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La mina muere matando
Tragedia bajo tierra ·
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Tragedia bajo tierra ·
La comarca leonesa de Laciana llora a los muertos en Cerredo mientras lucha, como su siamesa asturiana Degaña, por sobrevivirChelo Tuya
Domingo, 6 de abril 2025, 00:49
La explosión fue en Asturias, pero su onda expansiva llegó hasta León. Dos provincias hermanas en lo general, pero siamesas en lo concreto, cuando la ... lupa se pone en Degaña, el concejo del suroccidente asturiano, y en Villablino, la capital de la comarca leonesa de Laciana. Unos lazos unidos por la mina, para lo bueno y, también, para lo malo. El pasado 31 de marzo, la minería asturiana retrocedió, como poco, doce años atrás -el 28 de octubre de 2013 un escape de grisú mató a seis mineros del pozo Emilio, en La Robla-, y como mucho a tres décadas antes. Como si no hubiera pasado el tiempo, como si los avances técnicos se hubieran esfumado, poco después de las nueve de la mañana, la planta tercera de la mina Cerredo, en Degaña, registró una explosión. De nuevo, el grisú. Y, de nuevo, las muertes.
Cinco mineros -Rubén Souto, Iván Radío, Jorge Carro, Amadeo Bernabé y David Álvarez-, cuatro de ellos de la comarca de Laciana y, el quinto, de la vecina Torre del Bierzo, perdían su vida en el acto. La minería, cuya explotación carbonífera murió en España en 2018, ha vuelto a matar en esta segunda vida que se le ha dado a las minas, en forma de proyectos de investigación para conseguir materiales como el grafito.
De repente, pueblos ya dañados por la pérdida de población tras el cierre de la minería tradicional, volvían a sufrir el mazazo de perder a uno de los suyos. De nuevo los crespones negros en Torre del Bierzo y en toda la comarca Laciana, con Caboalles de Abajo (1.006 vecinos), Orallo (177), Sosas (153) y Villaseca (1.028) llorando a uno de los suyos y Villablino, la capital de la comarca, convertida de nuevo en centro neurálgico de la mina. O, al menos, de su tragedia.
Tres días de luto oficial no han evitado que los vecinos salgan a la calle a protestar, a indignarse, a preguntarse cómo el grisú del siglo pasado puede seguir matando al final del primer cuarto del siglo XXI. Y, también, cómo la mina que tanto les dio les ha vuelto a quitar la esperanza de un futuro .
Mario Rivas, el alcalde socialista de Villablino, también reclama explicaciones. «Es impensable que en la Asturias de 2025 mueran mineros por grisú», se duele el regidor, quien reclama una investigación al Principado. «Es verdad que para las familias de las víctimas no hay consuelo, pero merecen saber lo que pasó. Y que no se dilate en el tiempo. Que no pase como con otros accidentes, judicializados años y años», advierte.
'Laciana ye asturiana' es una consigna conocida. En Degaña trabajaban los mineros fallecidos, pero en Villablino lo hacían, y lo hacen, muchos asturianos que acuden a diario a sus puestos de trabajo. A la capital de Laciana van los adolescentes de Cerredo, puesto que el suyo es el IES de Villablino. Y si los lacianos no utilizan el Hospital de Cangas del Narcea no es por distancia física -está a la misma que el Hospital de Ponferrada, el referente para la comarca leonesa-, sino porque las carreteras del suroccidente asturiano son peores que las del norte de León.
Y, como su hermana asturiana, la comarca de Laciana ha visto como la mina se lo daba todo, hasta rozar los 20.000 vecinos en la década de los 90, para quitárselo con el cese de las explotaciones. Aunque Degaña tuvo su techo en las 2.000 personas en aquella década en la que la mina era el motor industrial de Asturias y León, ambas soportan ahora censos reducidos a cifras mínimas. A 8.000 aspira Villablino. A 900, Degaña.
