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Cristian Reino
Barcelona
Lunes, 12 de agosto 2024, 00:28
Salvador Illa se presentó a las elecciones con la promesa de que votar a los socialistas implicaría pasar página al 'procés', a la «década perdida», según su definición. Illa quiere priorizar un Govern que se dedique a las cuestiones del día: la desigualdad, la ... sequía, la energía y las infraestructuras.
Pero el PSC no ganó las elecciones por mayoría absoluta y tendrá que hacer equilibrios para ganarse el apoyo de ERC, que le votó en la investidura. Esquerra afirma que se mantendrá como socio vigilante para que los socialistas cumplan con el compromiso de un concierto económico para Cataluña.
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La encargada de negociar el sistema de financiación singular será la consejera de Economía, Alicia Romero, mano derecha de Illa estos últimos años en el PSC. Igual que Illa, no cree en el pacto fiscal. Pero si alguien puede ofrecer varias caras son los socialistas catalanes: defendían el derecho a decidir, luego lo rechazaron y en el futuro quién sabe.
La cuestión de la financiación puede enfrentar a los socialistas catalanes con sus compañeros federales del PSOE, como ya ocurrió en el primer tripartito con la negociación del Estatuto. El PP acusa al PSC de haber puesto en marcha un nuevo 'procés'. ERC solo permanecerá como fiel aliado de los socialistas si ve avances en su proyecto de un concierto económico, que creen que podría estar listo en cinco años, es decir, todo el mandato del actual Govern y un poco más.
Illa se ha rodeado en el Govern de su núcleo duro del PSC. Albert Dalmau, tras trabajar junto al alcalde Barcelona, será el nuevo consejero de la Presidencia. A sus 33 años, es la cara joven del Gobierno catalán y quien pilotará la interlocución con el Gobierno. Los comunes le criticaron este domingo pues, a su juicio, pertenece al ala más conservadora del PSC, lo mismo que le achacan a Illa los independentistas.
La otra pieza clave del Govern es Núria Parlón, que hará tándem en la Consejería de Interior con el mayor José Lluís Trapero. Tienen como encargo poner en orden a los Mossos y evitar que pudiera repetirse un espectáculo como el que protagonizó Carles Puigdemont, que se burló de la Policía catalana durante tres días en Barcelona sin ser detenido. Otro de los últimos fichajes para su Gobierno es el de Jaume Duch, hasta ahora director de comunicación y portavoz del Parlamento Europeo (PE), que pasará a ser en los próximos días el nuevo conseller de UE y Acción Exterior de la Generalitat.
Puigdemont sigue siendo el elemento desestabilizador de la política catalana. Illa apuesta por normalizar Cataluña, pero cada vez que lo intente tendrá al expresident de la Generalitat recordándole que va en serio cuando amenaza con volver a hacerlo. Lo del jueves fue un aviso de su capacidad.
Eso sí, el independentismo ya no tiene mayoría absoluta e irá perdiendo fuerza a medida que se vaya aplicando la ley de amnistía. Con el agravante para sus intereses de que las relaciones entre ERC y Junts están rotas. Puigdemont, con su burla a la Consejería de Interior de Pere Aragonès, dinamitó todos los puentes. El 11-S puede ser hasta desagradable para los republicanos.
El regreso y fuga de Puigdemont fue una advertencia de que aún controla resortes importantes y de que hasta que no sea amnistiado será una piedra en el zapato de la normalización política. Muchos catalanes sintieron vergüenza por la 'performance' del líder nacionalista. Ni Illa ni el Gobierno le han criticado. Un episodio de esta magnitud es motivo más que suficiente para romper con Junts, pero los socialistas han evitado el ataque al dirigente soberanista, pues mantiene la llave de la gobernabilidad española.
Illa se ha presentado en sociedad como el presidente que quiere «unir» a los ocho millones de catalanas, tendió la mano a los posconvergentes en su discurso de investidura mientras su líder permanecía en paradero desconocido mofándose del Govern y de los Mossos y tras tomar posesión, con fidelidad al Rey y a la Constitución, lo cual fue novedad, tuvo un reconocimiento hacia todos sus antecesores, incluidos Puigdemont y Torra, que no hicieron nada por prestigiar la Generalitat.
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