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Chelo Tuya
Domingo, 6 de abril 2025, 00:51
«Estuve enterrado vivo varias horas, porque se derrumbaron sobre nosotros más de tres metros de piedras. Mi ayudante se salvó, pero a mí me ... tuvieron que sacar», cuenta Saturno López (Caboalles de Abajo, 1954). Estaba recién casado cuando el techo de la galería en la que trabajaba, en el pozo Paulina, le sepultó. «Me destrozó, además, el brazo derecho. Tenía la mano en el hombro y me la tuve que recolocar». Un proceso doloroso, que llevó a su ayudante, que le daba ánimos desde el otro lado de la montaña de piedras, a caer desmayado.
«Son cosas que tienes olvidadas, pero cuando pasan accidentes como el de Cerredo, vuelves a revivirlo todo otra vez». Respaldan su afirmación José Antonio Rodríguez (Villablino, 1956) y José Manuel Martínez (San Miguel de la Ciana), que junto a Saturno visitan el pozo María, en el que trabajaron los dos últimos y que hoy está «en proceso de recuperación para ser la sede del primer Museo de la Historia de las Familias Mineras». Un pozo muy simbólico que también se cobró vidas: las de diez mineros, en 1979. Y, como en 2025 en Cerredo, por una explosión de grisú.
Todos coinciden en que «cuando nos enteramos de la muerte de los cinco mineros, todos volvimos a pensar en el pasado». Y recuerdan, con voz emocionada, que Rubén Souto vivía muy cerca del pozo María. No mucho más lejos, Iván Radío, en Orallo. «Toda la comarca está conmocionada».
Porque de otra época, coinciden los tres «ha sido lo de Cerredo. Es increíble que haya pasado esto en 2025. No lo podemos entender», coinciden. Porque, explican, no solo cuando la minería cerró en España, en 2018, se habían mejorado todos los procesos para evitar bolsas de grisú, «sino porque el protocolo obligaba a que, después de un fin de semana, un minero vigilante y ayudante entraban en la mina con los medidores y pusieran en marcha la ventilación».
¿No hubo esa medida de precaución esta vez? «Nadie lo sabe» y mientras esperan, y desean, «que la investigación depure responsabilidades», no quitan la vista de los políticos para reprocharles: «Sin la mina nos han dejado sin futuro». Una primera persona del plural que no les afecta a ellos «que pudimos prejubilarnos», sino «a toda la comarca Laciana, a los vecinos, a nuestros hijos». Pese a que todos precisan que, para ellos, «nunca quisimos que trabajaran en la mina».
¿Entonces? «Decimos que nos dejaron sin futuro porque no se hizo un cierre gradual ni se pensó en una alternativa. Se cerraron las minas y aquí se acabó el trabajo». No confían ellos en la ganadería ni el turismo «como futuro. Es necesario una industria, la que sea». Sobre todo porque, apuntan, «tenemos recursos turísticos naturales que no se explotan. Como la pista de esquí de Leitariegos».
En busca de un futuro se han ido los hijos de Saturno y de José Manuel. Los de José Antonio siguen viviendo en la comarca, «pero trabajan fuera». Y mientras lamentan la escasa viabilidad que le ven al mañana de su comarca, recuerdan el ayer «por el compañerismo que había. Todos ayudábamos al compañero». Pero, advierten, «nada de romanticismo con la mina: estábamos 7 horas y 10 minutos bajo tierra, en el subsuelo, en un lugar estrecho, picando mineral entre bichos y ratas, con la única luz de la linterna de su casco. «Ahí abajo no hay grandes espacios ni donde calentar el táper: comías un bocadillo que masticabas con polvo».
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