Las dos buscan las mismas alternativas para dar un vuelco a la pirámide poblacional. Ganadería, con la raza de Asturiana de los Valles como nuevo nexo de unión, y turismo rural como principales revulsivos, aunque todos reconocen que ninguno de ellos es suficiente.
«¿Somos 8.000 vecinos, ¿vamos a abrir 8.000 casas rurales?, se pregunta José Antonio Fernández, que ha sido y será minero, «porque la mina la llevas siempre dentro», aunque él es de los prejubilados más jóvenes. El turismo, en su opinión, no es una alternativa. «Tenemos la estación de esquí de Leitariegos, pero no tenemos maquinaria para hacer nieve artifical. Así que este año, como no nevó, no se abrió. La Diputación de León nos tiene abandonados», critica.
Villablino ha querido reactivar la comarca abriéndola a otros sectores, como el aprovechamiento forestal. Además, contempla algunos proyectos sociales, como la puesta en marcha de un centro para 200 personas migrantes. Financiado por el Gobierno central, costará 13 millones, más otros dos para un área deportiva, en un edificio de nueva construcción que generará cinco millones de beneficio para el concejo, y llevará aparejada la creación de 50 empleos directos y 20 indirectos. Villablino volverá a ser así concejo de parada y fonda para extranjeros, como lo fue para cientos de nacidos en Portugal y Cabo Verde, que llegaron en busca de empleo en la mina. Muchos de ellos se casaron con lacianas o asturianas. Van ya por la tercera generación.
7.719 habitantes
tiene la comarca laciana. En los años 90 llegó a sumar 20.000.
Pese a todos los esfuerzos, las dos antiguas comarcas mineras siguen necesitando un motor generador de empleo. Fue eso lo que llevó a ambas a volver a mirar a la mina. Degaña, a la de Cerredo. Villablino, a la de Sosas y al pozo María. «Pero tener un empleo no puede implicar perder la vida», advierte Mario Rivas.
Cerredo volvió a abrirse el año pasado para llevar a cabo un proyecto de investigación con el objetivo de producir grafito. Una iniciativa hacia la que miraba Sosas, para poner en marcha algo similar. De momento, el proyecto se encuentra aún en las fases de revisión. Pero la explosión de Cerredo puede llevárselo por delante. Porque la mina vuelve a morir matando.
A Luisma Fernández (Caboalles de Abajo, 1972), que dejó su huella en los pozos de ambos lados de la barrera administrativa que separa Degaña, y su mina Cerredo, con la comarca Laciana, el accidente mortal del pasado 31 de marzo le ha devuelto el recuerdo de aquel día de agosto de 2022 cuando en la misma mina, en la de Cerredo, el cielo subterráneo se vino encima del camión que ocupaba Richard Daniel Sander.
El minero uruguayo quedó atrapado bajo toneladas de tierra y rocas, las mismas por las que tuvieron que reptar Luisma y cinco compañeros más.«En cuanto todo se hundió sobre el camión, tuvimos que entrar a sacarle por un agujero de unos 50 centímetros. Íbamos reptando a ciegas, por una tierra que se movía y que nos podía dejar atrapados en un segundo».
1.714 asturianos
vivían de la minería en 2024.
Con todo, llegar hasta donde estaba el infortunado uruguayo no fue lo peor. «Tuvimos que sacar a paladas todas las piedras que había sobre la cabina para poder desenterrarle». Hecho el camino, fue necesaria la intervención de los brigadistas de Hunosa para excarcelar el cuerpo. Fallecido en el acto, el esfuerzo de sus compañeros sirvió para dar consuelo a su familia. «Todavía guardo la foto que nos hicieron cuando me abracé a su hermano al salir de la mina», indica.
Se jubiló convencido de que aquel «iba a ser el último accidente mortal», hasta que el 31 de marzo pasado la explosión de grisú en Cerredo rompió esa ilusión. «No es posible que haya pasado esto. Hay mucho que investigar porque algo no se hizo bien», zanja.
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