menas. Si el señor Feijóo quiere engañar a sus electores y seguir aplicando políticas socialistas y globalistas, allá él.
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Javier Arias Lomo
En consecuencia Vox constata que los acuerdos regionales están rotos como consecuencia de la agresión de Feijóo», fue el mensaje, que atribuyó toda la responsabilidad de la quiebra a Feijóo, lanzado por Abascal desde la sede de los voxistas en la madrileña calle Bambú. Sus palabras, arropadas con la presencia de la plana mayor del partido, cerraban más de tres horas de reunión del comité de acción política para rematar una decisión con la que el partido había amagado todo el día, en medio del aparente regocijo de la dirección nacional de los populares.
La relación PP-Vox, desde que en febrero de 2021 ambas formaciones formaron su primer Gobierno de coalición en Castilla y León, afrontaba tiranteces permanentes y había afrontado crisis, algunas severas como la referida al aborto. Pero en esta ocasión, con el debate del reparto de menores extranjeros no acompañados como pretexto y con los de Abascal a la baja electoralmente -sostienen desde Génova que esa es una de las principales razones que explican este terremoto político-, la sangre de la disputa ha acabado llegando al río.
En el PP son conscientes de que esos pactos, que en muchos casos se produjeron de forma precipitada tras el 28-M, lastraron al partido ante el órdago de Sánchez con las generales del 23-J, que el presidente capitalizó sobre la cabalgadura del 'que vienen las derechas'. Ahora, Feijóo y los suyos ven cómo se les presenta una ventana de oportunidad para sacudirse del argumentario que PSOE y sus socios llevan empleando desde la formación de aquel primer Ejecutivo en Castilla y León: que los de Génova se mimetizan con la radicalidad de Vox hasta el punto de no existir diferencias entre las dos formaciones. Feijóo ha decidido jugar hasta el final la baza de «la solidaridad» en torno a los menores inmigrantes y el mensaje de autonomía que transmite corriendo el riesgo de la minoría en que quedan parte de sus gobiernos autonómicos. Y la derecha radical ha acabado apretando el botón rojo.
Una decisión arriesgada y que en el partido admiten que puede provocar protestas internas. Pero también constatan que el ultimátum lanzado por su líder no podía caer en saco roto por propia credibilidad. El entorno de Abascal incide en que la formación siempre se ha movido por «principios» y no por «tacticismo»; regla que sí rige la hoja de ruta de Feijóo, según los voxistas, embarcados como los populares en la guerra del relato. Lo cierto es que la derecha radical había ido endureciendo su postura hasta llegar a un punto en el que ya resultaba muy difícil dar marcha atrás.
Durante el día no se produjo ningún contacto entre las direcciones de los hasta anoche socios, según señalaron a este periódico fuentes de Génova. El tercer partido del Congreso cargó las culpas en Alberto Núñez Feijóo, al que acusaron de equipararse «en todo» y «cada vez más» a Sánchez. «La gente no entiende eso, solo las posiciones claras. Y lo que hace Feijóo, esa supuesta política para adultos como él la llama, es incomprensible», justificaron el divorcio.
Lo previsible es que los Gobiernos regionales del PP pasen ahora a gestionar en minoría. Los de Feijóo priman la «responsabilidad» y no hacer pagar a los electores con nuevas llamadas a las urnas las peleas políticas con otros partidos -como defienden en Génova sí que ha hecho Vox al no dar marcha atrás con este órdago-. El jueves, el tono de los populares fue más duro -«Es un partido para protestar»- que en anteriores ocasiones para responder a palabras gruesas del partido de Abascal, intentando desmontar esté justificada su ruptura cuando ya había menores inmigrantes en las comunidades que comparten y la acogida no está comprometida en los pactos de gobierno. Pero será este viernes cuando el propio Feijóo dé la medida, en una comparecencia en Génova, de lo que representa el seísmo entre las dos familias de la derecha.
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