Seguidores de Puigdemont, con esteladas y cartulinas con su rostro,este jueves en el paseo de Lluís Companys. AFP

El penúltimo 'show' de un Puigdemont que se resiste a morir políticamente

Esperpento ·

La nueva fuga del expresidente catalán evidencia su capacidad para desestabilizar la política nacional con gestos cuyo impacto real es cada vez menor

Domingo, 11 de agosto 2024, 09:37

Siete años después, Carles Puigdemont pisó Cataluña el jueves. Al menos delante de las cámaras. De muchas cámaras. Era lo que buscaba. Paseó tranquilamente por Barcelona, dio un mitin de diez minutos, se escapó de los Mossos y volvió a desaparecer. Montó el 'show' ... y durante unos días ha conseguido ser la estrella mediática sobre la que gira todo. Pero lo que muchos se preguntan, incluso en su propio partido y en el movimiento soberanista, es para qué. ¿Qué busca Puigdemont?

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Nadie lo sabe muy bien. Su futuro está por escribir, pero más allá del ruido, de su indudable capacidad para los golpes de efecto y a la espera de si se beneficia de la ley de amnistía, el líder de Junts se asoma a un callejón sin salida. Se fue en octubre de 2017 escondido en un coche sin que nadie lo viera y retornó haciendo un ejercicio de escapismo ante cientos de periodistas pero sin cumplir su principal objetivo: volver a estar al frente del Govern. Soñó con ser de nuevo presidente, pero la investidura de Salvador Illa le ha dejado fuera de juego.

De hecho, Puigdemont volvió pero incumplió su palabra. Prometió que estaría en el pleno del jueves. Y es verdad que lograrlo era casi una misión imposible dado el dispositivo de seguridad. Pero es que ni siquiera lo intentó. Antes de ser detenido, voló. Y sumió a buena parte de Cataluña en la estupefacción mientras él alimentaba su ego. Por si las moscas este sábado se esforzó en aclarar que quería «hablar y votar» en el Parlament pero «Interior» le impidió ejercer sus «derechos políticos».

Si quería dañar la imagen de España, posiblemente lo consiguió. Entre otros motivos, porque todo el sainete saltó a los medios extranjeros. Pero la fuga quedó lejos de la épica que siempre ha querido otorgar a su trayectoria. Quiso recordar a Tarradellas y apeló a su 'ja soc aqui'. Pero con quien ha sido comparado es con Houdini, David Copperfield y Jimmy Jump, el espontáneo que se dedica a interrumpir eventos de todo tipo. Tarradellas también dijo otra frase que quizás Puigdemont tenía que haber tenido más cuenta: «En política se puede hacer todo menos el ridículo».

Y es que a pesar de sus actuaciones, la Cataluña de 2024 es muy diferente a la de 2017. La unidad del soberanismo está rota, la página del 'procés' parece superada, Illa es presidente y él se ha quedado como un simple símbolo. Sigue teniendo muchos fieles, pero a su 'retorn' apenas fueron 3.500 incondicionales. Es diputado autonómico, pero aunque al final se le aplique la medida de gracia pocos le ven como un jefe de la oposición al uso.

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Hiperliderazgo

Las dudas también se extienden a Junts. Puigdemont ha ejercido hasta ahora un hiperliderazgo que nadie duda que continuará. La pregunta es: ¿Se vengará de los socialistas y dejará a Sánchez al pie de los caballos? La duda es si, a pesar de todo, Junts quiere participar del «cambio de época» en Cataluña o mantenerse en la misma pantalla.

Nuevo escenario

La unidad del soberanismo está rota, la página del 'procés' parece superada e Illa es presidente

Hay otra cuestión a tener en cuenta. Puigdemont prometió que si no era president dimitiría como líder de Junts. Algo que a día de hoy tampoco ha cumplido. Nadie duda de que querrá seguir condicionándolo todo, pero su margen de maniobra parece reducido. La unidad soberanista está rota, ERC parece harta de sus amenazas y quiere volar por libre y romper la legislatura de Sánchez puede acabar siendo un órdago fallido.

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En todo caso, no hay que subestimar su capacidad para desestabilizar la política española. Es lo que ha hecho en los últimos siete años, desde que escapó a Bélgica. Por el Palau de la Generalitat han pasado otros dos presidentes, Quim Torra y Pere Aragonès, pero su sombra ha estado sobrevolando siempre la sede del Govern y las decisiones de sus compañeros de Junts. Devoró al nacionalismo moderado que quería recuperar el papel pactista de CiU y convirtió Waterloo en su cuartel general.

Desde esa ciudad a las afueras de Bruselas fue sorteando la acción de la Justicia española. El juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena dictó contra él una euroorden, una herramienta que se demostró ineficaz. Primero compareció ante las autoridades belgas y quedó libre. En marzo de 2018 fue detenido en Alemania. Llegó a entrar en prisión -estuvo 13 días-, pero quedó en libertad. En septiembre de 2021 volvía a ser arrestado en Cerdeña, pero sólo estuvo una noche en la celda.

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Las elecciones

Durante un tiempo Puigdemont pareció quedar en una especie de limbo. ERC se hacía con la Generalitat, el resto de condenados por el 'procés' salían a la calle beneficiados por los indultos y la capacidad de presión de Junts parecía diluirse. Pero la suerte le vino a ver. No le hizo falta ninguna 'performance'. Llegaron las elecciones generales del año pasado y Sánchez le resucitó. Puigdemont se convertía de nuevo en una estrella.

Incógnita

La gran pregunta ahora es si se vengará de los socialistas y dejará a Sánchez al pie de los caballos

Su ego fue creciendo a medida que por Waterloo pasaban políticos a pedirle que avalase la investidura del líder del PSOE. Cada encuentro se inmortalizaba con una foto. A mediados de septiembre fue a visitarle Andoni Ortuzar, en un gesto que simbolizaba el reencuentro entre el PNV y Junts. Pero fue a finales de octubre cuando Puigdemont saboreó su gran triunfo, la instantánea que buscaba: Santos Cerdán, hombre fuerte del PSOE, sentado a su lado.

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De estar amortizado a mover los hilos de la política española. El batacazo de ERC en las autonómicas alimentó la sensación de una vuelta triunfal. Con tal de ser presidente amenazó con reventarlo todo, con dejar tirado a Sánchez, humillar a Esquerra... Él siempre en el centro. Pero socialistas y republicanos optaron por pasar página. Illa es presidente, ERC obtiene un pacto fiscal histórico y Puigdemont se dedica a montar espectáculos. Su futuro está por ver. Siete años después seguro que ya está preparando su próxima actuación, aunque nadie sabe muy bien para qué.

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